A mí me pasan cosas insólitas. Cuando las cuento, no miento. Pero exagero como un pescador.
El día que me atacó un pericote
Las calles de Mendoza nunca aburren: una farmacia, un pericote y un héroe modesto con reflejos de futbolista brasileño
Las calles de Mendoza nunca aburren: una farmacia, un pericote y un héroe modesto con reflejos de futbolista brasileño
A mí me pasan cosas insólitas. Cuando las cuento, no miento. Pero exagero como un pescador.
Sin embargo, tiene que haber ocurrido algo que me permita exagerar. Y lo que me pasó esa mañana no fue muy común.
A eso de las 10 de un miércoles fui a retirar unos estudios médicos y comprar un remedio.
Al salir de la farmacia vi en la vereda del Paseo Pescara dos o tres chicas subidas a unas bancas de cemento gritando y con sus celulares prestos a filmar.
Una me advirtió que, dentro del negocio en el que trabajan, había un pericote.
Pasé y, dentro del local, vi a un hombre que, con una escoba, buscaba al roedor.
Estaba apurado, pero la curiosidad me hizo parar a ver la resolución de la escena.
Un escobazo en el piso anunció la salida de la rata que, en cuanto quedó frente las chicas subidas a las bancas, se asustó con sus gritos y cambió de dirección.
El rumbo elegido fue directo hacia mí. No es que venía más o menos donde estaba yo. Venía directo a mis piernas.
Escuché el chillido agudo, inconfundible de los pericotes asustados y furiosos.
En ese instante pasaron varias ideas por mi cabeza: peste bubónica, rabia, la frase de Moe "a ver señores, pantalones dentro de sus calcetines", cuando los roedores invadieron su bar.
Volví a meterme en situación para confirmar que el animal no tenía la más mínima intención de esquivarme y supe que debía hacer algo.
Recordé una ocasión en la que un fulano directamente pisó a un pericote y lo desvivió. Pero yo no tengo el valor para hacer eso.
Miré una vez más y el ratón gigante ya había saltado hacia mí. Volví a escuchar su agudo chillido.
El "tres dedos" que le pegué al pericote fue muy similar al de Roberto Carlos en "el gol imposible" que le hizo a Francia en 1997.
El ratón voló, golpeó contra un auto y cayó de espaldas. Dos segundos después se reincorporó y huyó a la vereda de enfrente.
Se detuvo justo entre las zapatillas de un pibe que miraba su celular y no lo vio.
Las chicas, todavía subidas a las bancas, le gritaron: "Tenés un pericote entre las piernas".
El pibe no supo cómo reaccionar, ya que nunca vio al ratón que, lentamente se escabulló y se perdió a través de una alcantarilla.