Minería bajo tierra

Gualcamayo profundo, un viaje al interior de una mina subterránea de oro

Bajo tierra, a cientos de metros de profundidad, hay al menos 4 millones de onzas de oro factibles de ser extraídas con agua y cianuro. La mina desde adentro

18 grados y un sol que te quema la nariz. Son las dos de la tarde y en el ingreso al predio nos revisan más que en el aeropuerto de Mendoza. Termos, mochilas, electrónica... todo queda registrado antes de arrancar los 20 kilómetros de camino de tierra que nos separan del campamento de la mina Gualcamayo, en Jáchal, bien al norte de San Juan.

El camino es sinuoso, sin asfaltar, pero prolijo. A los costados, se ven rastros de exploración y explotación minera: muestras de roca y maquinaria vieja que parecen olvidadas a la intemperie. También, la línea de alta tensión que costeó la propia minera con 28 millones de dólares y que acabó abasteciendo hasta Valle Fértil -e Ischigualasto-.

Para llegar hasta acá hicimos más de 500 kilómetros desde la plaza Independencia, sin apartarnos de la Ruta 40. Esa ruta apaleada en la que vas a los saltos por larguísimos tramos.

Embed - Gualcamayo profundo, una visita a la mina de oro en Jáchal, San Juan

Ya pasando Mogna y cerca de la zona minera, arrancaron los mareos. La ruta tiene tantos badenes que el agua del mate sube y baja en la panza como si viajara en una alfombra mágica. Es como si el asfalto fuera un mantel largo que alguien sacudió en el aire para poner sobre la mesa, pero lo dejó caer tal cual, sin que nadie lo acomodara desde el otro extremo.

Venimos buscando oro, pero no lo vemos. Más tarde nos explicarían por qué: no se ve a simple vista. De cada tonelada de roca que se extrae, apenas se saca un gramo del metal precioso.

Carbonatos profundos, oro bajo tierra

Gualcamayo ya fue explotada, en la Quebrada del Diablo, tanto a cielo abierto como bajo tierra. Lo que se viene ahora es hacia los costados, en diagonal, para arriba, para abajo... Por eso están haciendo un nuevo estudio de factibilidad.

La mina la opera Minas Argentinas S.A., una empresa que pertenece al empresario español Juan José Retamero —sí, el mismo de la guerra del vino con Fecovita—. Su grupo también tiene una pesquera en el Sur y un proyecto inmobiliario en el viejo predio de la ex bodega Cinzano, en plena ciudad de San Juan.

El nuevo hallazgo, descubierto por un equipo de geólogos liderado por Ignacio Cuadra justo debajo de lo que fue una zona ya explotada, fue bautizado como Carbonatos profundos (Deep Carbonates Project).

Tiene 4 millones de onzas de oro certificadas y se calcula que podría producir durante, al menos, 20 años. Eso sin contar lo que puedan encontrar con la exploración que ahora mismo está en marcha.

La idea es arrancar la construcción de 50 nuevos kilómetros de galerías subterráneas en enero de 2027 -para operar recién desde 2031-. Y, al mismo tiempo, levantar un parque solar que les permita autoabastecerse de energía.

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Acceso a la mina subterránea que ya se explotó y desde la que hoy se realiza la exploración para la construcción de Carbonatos profundos.

Acceso a la mina subterránea que ya se explotó y desde la que hoy se realiza la exploración para la construcción de Carbonatos profundos.

Estamos a 2.200 metros sobre el nivel del mar. El viento corta la cara en la entrada de la cueva. Un cartel dice “Portal Rampa Oeste”. Más adentro, en una de las paredes, se proyecta la silueta de un minero con casco y pico. Es la puerta a las entrañas de la montaña.

Ahora quien lleva el casco soy yo. También una máscara horrible con la que cuesta respirar y un cinturón pesado con un autorescatador, por si hay un incendio.

Se ve poco hacia el fondo. Aunque sé que está todo bajo control y que las medidas de seguridad son estrictas, no puedo evitar pensar en los 33 mineros chilenos.

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La mina subterránea desde la que se realiza la nueva exploración.

La mina subterránea desde la que se realiza la nueva exploración.

Después de recorrer unos 120 metros de rampa en camioneta, llegamos al final de la zona que ya fue explotada.

Estamos 250 metros bajo tierra, en una pendiente diagonal de más de 500. Ahí está la máquina perforadora, un taladro eléctrico gigante que corta la roca. El equipo que la opera está haciendo cambio de turno. Con esa máquina llegan a perforar hasta 200 metros más adentro, donde empieza el cuerpo mineralizado que algún día será explotado.

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La perforadora con la que Minas Argentinas SA explora la mina subterránea de Gualcamayo.

La perforadora con la que Minas Argentinas SA explora la mina subterránea de Gualcamayo.

Hace cada vez más calor. El casco con la lámpara pesa. El oro no está contenido en roca oxidada. Las que buscamos son las carbonatadas, esas que tienen brechas con calcita.

Esto implica que el proceso que la empresa realizará para extraer el mineral dorado será distinto al que se realizó hasta ahora en Gualcamayo. Primero hay que oxidar la roca y luego sacar el oro con cianuro.

Según los estudios actuales, basados en las muestras de mineral que hay a 200 metros de donde estamos, se puede extraer un gramo de oro cada tonelada de roca. Más abajo, ya hay cinco gramos por cada tonelada; mientras que a 1.800 metros, el sondeo ya da doce.

Avanzamos un poco más hasta llegar a un refugio. Acá abajo, hay uno cada un radio de 800 metros. Cuentan con comida, baño, agua mineral y oxígeno para unos cuantos días, en principio, suficiente para dar tiempo a que llegue el rescate en caso de colapso.

Embed - Mina Gualcamayo, Jáchal, San Juan

Después de casi dos horas de recorrido, salimos de noche de la mina subterránea. Los trabajadores de campo la tienen más dura… los turnos son de doce horas –incluidos descansos y la hora de almuerzo o de cena-.

Lixiviación con cianuro y fundición para llegar a la barra de doré

Aunque la Quebrada del Diablo ya no se explota, Gualcamayo sigue produciendo gracias a la recuperación secundaria de su pila de lixiviación: una especie de montaña artificial hecha con roca triturada y mineral, montada sobre una geomembrana gigante de polietileno impermeable.

Para llegar a ese punto, durante años arrancaron el mineral del cerro a fuerza de voladuras. Después lo cargaban en camiones que lo llevaban hasta un buzón de transferencia, donde empezaba el viaje hacia las trituradoras. Primero una, después otras dos más. Tras ese proceso, la roca quedaba casi hecha polvo y desde ahí volvía a subirse a una cinta transportadora que la depositaba en la pila de lixiviación.

Ese valle, donde hoy descansa la pila de material procesado, ocupa unas 80 hectáreas. Con eso, dicen, tienen para unos tres años más de producción. De esas 80, unas 30 hectáreas están activas y se riegan por goteo con una solución de cianuro diluido en agua, que sirve para separar el oro de la roca. Al utilizarla, la roca con el metal que buscamos se va pintando de rosa.

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La roca con oro afectada por la solución cianurada cambia de color y se ve rosa.

La roca con oro afectada por la solución cianurada cambia de color y se ve rosa.

Ese cianuro viene desde la costa este de Estados Unidos hasta el puerto de Buenos Aires, y de ahí lo trasladan en camiones hasta Gualcamayo.

¿Es peligroso? Sí. Pero en la mina explican que “es tan peligroso como conocido: si lo manejás mal, podés tener problemas; si lo manejás bien, no debería pasar nada".

El mayor riesgo es el gas cianhídrico, que se puede generar tanto en la pila como en la planta de producción. Por eso, cada grupo que entra a esas zonas lleva un sensor que vibra si el gas supera el límite permitido en el aire. Si eso pasa, todos tienen que salir de inmediato y no se vuelve a entrar hasta que se detecta y corrige la fuga.

En Gualcamayo se usan unas 300 toneladas de cianuro por mes. Es seis veces más de lo que se utiliza en Veladero, la otra gran mina de oro de San Juan. ¿Por qué tanto? Porque en esta zona el oro está mezclado con otros metales muy oxidados, y eso obliga a usar mucha más solución cianurada para poder separarlo.

Sobre la geomembrana va un sistema de bombas y cañerías colectoras (perforadas) que ayudan a conducir la solución de percolación hacia fuera del valle de lixiviación, para seguir con las etapas siguientes del proceso. Por debajo, hay pozos de control que detectan si hay alguna pérdida o goteo.

Tanto esos pozos como el agua del río Gualcamayo —que pasa a pocos metros— son monitoreados por la autoridad minera de San Juan, según informan desde la empresa operadora.

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Riego por goteo en la pila de lixiviación de oro, en la mina Gualcamayo.

Riego por goteo en la pila de lixiviación de oro, en la mina Gualcamayo.

¿Y cómo funciona el sistema? La solución con cianuro se mete por los poros del mineral y, a medida que baja, va disolviendo el oro. Cuando llega a la geomembrana, se desplaza hasta las cañerías que, por gravedad, la conducen hasta la planta de procesos. Ahí se recupera el oro, y la solución —ya filtrada— se recarga con una nueva dosis de cianuro para arrancar otro ciclo.

Gualcamayo tiene una cota autorizada de 130 mil metros cúbicos de agua por mes, pero en la práctica no llegaron a usar más de 52 mil. Eso, aseguran en la mina, representa el 1% de lo que consume Jáchal.

El oro lixiviado no se ve a simple vista: primero se va pegando a unas partículas de carbón activado que lo "atrapan". Luego, con una nueva solución con cianuro, ese oro es extraído del carbón en un proceso parecido al de una olla a presión.

De ahí, la solución con el oro disuelto pasa por unas celdas especiales donde, con electricidad, el oro se convierte en metal y se va pegando a unas placas llamadas cátodos. Lo que queda es una especie de lodo con partículas de oro, que se filtra y se seca.

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Plata de producción de la barra de doré que exporta Gualcamayo.

Plata de producción de la barra de doré que exporta Gualcamayo.

Una vez seco, ese material se mete en un horno de fundición. Y así, palabras más, palabras menos, se obtiene el producto final: la famosa “barra de doré”.

No es oro puro todavía. Es un lingote que también tiene plata e impurezas. Ese es el producto que, en camiones de una empresa de seguridad es transportado en ruta desconocida hasta el puerto, para partir rumbo a la India, donde está la refinería que se encarga de transformarlo en oro 100% puro.

Nuestro recorrido por la mina termina. En el camino, también conocimos ingenieras químicas, operadores de laboratorio y la mesa de control que funciona las 24 horas, los 365 días del año.

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La mesa de control de toda la mina Gualcamayo, en Jáchal, San Juan.

La mesa de control de toda la mina Gualcamayo, en Jáchal, San Juan.

La vuelta a Mendoza se da en medio de sensaciones extrañas. El progreso se advierte pero la palabra cianuro no deja de dar vueltas en nuestras cabezas.

Sabemos que bajo la Ley 7.722 una mina que produzca oro como Gualcamayo -o como Carbonatos profundos- será imposible de ver. Entonces, la ilusión de los que abogan por minería en la provincia es el cobre, para cuya extracción pueden utilizarse químicos permitidos, como el xantato de sodio.

La próxima mina que podría construirse —y bastante antes que otras— es la de del proyecto PSJ; que ya finalizó su etapa de exploración en Uspallata, Las Heras, y ahora está en trámite para obtener la Declaración de Impacto Ambiental.

Más al Sur, en Malargüe, todavía están en la fase de búsqueda del mineral.

Las estadísticas del sector son claras: de cada 100 proyectos de exploración, apenas uno o dos llegan a convertirse en minas activas. Y para eso, suelen pasar entre diez y quince años. Así de largo es el camino del “potencial minero”.

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