Oscar Guillén, uno de los mejores escritores y periodistas mendocinos de la actualidad, es el ganador del Certamen Literario Vendimia 2019 de novela con su obra En el horizonte de los sucesos.

La calificación de “uno de los mejores” se podría entender como caprichosa, si es que se tiene en cuenta que Guillén había publicado hasta aquí solo Las formas de la telenovela, un libro de cuentos que fue distinguida por el Fondo Nacional de las Artes y que vio la luz en 2000. Pero esto tiene una explicación: Oscar escribe como vive, con paciencia, con dedicación, como sacándole el jugo a cada cosa, apoderándose de la esencia. Entonces pareciera que todo ya está dicho, que no hay nada que se pueda decir mejor. Porque Guillén es esencialmente un buen hombre al que se le desborda el alma, por eso escribe.

“Me interesa más contar cuándo empecé a leer que cuando empecé a escribir”, dice, porque asegura que “leer es la base de todo, la felicidad total de la literatura. A veces uno sufre escribiendo, pero la lectura siempre es gloriosa”. Esto lo define, es Guillén 100%, desde la humildad de su grandeza humilde. 

“Tenía 12 años (está por cumplir 55) y una tía mía tenía una biblioteca impresionante. Yo le pedía libros y ella me decía: ‘ese no, es para cuando seas más grande`. Entonces yo se los robaba, los leía y después se los devolvía. Algunos libros los entendía y otros no. Me parece que la mejor literatura es aquella que uno no alcanza a entender del todo. Y esa sensación la tuve siempre, incluso cuando empecé a escribir como a los 20 años... y uno escribe como uno lee”.

Recuerda que “manotee de esa biblioteca Historia universal de la infamia, de Borges, y me pareció una obra mayúscula, sin entenderla del todo”, y después siguieron Rulfo, Cortazar. Porque uno escribe como lee y basta leer a Guillén para saber qué lector ha sido.

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Dice que cuando apenas empieza a escribir algo “me doy cuenta si será un cuento o una novela” y asegura que, si bien ha leído mucha poesía, “a mí no se me da escribirla, es un arte mayor”.

Dice que ha publicado poco “porque quizás soy muy crítico y también debo ser muy lento” y también por el escaso tiempo que le deja su oficio de periodista “y no podés dedicarle todo el día a escribir”.

Dice que el trabajo de periodista “te ayuda a escribir unos años, los primeros, quizás 4 o 5, pero después te entorpece y te mata el estilo, es un arma de doble filio. En el periodismo uno redacta, en cambio cuando uno escribe, narra. Son dos cosas distintas”.

Cuenta que En el horizonte de los sucesos, la novela ganadora del Vendimia, la terminó hace casi dos años y la comenzó a escribir hace más de siete. Dice que el premio es, además de “una buena motivación y una alegría”, una especie de “cierre un ciclo, que me da aire para arrancar con otras cosas”.

Entre esas “otras cosas” está un libro de cuentos, casi terminado, que dice aún debe “peinarlo, purificarlo”.

Oscar sostiene que hoy “debido a las nuevas tecnologías, la gente lee cosas más cortas”, pero asegura que “el público que lee libros, sigue leyendo, porque es una costumbre. Y esto a pesar que los libros están carísimos”.

Y Guillén, definiendo estos tiempos, los que vienen y definiéndose a sí mismo, dice que “siempre va a haber lectores y, cuando no los haya, los escritores escribirán sin ellos”.

En el horizonte de los sucesos

Casi como al margen de la historia argentina reciente, En el horizonte de los sucesos reconstruye –a través de una trama marcada por el fragmento, los saltos temporales y la intertextualidad- la vida del escritor y periodista Antonio Di Benedetto (Mendoza 1922 -Buenos Aires 1986) y la de sus dos jóvenes amigos, la modelo francoargentina Anne Marie Erize y el cantante de rock nacido en Tennessee Billy Lee Hunt, ambos desaparecidos durante la última dictadura militar.

Ante la imposibilidad de recuperar la vida del escritor -signada por el destino familiar, la cárcel y el exilio- la novela refleja a un trágico Di Benedetto que se va mostrando a través de documentos e historias paralelas por la que desfilan personajes como Bolaño, Darwin, Felisberto Hernández, Dostoyeski y Walsh, quienes asoman en juegos intertextuales que se despliegan a través de una prosa de parca y contenida musicalidad que resuenan en el desierto.

Al mismo tiempo, el narrador se transforma en un discreto personaje –un escritor de pueblo siempre a punto de salir de su perpetuo bloqueo- que parece escribirle a otro fantasma, una ex novia que alguna vez le dio a leer una novela de Sensini y que ahora es una especialista en el autor . La historia de esta pareja desemboca en una suerte de thriller que recorre la vida de Di Benedetto, hasta ser detenido por los militares.

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