Con capacidad para setenta aeronaves, desde cazas hasta aviones de alerta temprana, la nueva joya naval de Pekín es menos un barco que un mensaje. Es una forma de demostrar que están presente y que se proyecta en todos los lugares del mundo.
El buque de última generación que China suma para desafiar el poderío naval: el primero con catapultas electromagnéticas
A diferencia del Liaoning y el Shandong, sus hermanos mayores pero más modestos, el buque Fujian abandona el tradicional trampolín de salto de esquí y adopta catapultas electromagnéticas al estilo estadounidense. La tecnología le permite lanzar aviones más pesados, más armados y con más combustible, un pequeño salto evolutivo que en términos militares es un terremoto. Hasta ahora, solo Estados Unidos dominaba ese tipo de sistema.
Los analistas coinciden en que con este portaaviones, China deja atrás la etapa de “modernización defensiva” y entra en el terreno de la proyección ofensiva, ese lenguaje de poder que se mide en kilómetros de alcance y en la cantidad de convoys que es capaz de escoltar. Para la prensa estatal china, el buque Fujian es un “hito”. Para los observadores en Taiwán, Japón y Washington, es un recordatorio de que las aguas del Pacífico son cada vez más estrechas.
El talón de Aquiles de este buque
Xi Jinping dejó claro sabe que un portaaviones no solo sirve para combatir, también sirve para ser visto. Para hacer diplomacia desde la cubierta, para mostrar músculo en mares donde las tensiones se cuentan por millas náuticas. China ha expandido su armada a un ritmo vertiginoso bajo el mandato de Xi, y ahora cuenta con más buques que cualquier otro país, lo que ejerce presión sobre EE.UU. y sus aliados.
Según Zona Militar la República Popular de China mantiene actualmente la armada más numerosa del mundo, con más de 370 buques y submarinos, según señala el propio Pentágono. Entre ellos se encuentran tres portaaviones, todos de propulsión convencional. El más reciente es el Fujian.
El buque Fujian, sin embargo, no es invencible. Funciona con motores diésel, necesita reabastecimiento frecuente y depende de una red de bases en el extranjero que China aún no posee. Frente a los once portaaviones nucleares estadounidenses, veteranos de guerras reales, la brecha sigue siendo notable. Pero el Pacífico no es estático, y el Fujian tampoco. Es el primer paso de una flota que se acelera, una pieza nueva en un tablero donde las distancias se achican y las ambiciones crecen.






