¿Te imaginas vivir en un lugar donde la muerte está "prohibida"? Esto no es parte de una novela de ciencia ficción, sino una realidad en Longyearbyen, un pequeño pueblo noruego ubicado en el remoto archipiélago de Svalbard, en pleno Ártico.
¿Te imaginas vivir en un lugar donde la muerte está "prohibida"? Esto no es parte de una novela de ciencia ficción, sino una realidad en Longyearbyen, un pequeño pueblo noruego ubicado en el remoto archipiélago de Svalbard, en pleno Ártico.
Con menos de 2.500 habitantes y temperaturas que pueden descender hasta los –40°C, Longyearbyen ha llamado la atención del mundo no solo por su ubicación extrema, sino por una ley insólita, pero real: no se puede morir allí, al menos no oficialmente.
Aunque parezca una medida absurda, tiene una justificación muy lógica y científica: el suelo de Longyearbyen está permanentemente congelado (permafrost), lo que impide que los cuerpos se descompongan adecuadamente tras ser enterrados.
Esto significa que los cadáveres pueden conservarse casi intactos durante décadas, incluyendo virus y bacterias que podrían representar un riesgo para la salud pública.
De hecho, en la década de 1990, científicos exhumaron cuerpos enterrados desde 1918 y encontraron rastros del virus de la gripe española aún activos.
Además, debido a las condiciones del terreno, los ataúdes pueden incluso llegar a salir a la superficie con el paso del tiempo, empujados por el hielo.
La ley no prohíbe literalmente el acto de morir, ya que esto es imposible, pero sí impide que una persona sea enterrada en Longyearbyen. Por eso, cuando un residente sufre una enfermedad terminal o entra en cuidados paliativos, se le traslada anticipadamente a Noruega continental para recibir atención y, eventualmente, ser sepultado allí.
En los casos de muertes imprevistas, como accidentes o infartos, los cuerpos son enviados fuera del archipiélago por medios aéreos para ser enterrados en suelo donde el cuerpo pueda descomponerse de forma natural.
El pequeño cementerio local, que ya no se usa desde hace más de 70 años, se mantiene como recuerdo de una época en la que no se conocían los peligros del permafrost.
Este peculiar pueblo ártico no solo tiene esta insólita ley. También presenta otras normas y condiciones únicas: