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Jorge Díaz juega fuerte en su novela individual: "Si has sido parte de Carmen Mola, ya no puedes matar con un disparo"

Escritor y guionista español, Jorge Díaz es uno de los integrantes del colectivo Carmen Mola. Su último libro es El Espía

Jorge Díaz (Alicante, 1962), escritor y guionista, conoce al dedillo el éxito literario como parte del colectivo que conforma el seudónimo Carmen Mola.

Junto a sus compinches Agustín Martínez y Antonio Mercero se dieron el gusto, además, de ganar el Premio Planeta con La Bestia, en 2021, lo que motivó la primera entrevista con ellos para nuestro programa.

Ahora nos reencontramos con un Jorge Díaz más suelto de cuerpo porque se ha dado una tregua para volver a escribir en solitario. El resultado es El espía, un libro, entretenido y sustancioso, que se nutre de distintos géneros: el thriller histórico, el policial negro, el relato costumbrista y hasta la novela de iniciación.

Ser un Carmen Mola lo obliga a jugar fuerte de movida. Su historia comienza con el asesinato, sangriento, de “el espía” del título, un comerciante judío que pasa a llamarse Barón Ino von Rolland, para integrar los servicios secretos de Alemania durante las dos guerras mundiales.

La acción se mueve, principalmente, entre la Barcelona de 1917 y el pueblito de Mojácar, provincia de Almería, donde dice la leyenda que nació Walt Disney, de 1952, motorizada por Javier Bermejo, un joven cabo enviado para resolver el crimen.

Todo el tiempo, Argentina queda como telón de fondo. Por el deseo de varios de sus protagonistas de emigrar en busca de oportunidades. Y por las propias vicisitudes que lo llevan al barón a Buenos Aires.

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El espía, de Jorge Díaz.

El espía, de Jorge Díaz.

Desde Madrid, Jorge, cultivando un garbo y un sentido del humor que aplaudimos, vuelve a conversar con el programa La Conversación de Radio Nihuil.

-Hola, Jorge. Hace poco hablamos con una colega tuya, Pilar Adón, que estaba muy angustiada por los incendios que sacuden a España y alrededores. ¿Cómo sigue la cosa ahí?

-Hola, buen día. Está un poquito mejor. Parece que se están controlando porque ha empezado a bajar la temperatura. A ver si se acaba esta plaga que hemos tenido en agosto, que ha sido horrible.

-Antes de entrar en El espía, una duda particular. ¿Qué te hizo escritor? ¿Cuándo te empezaste a transformar en autor, en guionista, etcétera?

-Es muy difícil contestar a eso, porque a mí, si me preguntabas cuando yo era un chaval, cuando era un niño, qué quería ser de mayor, probablemente habría dicho delantero centro del Real Madrid, que es lo que debe ser una persona (risas).

-¿Tenías con qué?

-Bueno, cuando me di cuenta de que era muy malo, que no servía para eso, la verdad es que yo era muy lector y me gustaba mucho esto. Después vas llegando a los sitios por casualidad. Pero yo creo que tienes como una intención.

-¿Cómo era en tu caso?

-A mí me gustaba mucho leer y siempre tuve como el sueño de ser escritor. Ya que no podía meter goles, pues, por lo menos, escribir libros.

-Ya tenés, a esta altura, una trayectoria importante, muy reconocida. ¿Hoy escribís por placer, porque es tu fuente laboral o porque, como dicen muchos, es una compulsión que no te suelta? ¿Qué te motiva hoy a hilvanar historias?

-Cuando la gente me dice yo escribo porque no puedo hacer otra cosa, porque lo necesito, a mí me da un poco de envidia.

-¿Sí? ¿Por qué?

-Yo escribo porque es lo único que sé hacer (risas).

-Incontestable.

-Escribo porque me dijeron que era la manera de ganarse la vida sin trabajar. Y me lo creí.

-No te ha ido mal.

-Pero después he tenido que trabajar igual que los demás. Y, al contrario, trabajas mucho.

-Se nota, Jorge.

-En resumen, a mí me gusta mucho escribir, es mi forma de ganarme la vida y me alegro de que sea mi forma de ganarme la vida. Pero no tengo esa pulsión de: escribo porque tengo algo dentro de mí. Cuando estoy de vacaciones no se me ocurre escribir ni la lista de la compra (risas).

-La inquietud es porque te hemos conocido junto a tus compañeros que conforman el fenómeno Carmen Mola. Salta, entonces, el contraste inevitable. ¿Qué te entretiene más, ser un Carmen Mola o ser Jorge Díaz, a la hora de sentarte a escribir?

-Pues mira, a la hora de sentarme a escribir yo creo que me entretiene más ser Jorge Díaz porque puedo hacer mi documentación, puedo dedicarme a crear la historia y todo esto. Sí te digo que, desde que tuvimos la inmensa suerte de ganar el Premio Planeta, como nuestra vida consiste básicamente en promoción, en entrevistas, viajes, ferias del libro, encuentros, no sé qué, me divierte mucho más ser Carmen Mola.

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Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez son Carmen Mola.

Antonio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez son Carmen Mola.

-Siendo así, no hay ninguna duda.

-Hay que tener en cuenta que los Carmen Mola pues de repente viajamos juntos a Buenos Aires y entonces hacemos Montevideo, Santiago de Chile, Bogotá, Ciudad de México. Y siempre es mejor ir con amigos.

-Con la pandilla. Es como una estudiantina para ustedes.

-Claro, nosotros nos lo pasamos bien. Por ejemplo, estamos muy deseosos de ir a Mendoza para visitar bodegas, de ir a Lima a conocer restaurantes, etcétera. Y cuando tú viajas solo, llegan las 7 o las 8 de la tarde, te dejan en el hotel y dices, ¿yo ahora qué hago? (risas). Entonces, te lo pasas mucho mejor con los Mola.

-Es lo que intuíamos. Pasemos a tu libro, a El espía. ¿Cómo diste con este personaje tan singular que es Isaac Ezratty o el barón Ino von Rolland, como quieras llamarlo?

-Aquí hay que tener en cuenta una cosa. Mi personaje, aunque esté basado en alguien que existió, es de ficción. Casi todo lo que pasa en la novela está inventado.

-¿Por qué casi todo?

-Entre otras cosas, porque era un espía. Y si de un espía lo conoces todo, ¡pues qué mal espía era! Lo habrían matado enseguida. Entonces era una persona que estaba obligada a mantener su vida en secreto.

-¿Cómo encaraste la trama, teniendo en cuenta esto?

-Casi todo lo que cuento en la novela, aunque está basado en un personaje real, aunque hay algunos datos que sí son ciertos, es sobre un personaje ficción. O sea, lo mío no es una novela sobre un personaje histórico; es una novela, por lo tanto, de ficción inventada sobre un personaje que existió.

-¿Y cómo lo encontraste?

-Di con él hace muchos años. No sé si os acordáis de una novela maravillosa de Eduardo Mendoza, La verdad sobre el caso Savolta. Estaba inspirada en un caso real, el de un industrial catalán al que asesinaban, que se llamaba Josep Albert Barret.

-¿Qué tomaste de ahí? Porque en tu libro este personaje está identificado claramente.

-Hace muchos años, después de leer sobre el "caso Savolta", busqué qué había de real en todo aquello y me encontré con que a Barret lo habían mandado a asesinar, como autores intelectuales, Brabo Portillo, que era un comisario de la policía española, muy corrupto, y el jefe de los espías alemanes en Barcelona, que era el barón von Rolland. Ahí descubrí al personaje.

-¡Bingo!

-Dije: yo tengo que escribir sobre este hombre. Lo descubrí, sí, pero estaba metido en otras novelas. Después empezó el tsunami Carmen Mola y entonces lo fui dejando, dejando, dejando, porque, claro, ¡de Carmen Mola llevamos siete novelas!

-¿Qué te hizo reencontrarlo?

-Estábamos escribiendo la octava, por lo cual lo seguí dejando, hasta que, hace un año y medio, los Mola decidimos que íbamos a darnos un año de descanso para hacer cada uno nuestra novela.

-Viene bien ese refresh, ¿no?

-Es que los tres habíamos publicado novelas antes de Carmen Mola. Decidimos, entonces, tener de vuelta un año para nosotros, para dejar de estar juntos. Aunque volvemos ya, ¿eh?

-Enhorabuena.

-Entonces me acordé de esta historia y decidí escribirla, pero, claro, tenía muchas dificultades porque, por un lado, no se sabía qué había pasado con el barón de verdad.

-Era un hombre errante, ¿no?, al menos por lo que cuenta tu libro.

-Desapareció un día y no se sabía qué había pasado con el resto de su vida. Y por otro lado, había que contar cincuenta años de tiempo, prácticamente.

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Jorge Díaz tiene un notable sentido del humor.

Jorge Díaz tiene un notable sentido del humor.

-¿Cómo te las arreglaste?

-Estuve pensando en cómo hacerlo y llegué a la conclusión de escribir una novela de ficción y que fuera un thriller.

-Que va directo al grano.

-Se parte de cierto punto, que es la muerte del barón. Lo mato en la página uno, o sea que no hago un esfuerzo para llegar a eso.

-Al revés del policial típico.

-Hay un muerto y hay que descubrir quién lo ha mandado matar. Eso era la parte del thriller tradicional. Y por otra parte, también hay que ir hacia atrás. O sea, no sólo quiero saber quién lo ha hecho matar, sino que quiero saber quién era.

-Ahí empiezan a cruzarse los tiempos del relato.

-Claro, enlazando los dos periodos. Pero con esto tenía otro problema. Podían ser dos novelas distintas, que no era lo que yo quería. Decía: tengo una novela de un personaje histórico y tengo otra novela de un crimen.

-Otra vez, ¿cómo lo resolviste?

-Dándole vueltas y vueltas y vueltas, y buscando mucha documentación, porque a mí me gusta mucho documentarme, encontré los verdaderos interrogatorios a los que le habían sometido los ingleses en la Segunda Guerra Mundial.

-Que en tu libro van intercalados como capítulos propios.

-Los tuve que cambiar mucho, porque eran aburridísimos. Pero con ellos hice el hilo entre los dos tiempos. Y bueno, pues eso es El espía, que yo espero que en Argentina esté gustando mucho, a ver si voy pronto a presentarlo allí.

-¡Totalmente! Además, tu novela tiene mucha relación con la Argentina porque, de entrada, uno se entera de que los tres asesinos del barón quieren cobrar por su faena para emigrar hacia nuestro país. Esa motivación pervive durante toda la historia. ¿Por qué había en aquel tiempo, en los años '50, tanto interés en Argentina?

-Porque era una constante en la España de la época. Para los españoles Argentina era como El Dorado, el lugar al que había que ir. Un sueño. Bueno, creo que la emigración española-argentina, durante muchos años, fue fundamental.

-Tanto como la italiana.

-Es aquella Argentina la que yo he trabajado en mis novelas. Me gusta mucho, por ejemplo, la llegada al Hotel de Inmigrantes, a la rotonda, como le llamaban en Buenos Aires, esa entrada en un mundo nuevo.

-Por otra parte, esos personajes tuyos que quieren emigrar hacia acá viven en comunidad costera pequeña.

-En Mojácar, que es un pueblecito muy pequeño al que, precisamente, voy pronto a dar el pregón de las fiestas. Es un gran honor para mí.

-Lo pintás muy bien. Una locación pintoresca.

-Mojácar tiene una leyenda, que posiblemente no sea verdad. Y es que allí nació Walt Disney.

-¡No te puedo creer! ¿En serio?

-Sí, sí, sí. Cuando tú llegas a Mojácar, a ese pueblo muy pequeñito, te dicen: "En esta casa nació Walt Disney".

-¿Pero es verdad o es un mito?

-Es una leyenda. Es un mito. La gente dice que es verdad. Pero no hay ninguna prueba de que lo sea.

-Creer o reventar.

-Entonces, claro, de los tres chavales que cometen el crimen, dos de ellos querían ir a Argentina y el otro pensaba que era primo de Walt Disney, aunque no lo digo en la novela. No digo el nombre. Pero por eso él quería ir a Estados Unidos a encontrarse con su primo, que ponía a actuar a los ratones y a los patos, esas cosas.

-Ya de por sí eso opera como una fuerza impulsora.

-Esa es la leyenda que hay allí, una leyenda urbana. Además de la casa en la que nació, te dicen que era hijo de una lavandera, que se quedó embarazada del médico y entonces, como el médico la rechazó, ella emigró a Estados Unidos y dio a su hijo en adopción a una familia que se llamaba Disney. Tengamos en cuenta que Mojácar, en aquel momento, era un pueblo de 400 habitantes, no te creas que te estoy hablando de una ciudad.

-Nunca sabremos, pues, si esto es cierto, pero la historia en sí misma es maravillosa. Ahí tenés argumento para otra novela, Jorge.

-(Ríe) Sí, sí, la novela de Walt Disney.

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Jorge Díaz, escritor español.

Jorge Díaz, escritor español.

-Tu relato se ambienta en distintos lugares, básicamente de España, pero también pasa por Buenos Aires, por Berlín, por Londres. Pero el que confiere el ambiente más importante, porque allí ocurre el crimen, entre otras cosas, es precisamente Mojácar. ¿Qué dicen sus residentes? ¿Se sienten bien representados?

-Sí, están encantados. Te digo que me han invitado a las fiestas de Mojácar, que ahora mismo es un pueblo precioso, un pueblo turístico, de playa, donde la gente va a pasar las vacaciones.

-Pero no era el ambiente que tenía en la época en que transcurre tu historia.

-Hasta los años '60, Mojácar era un sitio al que no llegaban ni las carreteras, donde se mantenían las costumbres casi árabes. Un pueblo que había estado en el sur de España, donde los árabes estuvieron más tiempo y con el traje típico de las mojaqueras. A ti te parece estar viendo a una mujer del norte de África. Es un lugar muy peculiar.

-¿Cómo fue su evolución a partir de ahí?

-En los años '60 empezó a cambiar y se convirtió en un sitio donde había muchos hippies, muchos bohemios. Ahora es un pueblo maravilloso. Y como me han invitado, en un par de días me voy para allá.

-¿Cómo lo describirías?

-Es de lo más bonito que alguien se pueda encontrar. El típico pueblo andaluz, de casas blancas. Y muchas veces, los que no sois de España me decís: he estado mirando fotos y parece Grecia.

-Sí, es lo que se nos prefigura de repente.

-Porque esos pueblecitos griegos blancos en la montaña, bueno, es lo que vosotros identificáis como Grecia. En realidad, son los pueblos mediterráneos, no sólo de Grecia, sino de Italia también.

-¿Qué conocimiento previo hiciste del lugar?

-Lo que más me llamó la atención la primera vez que fui a Mojácar, cuando decidí ambientar allí la novela, es que son unas casas blancas encaramadas en una montaña y que, de repente, doblas por una esquina y ves al fondo al mar. Y dices: ¡no puede haber nada más bonito que esto!

-¿Y por qué te decidiste, justamente, por esta locación para animar tu historia?

-Quería un sitio muy pequeño, pero que, aún siendo muy pequeño, tuviera las mismas pasiones y las mismas características que el mundo entero. Es decir, un sitio muy pequeño, pero donde hay muchas cosas que aprender, donde hay odios, donde hay secretos, donde hay amor.

-Una combinación de elementos. Es lo que da riqueza e interés a la trama.

-Mi novela no sólo es un thriller histórico, no sólo es un thriller policiaco donde hay que descubrir porqué mataron al varón. También es una novela de iniciación.

-¿Por qué también es una novela de iniciación? ¿Cómo lo entendés?

-Porque hay un guardia civil, un policía muy joven.

-Bermejo.

-Javier Bermejo, sí, que llega a solucionar su primer caso, pensando: a ver, me han mandado a un pueblo de 400 habitantes, yo soy el que más sabe.

-Y no.

-¡Qué va! Cuando llega a Mojácar descubre que eso es un mundo; un mundo igual de grande que la ciudad, Madrid, que en aquella época tiene un millón y medio, de la que él viene. Y sobre todo descubre que, además del amor, porque está enamorado de su novia, a la que le manda cartas, existe el deseo.

-Menudo deseo.

-O sea, descubre la vida, las pasiones. Y todo eso le pasa en ese sitio tan pequeño. Eso era lo que yo quería reflejar en Mojácar: que, por ejemplo, Buenos Aires puede tener doce millones de habitantes, pero las pasiones, los secretos, los deseos y tal, son exactamente los mismos que en un sitio donde haya quince.

-Perdón Jorge, pero lo que pasa es que al pobre Javier Bermejo, un tipo joven y algo apocado, le tendés una trampa muy difícil de superar. Le pusiste por delante un par de mujeres que son dignas de brillar en cualquier escaparate de Barcelona u otra ciudad grande.

-Sí, le tomó Isabel, que le vuelve loco (risas). En cuanto llega, le vuelve la cabeza del revés.

-Le ponés la rúbrica a esto diciendo que "los hombres suelen convertirse en niños delante de una mujer atractiva".

-Claro. Y todos lo hemos vivido (risas).

-Qué problema, ¿no?

-Sí. He sido mala persona con el pobre Javier. Aunque yo creo que ha salido ganando.

-Por esas coincidencias del azar, hemos estado haciendo notas en nuestra radio sobre perros peligrosos. Y justo damos con un capítulo tuyo en donde detallás cómo se entrenan para matar los perros de combate. Lo leímos al aire. La audiencia quedó muy impactada. ¿Cómo es tu conocimiento de esta materia?

-Parto de una cosa. A mí, los perros me dan miedo. Yo soy de los que, si ven un perro por la calle, se cruzan a la vereda contraria. Te puedo asegurar que no he ido nunca a una pelea de perros.

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"Le tengo miedo a los perros", confesó Jorge.

"Le tengo miedo a los perros", confesó Jorge.

-¿Y de dónde sacaste una descripción tan minuciosa?

-Ahí tengo que decir que he hecho una documentación un poco tramposa.

-¿Por qué?

-Porque yo no he ido nunca a peleas de perros. Pero tengo un amigo guionista que quiso escribir una película sobre perros de pelea, que al final no se llegó a hacer. Yo lo sabía, sin embargo. Había leído aquel guion. Entonces le llamé, le pedí que me dijera cosas y fue él, en resumidas cuentas, el que me ayudó en la documentación.

-Igualmente, lograste un cuadro fuerte.

-Sí, a mí también me inquieta mucho ese capítulo. Pero, vamos, lo escribí con lo que me contaron. No lo he vivido, no lo he visto, afortunadamente...

-Esto importa, asimismo, porque los perros aparecen desde el primer capítulo y participan del asesinato.

-Son los autores materiales. Lo que pasa es que, claro, los perros no son culpables. Son culpables los que mandan a los perros. Por lo tanto, sí, esto es inquietante, pero porque yo quería una muerte muy impactante.

-¿Qué te motivó a ello?

-Es que cuando uno ha sido parte de Carmen Mola, ya no puede matar con un disparo.

-Obvio. Hay que subir la apuesta.

-Mira, antes de Carmen Mola, yo habría hecho que le dieran un disparo al barón. Pero después de Carmen Mola, como mis compañeros tienen esas mentes tan... siempre les he echado la culpa a ellos: ¡yo no soy!, digo (risas).

-Ya no te sirve más la treta.

-Ahora, después de leer lo de los perros, todo el mundo piensa que soy yo.

-Has pasado a ser el malo.

-Tuve que buscar una forma que llamase la atención. Aunque a mí, te repito, me dan pánico los perros. La gente me dice, ¿pero te ha mordido alguna vez un perro? Y digo: pero ¿cómo me va a morder un perro si nunca me ha acercado a uno! (risas).

-Decíamos que varios de los protagonistas sueñan con viajar a la Argentina para mejorar sus vidas. Y, en algún momento, cuando el barón pasa por aquí, se subraya el rol que tuvo nuestro país en la ruta de escape de los nazis.

-Ceo que no es ninguna novedad que, tanto al sur de Brasil, como a Chile o a Argentina, huyeron muchos nazis. En aquel momento era el gobierno de Perón, ¿no?

-Una vez que termina la guerra, sí, llega Perón.

-Estaba Getulio Vargas en Brasil, no me acuerdo bien en Chile. Les permitieron mucho la llegada de jerarcas nazis a estos países. También a Paraguay.

-Otro dato interesante que aportás es que Chile fue el país que más aceptó la inmigración judía en la época.

-Sí. Justo antes de la Segunda Guerra Mundial, Argentina se había cerrado mucho. Pero hay que tener en cuenta que en Argentina había una colonia judía muy grande.

-Hay una buena pintura de eso en tu historia.

-Yo me lo pasé muy bien escribiéndolo. En aquel viaje a Buenos Aires en que tú entrevistaste a los Carmen Mola, yo ya tenía la idea de esta novela en la cabeza y entonces me dediqué a aprovechar los ratos libres que teníamos.

-¿Cómo eran esos paréntesis?

-La primera entrevista era a las once de la mañana. Yo, pues, me iba a Once a ver cómo era aquello y tal, para poder reflejarlo. Argentina tenía una comunidad judía muy grande alrededor de ese barrio. Pero también había tenido aquel problema de la "Varsovia", que era un sindicato de ayuda mutua judía. Eran mafiosos que llevaban toda la prostitución y esas cosas. Eso había cortado bastante la llegada de judíos.

-¿Y Brasil?

-El gobierno de Getulio Vargas no era abiertamente antisemita, pero tampoco era pro. Y a Chile llegaron muchos, pero casi todos o varios de ellos, lo que buscaban era pasar a Argentina, que era donde había una comunidad judía grande. Les llamaban los "rusos".

-Se nos está acabando el tiempo, Jorge, pero vamos a hacer todo lo posible para que vengas a Mendoza, donde tomarás nuestros vinos, que no serán el tintillo que se sirve en el bar de Mojácar.

-Mojácar no es una zona de buen vino, ¿eh? Pero, ¡vamos!, vinos de Mendoza hay en todas partes. Y, además, ¡mira que están ricos!

-Aparte, los tragos están muy presentes en tu novela porque el barón, que se vestía con unos trajes espectaculares, también era de buen beber.

-Sí. Al barón le gustaba el Courvoisier, el coñac francés. Después hay un momento de la novela en que menciono a un barman, Jack Urban, un húngaro al que habían fichado en una sala de fiestas de Barcelona. Había sido muy famoso por los cócteles en París.

-Es la parte, justamente, en la que el barón está cerrado el "negocio" con el comisario Portillo.

-El sitio se llamaba Excelsior, el primero de Barcelona donde se hizo famoso el tango. Estamos hablando de una época en la que incluso venía a Barcelona y a Madrid y a París, evidentemente, Carlos Gardel.

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