Reportaje en pandemia
Lusverti atiende el llamado de Diario UNO a poco de terminar un juicio a un abusador sexual. Al mismo tiempo, la Suprema Corte insiste con el llamado público a quienes quieran participar de la audiencia pública por la perpetua que dictó en el caso del asesinato de Giuliano.
Diario UNO propone hablar de la discusión jurídica que derivó de su decisión y el juez toma la palabra.
-Cuando me plantearon la inconstitucionalidad de la perpetua en ese caso, yo dije que ese argumento -de que puede transformarse realmente en perpetua, literalmente hablando- no puede esgrimirse cuando se impone la pena, al final del debate, como se hizo, sino más adelante cuando el condenado intente acceder a la libertad condicional y se produzca el agravio.
-¿Es afín a la prisión perpetua?
-He fijado varias condenas a prisión perpetua y siempre he pensado que el condenado tiene derecho a tener certidumbre de cuándo podrá acceder al beneficio de la libertad condicional.
-¿Por qué le parece válida la condena a perpetua?
-Interpreto que es una de las facultades que tiene el juez pero se contrapone a la idea de la pena con fines resocializadores, que también está prevista en los tratados.
-Ahí coincide con el juez (Eduardo) Martearena entonces…
-Sí, pero también es cierto que ese argumento no puede ser utilizado en abstracto sino sobre un caso concreto, no sobre una posibilidad.
-¿Qué sintió sobre los condenados a prisión perpetua en la previa de imponerles esa pena?
- Hay casos que generan mayor repulsión que otros. Hay algunos que son tan aberrantes que uno no tiende a pensar que esa persona va a pasar el resto de su vida en la Penitenciaría. Pero hay otros en que no tanto. En general, las perpetuas que impuse no me han generado ninguna clase de empatía con el imputado porque, en verdad, han sido hechos muy desagradables.
- ¿Alguna vez le resultó difícil condenar a alguien?
- A veces es más difícil imponer una pena de 5 años de prisión a una persona sin antecedentes penales que fijar una pena mucho mayor a alguien que sí tiene antecedentes, porque ese tiempo en prisión para el primero puede ser más dañino para él que para el otro.
El día a día
- ¿En Mendoza faltan investigadores que, además de resolver casos criminales, confeccionen los expedientes de manera tan sólida para que no fracasen en los juicios por fallas procesales o falta de pruebas?
-Entré el Poder Judicial en 2004, cuando la investigación pasó de la Policía a la Justicia. Tengo la impresión que ahora es mejor respecto de cuando estaba a cargo de la Policía en cuanto a la legalidad y las condiciones de instrucción. En todos estos años hubo una gran evolución sobre todo con el funcionamiento del Ministerio Público Fiscal.
-¿Cuántos años lleva trabajando en la Justicia provincial?
-Ingresé en 2004 como ayudante fiscal, fui fiscal desde 2008 y en 2013 juré como juez de sentencia en la Tercera Cámara del Crimen. Ocupé la vacante que había dejado el juez Pedro Funes.
-¿Viene de familia vinculada a la Justicia o al Derecho?
-No, mi mamá fue maestra de jardín de infantes y mi papá fue músico en la Orquesta Sinfónica: tocaba el clarinete. Mis hermanos son abogados y uno de ellos es juez laboralista en el Valle de Uco. (Se refiere a Mariano Lusverti, de la Cámara del Trabajo)
-¿Cuál fue el caso más impactante que le tocó enfrentar?
- Tomé la primera denuncia del nuevo Código Procesal Penal del Gran Mendoza. Era 1 de diciembre de 2004 y pocos días después, el 6 de diciembre, sucedió el descuartizamiento del interno de la Penitenciaría Sergio Salinas Ares, de 24 años. Ahí tuve que ir. Fue duro estar en esa escena del crimen y ver lo que vi pero había que hacerlo. También me impactó mucho el caso del turista de Nueva Zelanda que fue asesinado en el Parque San Martín en 2014. El hecho estuvo casi a punto de no ser resuelto, muy empantanado. Pero un peritaje que se hizo durante el juicio aclaró el caso y fue clave para dictar la condena. Terminó en perpetua.
-Tiene 46 años y ya acumula 12 años de magistrado. ¿Cuál es su idea: jubilarse a la edad que marca la ley -65 años- o seguir siendo juez hasta que el cuerpo y la mente digan basta más allá del paso de los años?
-Siempre pensé en retirarme a los 60 años, como decía la ley, porque, bueno ahora es a los 65. Cada vez me van corriendo más la edad jubilatoria (ríe)… Siempre me pareció espantoso quienes se quedan a morirse en el Poder Judicial e impiden protagonizar el recambio generacional a los más jóvenes.
Pedro Funes, su antecesor en el cargo, había compartido tribunal con otros dos magistrados de renombre: Francisco Spaltro (ya fallecido) y Omar Palermo, quien desde 2012 es ministro de la Suprema Corte de Justicia y dividió aguas en el máximo tribunal mendocino.
-¿Está más cerca de Palermo o Valerio al dictar sentencias? -pregunta UNO al juez Lusverti.
- (Sonríe) Depende. Algunas cosas me causan mayor empatía ideológica con uno que con otro y viceversa. Me llevo muy bien con los dos.
-¿Qué lo une a cada uno?
-De Palermo me gusta más su visión más moderna del Derecho Penal : mal interpretada y llamada garantista, y de José (Valerio ) me gusta que tiene una determinada visión de cómo deben ser los procesos, de cómo debe ser la Justicia y de cómo debe llevarse adelante una transformación que concreta, como ha hecho en estos últimos años.
-¿Qué opina de esa especie de River-Boca que protagonizan en la Corte y que afuera inquieta tanto porque suena a enfrentamiento permanente?
- Pienso que las situaciones en las que difieren son las que más salen a la luz porque detrás hay una cuestión que los excede como juristas: los partidos políticos a los que supuestamente pertenecen. Ahí es donde comienza el ruido porque en la práctica y la gestión judicial Palermo y Valerio están mucho más cerca de lo que se cree.
-¿Por ejemplo?
- Están de acuerdo en el juicio por jurado que impulsó Valerio y en la transformación de los procesos hacia la oralidad, entre otros temas. La diferencia de perspectiva del paradigma jurídico de cada uno me parece enriquecedor. Eso es positivo porque una Corte con uniformidad de criterios no tendría crecimiento.
Ficha técnica
El juez Lusverti está casado con la defensora oficial Graciela Cola.
Tienen dos hijos de 12 y 8 años.
El vice
Lusverti también es vicepresidente de la Asociación de Magistrados de Mendoza, que nuclea a más de 400 jueces, fiscales y defensores locales.
- ¿La gestión institucional que comenzó hace poco más de un año viene accidentada, no es así?
- Hubo muchas actividades que quedaron en suspenso por la pandemia. La asociación representa los intereses corporativos de los magistrados que este año han estado afectados por distintos hechos.
-¿Cuáles?
- En enero se congelaron los sueldos, después se desataron la pandemia y la reforma jubilatoria; también el pago de Ganancias para nuevos magistrados.
- ¿Y cómo hacen para surfear tanta crisis?
- Con la presidenta, Silvina Furlotti Moretti, la vamos llevando bien. Trabajamos todo lo posible, aun en medio de estas complicaciones.