Para probar su hipótesis, construyeron una réplica a escala real de 4.35 toneladas. Sorprendentemente, apenas 18 personas con tres cuerdas lograron moverla 100 metros en tan solo 40 minutos. La estatua avanzaba lentamente, balanceándose de un lado a otro, como si caminara. Este avance de la arqueología moderna cambió todo.
El método era elegante. Ataban cuerdas alrededor de la cabeza de la estatua y dos grupos de personas tiraban de ellas de forma alternada. Este movimiento rítmico generaba un balanceo que hacía que el moái se inclinara y girara un poco hacia adelante con cada tirón. Así, paso a paso, el gigante "caminaba" por la isla.
Las excavaciones arqueológicas en la isla de Pascua mostraron que los antiguos caminos tenían una forma cóncava. Esta curvatura sutil ayudaba a estabilizar las estatuas mientras se balanceaban, evitando que se cayeran hacia los costados. Eran rutas diseñadas específicamente para este ingenioso sistema de transporte.
La ciencia confirma las leyendas
Las tradiciones orales del pueblo Rapa Nui siempre hablaron de estatuas que "caminaban" por sí solas hasta su destino final. Durante mucho tiempo, los expertos consideraron estas historias como simples mitos. Ahora, este descubrimiento científico sugiere que esas leyendas describían un hecho real.
Esta nueva perspectiva honra la inteligencia de los antiguos habitantes de la isla. En lugar de verlos como una sociedad que agotó sus recursos, la arqueología los presenta como ingenieros innovadores que supieron aprovechar al máximo la física y el equilibrio para lograr hazañas monumentales.
Mucha gente cree que los moáis son solo cabezas gigantes, pero la realidad es otra. La mayoría tiene cuerpos completos que quedaron enterrados con el paso del tiempo. Cada detalle de la isla de Pascua ahora cuenta una historia de cooperación y conocimiento, en lugar de un misterio sin resolver.