A diferencia de las tapas a rosca tradicionales, este invento incorporó un sobreborde troquelado adherido a la tapa. Tras uno o dos giros, dicho sobreborde se rompe y se desprende, lo que garantiza que el contenido de la botella no ha sido manipulado previamente.
A pesar de que muchos recuerdan el famoso comercial de 1999 protagonizado por Luis Machín para la marca Isenbeck ,donde se jugaba con la dificultad de pronunciar "tapa a rosca", pocos conocen que detrás de esa innovación hubo un aporte argentino que impactó a nivel global. Desde entonces, la tapa a rosca se convirtió en un estándar mundial, utilizada en millones de botellas y envases.
Aunque hoy parece un elemento menor, la tapa a rosca resolvió problemas clave como la protección del contenido, la facilidad de uso y la seguridad del consumidor. El diseño de invento permite abrir y cerrar un envase cuantas veces sea necesario, sin perder hermetismo ni higiene. Desde botellas de agua hasta frascos de medicamentos, su uso es universal.