Si bien es común que un niño o niña en la escuela primaria tenga cuatro faltas por mes en la escuela, si esto se extiende en el tiempo, a fin de año habrá perdido el 22% del año escolar.
Si bien es común que un niño o niña en la escuela primaria tenga cuatro faltas por mes en la escuela, si esto se extiende en el tiempo, a fin de año habrá perdido el 22% del año escolar.
A lo largo de 5 años en el Nivel Primario, la pérdida es mayor a un calendario escolar completo, que es de 180 días de clases.
Por esta razón es que las inasistencias preocupan a la DGE ya que el aprendizaje es un proceso que si se corta, se pierde, puesto que no es acumulativo.
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Lo que sucederá de aquí hasta fin de año es que los chicos y chicas sobre todo de los primeros grados de la primaria y de las escuelas más carenciadas, es que los docentes tendrán que profundizar aún más los aprendizajes prioritarios, que comenzaron a tenerse en cuenta en la pandemia.
No es extraño que un niño falte en forma intermitente a la escuela. Una semana pueden no asistir tres días porque estuvieron enfermos, uno porque hubo Zonda y la próxima otro porque el o la docente tuvo un problema. En el contexto actual, habría que sumarle los días de paro, que tras las vacaciones de invierno ya suman cinco los convocados por el SUTE y otros tantos en adhesión de los padres al reclamo de los maestros.
Esa intermitencia, según explicaron desde la DGE, tiene un gran impacto en los aprendizajes.
Impacto que es más alto en el Nivel Inicial y en los primeros grados del Nivel Primario. Esto sucede porque la curva de aprendizaje va más rápido en esta etapa y luego se desacelera.
En estos primeros años de la escolaridad primaria es fuertemente necesaria la presencialidad, ya que es una etapa en la que los chicos forman hábitos, no solo de asistencia a la escuela sino que el trabajo que realizan en el interior del aula los ordena.
Por otra parte, indicaron que la permanencia en la escuela es irreemplazable para los niños y niñas que tienen menos posibilidades de estímulos en su familia. En estos casos, se siente aún más porque no se puede reemplazar la actividad del aula con otra actividad del desarrollo cognitivo.
Lo que se debe hacer es un trabajo que ya se comenzó en la pospandemia, a través de una campaña de concientización de la importancia de la presencialidad. Para el Gobierno escolar, es fundamental que los adultos entiendan que la intermitencia en la educación presencial es nociva para los niños y niñas.
Es comparable, según manifestaron, a un techo que posee microfiltraciones, que son mucho más difíciles de solucionar que un gran boquete y por las que se pierde un conocimiento que es difícil de sopesar.
Son inasistencias aisladas que, si perduran en el tiempo, llevan a una inasistencia crónica. Hay países que consideran inasistencia crónica a la de los niños y niñas que faltan más del 10% del calendario escolar.
Para intentar subsanar los días de clases perdidos -situación que no es cien por ciento posible, tal y como lo consideraron- habrá que intensificar los aprendizajes prioritarios, que es el conocimiento que sí o sí los chicos deberían terminar aprendiendo a hacer bien antes de terminar el año.
Esto les garantiza que van a poder atravesar el siguiente año con comodidad. para no acelerar lo que se debería cubrir y llevarse por delante la realidad de cada niño.
Hay que profundizar esos aprendizajes prioritarios para que los chicos se vean afectados lo menos posible por la falta de días de clases, concluyeron desde la DGE.
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