El mal de ojo es una creencia supersticiosa que atribuye a la mirada de algunas personas que generalmente provoca dolor de cabeza y a determinados actos o sentimientos negativos la capacidad de causar daño a otros.
El mal de ojo es una creencia supersticiosa que atribuye a la mirada de algunas personas que generalmente provoca dolor de cabeza y a determinados actos o sentimientos negativos la capacidad de causar daño a otros.
Las oraciones que se utilizan para el mal de ojo o la cura del empacho, constituyen un secreto que tradicionalmente se transmtía en el momento inmediato después del brindis de Navidad.
No pueden ser hechas públicas para no quebrar el conjuro, según las creencias tomadas de los pueblos de la antigüedad, y se aprovecha la conexión mágica asociada a los primeros instantes de vida del Salvador del Mundo.
La Navidad se tiene por un momento más que propicio para la enseñanza de las “Buenas Artes” de la curación en el instante de mayor “Iluminación espiritual del mundo”. Además de considerarse un símbolo de pureza, inocencia y despertar.
Las “Buenas Artes”, como se conoce desde la Edad Media a las prácticas hogareñas de curación, suelen recibir el apelativo de “Curanderismo” y así como el de “Curandero” o “Curandera", a quienes se dedican a ella.
Saber curar el empacho, la ojeadura o los nervios cruzados, no implica que quienes lo hagan ocasionalmente entren en estas categorías.
En los orígenes remotos, estas prácticas eran muy comunes en las aldeas campesinas del Viejo Continente cuyos habitantes, ya sea por la distancia o por razones económicas, estaban impedidos de tener un fácil acceso a los servicios médicos.
Culturas tan antiguas como Babilonia, Egipto, los sumerios y los hititas creían que los malos sentimientos que "están dentro del ser humano salen afuera por los ojos”, según describe Carmen Torrente en su libro “La superstición dice…”
Desde las gorgonas griegas y su mirada paralizante hasta los relatos celtas de hombres que dominaban caballos con sólo mirarlos, el mal de ojo atravesó prácticamente todas las culturas a lo largo de miles de años. Y con él, cada civilización creó sus propios amuletos de cuidado y defensa.
Como “antídoto”, los egipcios maquillaban el contorno de sus ojos con Kohl, un compuesto a base de antimonio que era preparado por los adivinos para los hombres; y, en cambio, por ellas mismas en el caso de las mujeres.
"En la antigua Roma -describe Torrente- los hechiceros profesionales especializados en mal de ojo eran contratados para ejercer sus sortilegios contra los enemigos de una persona".
En la Edad Media, como solía ser habitual, tener la mirada desviada o algún problema en la vista convertía a la persona en candidata a morir ahorcada o en la hoguera.
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En Asia Central, Grecia, Turquía y en la región oeste de China también se creía, y aún se cree en el ojeo y los temibles efectos de una mirada fuerte y "mala".
La “ojeadura” o "mal de ojos", que es un mal de carácter metafísico, presuntamente producido por la envidia o el odio de una persona a través de los ojos y que afecta a los más indefensos, tanto a los niños como a las personas demasiado sensibles, se presentan como terribles dolores de cabeza y en los bebes, ataques de llanto incontenibles.
Los rezos responden a que la cura del “ojeo” se experimenta como una forma más de “poner en acto” las creencias católicas.
De esta manera, está integrada a un conjunto de rituales devocionales pertenecientes al catolicismo, al menos, para la experiencia de los nativos. La fe católica no solo es un factor central dentro del proceso curativo, sino que también es a su vez, la fuente de su legitimidad.
Se constituye así en una de las herramientas simbólicas más eficaces para alejarse del estereotipo estigmatizado de los curanderos, quienes son tratados – por el discurso biomédico y, a su vez, por la matriz simbólica englobante- como estafadores, charlatanes o, en el mejor de los casos, simplemente ignorantes.
Por ello, se tendían relaciones entre las prácticas curativas populares, la religión católica y las terapias alternativas, entre muchas otras asociaciones que atraviesan este fenómeno, dotadas de mayor o menor tensión.
Se necesita saber solamente el primer y segundo nombre de la persona, concentrarse y pensar en ella si se la conoce, mientras se pronuncian las oraciones del caso.
Pitty, la Numeróloga, reveló en su cuenta de Instagram cómo hacerlo.
Más allá de la oración –que siempre es un pedido hacia la Virgen María, algún santo o al Espíritu Santo- todos los otros elementos que forman parte de la cura también remiten a símbolos judeo-cristianos.
El poder purificador del agua, y mejor aún, del agua bendita (Grau García, 2008; Idoyaga Molina, 2001).
La presencia del aceite, elemento de gran relevancia en la Biblia y central en uno de los sacramentos (“La unción de los enfermos”).
Hay al respecto un método, que consiste en verter en un plato hondo agua de la canilla y ponerle una cucharadita de aceite de cocina.
Si se hacen dos círculos con unos más pequeños dentro es mal de ojo, si se hace una burbuja pegada al plato es pesadez, con la misma oración, que se enseña en Navidad y también en Pascua.
La importancia del número tres –que remite a la Santísima Trinidad-, y la presencia de la señal de la cruz. Todos estos elementos podrían llevarnos a pensar en la cura del ojeo como un ritual exclusivamente católica.
Sin embargo, por la forma en que los sujetos entienden y dan sentido a esta práctica, se puede inferir que la curación del ojeo excede por mucho los límites del universo católico.
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Ciertos entramados simbólicos ligados a la “new age” y las terapias alternativas inciden asimismo en la apropiación de estos saberes.
Los adultos también pueden ser afectados por el mal de ojo. Los síntomas en los adultos tienden a ser más emocionales y psicológicos-