Ser creyente y, al mismo tiempo, un eficaz narrador argentino dentro del género del terror, a Pablo Forcinito (Lanús,1978) no le produce contradicción alguna.
Ser creyente y, al mismo tiempo, un eficaz narrador argentino dentro del género del terror, a Pablo Forcinito (Lanús,1978) no le produce contradicción alguna.
Pone, como antecedentes, a algunos de sus maestros literarios como Wiliam Peter Blatty (El exorcista) o Stephen King (Carrie).
Se acercó al catolicismo, allá por el año 2000, en busca de una salida política a la crisis del país. Tal filiación, sin embargo, no evita que algún cura se sienta incómodo leyendo los dos tomos de La misa de los suicidas, su nueva saga en curso.
Es comprensible. Abundan en ambos libros personajes suicidas, pactos con el demonio (El Jefazo), crudos anatemas contra Dios y otras aberraciones por el estilo.
Forcinito se siente tranquilo. Confiado. Sabe que tiene las espaldas cubiertas: cuando aceptó bautizarse, a los veintidós años, fue nada menos que Jorge Bergoglio el oficiante del rito.
Su apellido, de origen calabrés, le aporta otra seña de identidad. “Somos gente jodida”, admite, con una sonrisa.
Desde Bernal, en el partido de Quilmes, Buenos Aires, dialoga con el programa La Conversación de Radio Nihuil.
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-La misa de los suicidas, basada en un borrachín llamado Gómez, al que unos amigos tiran a una ciénaga y vuelve años después convertido en sanador gracias a sus tratos con el Maligno, es una novela muy original dentro del terror argentino.
-Sí, creo que tiene la originalidad, básicamente, en un punto: tomar leyendas del cristianismo. No es algo muy abordado. Que el protagonista y narrador sea un sacerdote, tampoco es algo muy abordado en la literatura argentina y menos en el terror.
-Son muchos los puntos que se desmarcan de la tradición.
-Sí, como la construcción, también, de todo un pueblo con su endogamia y con los diferentes personajes que lo habitan.
-Efectivamente, los pueblos chicos, tanto en la literatura como en el cine, funcionan perfecto para este tipo de historias, mejor que las grandes ciudades. Por ejemplo, hubo una serie clásica de la tele, La caldera del diablo, que ilustra esto de lo endogámico.
-Claro. También está en estos pueblos más ligados al monte, al campo. Hay una relación distinta con el paisaje que la que se tiene en las ciudades.
-¿A qué atribuís esto?
-Quizás tenga más que ver con cierta cuestión primitiva, más directa con la tierra. Y ahí está el diablo, con la paciencia de una araña, esperando, en este caso, que aparezcan estos muchachitos y el borrachín Gómez.
-Araña con paciencia e inteligencia de cazador.
-Exacto. La inteligencia es otra de las características de Satanás. Una inteligencia puesta al servicio del mal.
-Este tipo de historias manejan elementos de ultratumba, del más allá; hay toda una cuestión teológica. ¿Vos sos un tipo de fe?
-Yo me bauticé a los veintidós años.
-El que te bautizó fue Jorge Bergoglio, ¿no?
-Exacto. Así que tuve una búsqueda que viene del ateísmo. Me bautizó Bergoglio. Y creo que, si no me hubiese convertido al catolicismo, no sé si hubiese escrito esta novela. Soy radical en ese punto.
-¿Y por qué esto?
-Porque, a partir de ahí, empecé a estar en contacto con otro tipo de inquietudes, con un orden que tiene más que ver con lo sobrenatural. El creer, también, como necesidad. Y las complejidades que implica creer.
-¿Adónde te fue llevando la nueva circunstancia?
-A su vez están este abordaje del bien y del mal en términos absolutos, la lectura del Antiguo Testamento o de los Evangelios. Todo eso te va formando. Te va generando otras inquietudes. Y empezás a tener en cuenta otro tipo de historia para contar.
-¿Pero por qué desembocás en este género, específicamente?
-Tiene más que ver con esa profundidad teológica de la literatura de terror, especialmente en su expresión sobrenatural, que es, si querés, el terror más conservador.
-Está bien, pero uno no siempre imagina a los autores de terror sobrenatural como hombres de fe. Pensando en tus criaturas viscosas, ahí lo tenemos, por ejemplo, a Lovecraft, el padre de los grandes monstruos.
-Hay de todo. Podés preguntarte por el mal sin ser una persona de fe, ¿no?, reflexionar en esos términos de absoluto. Tenés, por ejemplo, a William Peter Blatty, que es el autor de El exorcista, que fue un autor católico.
-Sí, uno de los autores más populares de estos tiempos.
-Incluso él cuenta haber presenciado un exorcismo, que fue lo que le llevó a escribir su gran libro. O sea, hay de todo en esa búsqueda del terror. Está el que niega la parte sobrenatural y el que se mete en la parte sobrenatural. Stephen King, por ejemplo, es deísta. Cree en Dios, no en las revelaciones y en ese tipo de cuestiones de fe. Pero también tiene un trasfondo relacionado, en su cosmovisión, con lo sobrenatural.
-Lo que pasa, midiendo la cosa en términos de superhéroes, es que, en El exorcista, Dios es el bueno de la historia. En tu relato no. Es un gran embaucador. Tu personaje dice: “El Bien. El Mal. Las dos mentiras de un dios sádico y egoísta al que nada le importan los padecimientos de sus fieles”.
-Convengamos que esa es la voz de Gómez, que es el enviado del diablo.
-Y es el protagonista de los dos libros, convengamos también.
-Exacto. Pero, como decía, esa es la visión de un referente que detesta a Dios, ¿no? Parte de eso está tomado de Epicuro, que trata el problema del mal y plantea esto: si, por ejemplo, Dios es todo bondad, ¿por qué deja que el mal exista?
-Una pregunta clásica.
-También, si puede eliminar el mal y no lo hace, entonces no tiene porqué ser llamado Dios, porque va contra los atributos mismos de Dios.
-Claro, es parte de lo mismo.
-Hay una complejidad ahí, también, en la medida en que Lucifer es el ángel caído; también es una creación de Dios. Son problemas teológicos que no voy a resolver yo y que, en todo caso, pueden estar presentes como materia para la escritura y para el desarrollo de un mundo, como es el caso de La misa de los suicidas.
-En los relatos clásicos, aparece el maligno, hace de las suyas, pero, finalmente, el bien siempre triunfa. Acá no, por lo menos hasta el final de la Misa 2. Gómez actúa y lanza sus anatemas, pero nadie lo refuta.
-Es así. Y está ahí también la tensión de lo que va pasando entre la historia de Gómez y la de Olivia. Hay un fondo oscuro, respecto de cómo se van relacionando ellos.
-Sí. Olivia es una comunicadora que llega hasta el pueblo para contar lo que sucede y termina relacionada tanto con el cura como con Gómez. Ahora bien, vos vas tirando manifiestos que te podrían designar como un autor maldito. Por ejemplo, este otro párrafo referido a Dios: “Pobre gente engañada por el más poderoso de los dioses. El único capaz de someter a todo aquel que se le rebele. El Jefazo lo sabe. Le reconoce el atributo. Pero no se resigna a sometérsele”.
-Es un texto maldito, pero que ya viene de antiguo. Son preguntas que incluso están hechas en el Tanaj, en la Biblia, en el Antiguo Testamento. Y son cuestiones que no se van a resolver porque está ese fondo oscuro.
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, Leibniz, el autor de la Teodicea, que es como la justificación filosófica de Dios, plantea el principio de un bien mayor.
-¿De qué trata le idea del bien mayor?
-Dice que, si se pueden cometer semejantes actos que tienen que ver con el mal para la búsqueda de ese bien mayor, se está aceptando también el mal como parte de una estructura que tiene que tender al bien común. Esas dosis de mal, como las llama Leibniz. Entonces es muy difícil escapar a todas esas aparentes contradicciones.
-Son ideas muy antiguas, ancestrales, que vos resucitás en el siglo XXI.
-Sí. Sí. Posiblemente esa también sea un poco la originalidad que puede llegar a tener la novela: volver a eso que vos llamás la cosa antigua, a temas de los que parece que ya se ha dicho todo. Sin embargo, se ha dicho todo, pero siguen ahí, sin resolverse.
-¿Por qué te acercaste y después te alejaste de la Iglesia?
-Yo no sé por qué decís que me alejé, porque, en realidad, lo que uno escribe no es su biografía personal, si bien influye. Ahora bien, no voy a misa todos los domingos.
-¿Cuándo vas?
-Dos veces al año, en Pascuas, suelo ir. Cuando me acerqué fue más por una cuestión política. Allá por los 2000, con toda la agitación que había. Yo estaba en busca de algún nacionalismo que no me espantara.
-¿Y qué encontraste?
-Ahí surge el peronismo como esa posibilidad. El peronismo como movimiento de base cristiana. Y, bueno, por cuestionarme incluso mi propia historia empecé a indagar y a entrar en ese orden, si querés, muy ligado a lo evangélico. Así se dio mi conversión.
-¿En qué te sustentaste, a fin de cuentas?
-Antes que con un tipo de revelación mística, tuvo más que ver con algo más terrenal, más ligado a la política.
-¿Qué tipo de creyente sos, entonces?
-Soy católico. No es que vaya a misa todos los domingos y está muy mal, tendría que hacerlo.
-¡Estás en pecado todo el tiempo!
-Exacto. Estoy en pecado todo el tiempo, pero no estoy alejado, básicamente, de la Iglesia. Entiendo que es una institución milenaria, con muchas complejidades, que atravesó toda la historia. Y… bueno, hoy voy existiendo. Estoy llevando mi existencia.
-Te acercaste al cristianismo por cuestiones políticas, por interés en los necesitados. Si alguien se ocupa de eso, justamente, son los curas villeros. ¿Conocés a algunos de ellos que hayan leído tus libros?
-No. No curas villeros que hayan leído mis libros. Sí algún sacerdote, pero le noté como cierta incomodidad.
-¡No es para menos!
-Pasa que también es cierto que hay distintas maneras de acercarse a la literatura. Quiero decir, una cosa es acercarte a la literatura desde el gusto por leer.
-Otra sería con una actitud más didáctica, ¿no?
-Estamos en otro tiempo. No hablamos ya de literatura moralizante. Yo no quiero moralizar a nadie con este libro. Pero, por ahí, en cierto orden, entre sacerdotes, todavía hay una mirada moralizante sobre la literatura. Y, bueno, con esto del título, La misa de los suicidas, ya empezamos mal.
-Aparte, tu Gómez tiene una perversidad muy bien trabajada. Es un guacho.
-Es un guacho que se hace, por momentos, el distraído. En fin, va haciendo lo que lo que demanda el Jefazo.
-Hay una escena potente con unas de sus víctimas. Es la casa de un matrimonio adonde el cabrón entra mojado por la lluvia y obliga a la mujer, con el marido delante, a que se ponga de rodillas, vaya secando el agua con el trapo y llegue hasta donde está él. Le ordena que le limpie toda el agua, incluso entre las piernas. Es una escena de una hijaputez muy lograda.
-Bueno, gracias. A mí me gusta mucho un escritor estadounidense que se llamó Jim Thompson. Escribía un tipo de policial muy especial, más bien naturalista, muy ligado también a la perversión del hombre que busca medrar de ese ser despiadado. Esa escena la tengo, entonces, como que me puede venir de ese tipo de literatura, más que del terror en sí.
-Aunque igual inquieta, da miedo.
-Es otra forma del terror, también; el terror posible en términos de nuestra realidad inmediata, no el terror que aparece por una grieta que se abre en el infierno y llega a la Tierra, a nuestro mundo cotidiano.
-Sobre Satanás se han escrito toneladas y toneladas de cosas. Desde la Biblia en adelante, hay ensayos de todo tipo. Vos has elegido una versión muy particular. Explicanos cómo llegaste a tu demonio mezcla de cabra, de sapo y de serpiente.
-Hay un demonólogo que se llamó Collin de Plancy, francés, del siglo XIX, que escribió su Diccionario Infernal. Allí describe muchísimos demonios. Después hay una versión extendida. El mío es uno de los demonios que integra este diccionario.
-¿Por qué en versión tripartita?
-El tema del número tres es casi como una versión degradada de la Santísima Trinidad.
-O sea, la versión oscura de la Santísima Trinidad.
-Exacto. Y casi también una propia burla de Satanás sobre la Santísima Trinidad.
-¿Y por qué esos animales?
-Están el macho cabrío, la serpiente y el sapo, que quizás sea el que menos claro se llega a ver.
-Pero el sapo ese, con su ojo turbio, llega ser perturbador.
-Claro. Yo, a los demonios de De Plancy les hice algunas modificaciones que son mías porque también este diccionario se fue reescribiendo con los años. Louis Le Breton también hizo sus propios demonios. Es algo que está modificándose todo el tiempo.
-La Santísima Trinidad, ya que estamos, contiene la figura de la paloma. Vos, en cambio, ponés a merodear siete caranchos, que son terribles.
-El número siete, también, que representa el orden divino y el orden terrenal. Aparte, se ven cada vez más caranchos. Acá, por ejemplo, en Bernal, hace quince años no se veían tantos. Ahora está lleno de caranchos, así que algo debe estar por pasar.
-¿No serán políticos encarnados?
-Ahí está. Tomaron la verdadera forma que tendrían que haber tenido siempre. Son pájaros hermosos, además.
-Vas utilizando muchas fuentes para ir dándole vuelo al relato. Por ejemplo, está la leyenda de Cipriano, que, si bien es un santo, está asociado con la magia y el ocultismo. O, entre otras, la apelación al noveno círculo del infierno de Dante Alighieri.
-Tiene que ver ahí la cuestión teológica del mal como ausencia contra el Sagrado Corazón de Jesús. Ese corazón encendido es el frío de este infierno.
-Este demonio tuyo no quema por el fuego, quema por el hielo.
-Quema por el hielo, exacto. Entonces, ahí hay un orden de contrapuntos.
-Pregunta personal, a esta altura. ¿Vos creés en todo esto? ¿Creés que hay un más allá, que hay demonios o fantasmas?
-Creo porque me da mucho miedo, en sí, la figura del diablo. Creo sobre la base de ese a terror que me provoca. Ahora, si se me va a aparecer o no, no lo sé. Quizás ya se me apareció, quizás es el que me cuenta la historia esta.
-Si lo terminás confirmando, contanos de inmediato. Es un título de tapa para los diarios.
-Yo creo que sí, que está dando vueltas y que es mejor tenerle miedo.
-Pablo, ¿por qué te bautizó Bergoglio? ¿Cómo fue eso?
-Yo no me lo esperaba.
-Por eso mismo, ¿por qué ocurrió?
-Porque él es así. Fue en la parroquia Nuestra Señora de Loreto, en Plaza Las Heras, Palermo. Cuando entró, me acuerdo que había como una luz casi medieval. Luego entraron todos y fue como una especie de epifanía. Tengo esa imagen.
-¿Y entonces?
-Fue obra de Dios, seguramente. Aparte, me bautizó al Papa, así que tiene que estar bien la novela.
-Estás salvado, pues. ¿Qué opinas de Bergoglio? La pregunta vale porque buena parte de la Argentina lo quiere y otra parte gran parte lo putea al Papa.
-Yo creo que es un gran político, que es muy hábil en las posturas que toma. Creo que es un referente en el sentido de que habla de tierra, techo y trabajo. Y es una voz necesaria, una buena elección para este momento de la historia.
-Por cómo termina la segunda parte de La misa de los suicidas, suponemos que ya viene en camino la tercera parte.
-Sí, sí. La estoy escribiendo. Ya está bastante avanzada. Tengo casi tres capítulos.
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