Va el hombre en el tren. Por la ventanilla mira el paisaje de Cubelles, unos 50 kilómetros al sur de Barcelona. El aire está impregnado de Mediterráneo. El hombre salió hace un mes de Madrid y se detuvo en cada pueblo, en cada ciudad y se ha quedado enredado en esa zona, hablando con todos, tocando su guitarra para todos. En este momento, circunstancialmente, va en tren, pero siempre va pedaleando.
Te puede interesar: Con foto hot y mucho picante Jimena Barón le respondió al conductor que habló sobre su cola
Se llama Juan Efraín Ermili, tiene 31 años y es un hombre alto. Mide 1,95 y sus piernas son una buena palanca para la bicicleta. "Voy a ver dónde pasaré el invierno, porque seguro va a ser más complicado", dice.
Es sanrafaelino, sigue siéndolo a pesar que hace unos 6 años que comenzó a viajar por el mundo, por intervalos de 16 o 18 meses. "Pero siempre he vuelto a Mendoza. Allá tengo mis raíces, mi gente que quiero, que amo", afirma.
Cuenta que viaja "haciendo música, es mi manera de viajar. Es la herramienta que encontré para recorrer el mundo sin que me apremie tanto el tiempo y el dinero, generando recursos a medida que voy andando".
En su tierra es bastante conocido por su música. Ya tiene dos discos de estudio, Carbón y Una forma perfecta de olvidarse del tiempo y ha tocado solo y en una banda.
Ahora, mientras viaja en el tren, dice que esta vez "no sé hasta dónde llegaré…, hasta que me canse" y recuerda que todo comenzó hace unos 10 años, cuando cruzó la Cordillera con la banda Defecto Dominó y estuvieron tocando a la gorra.
Después otra vez Chile y un tiempo en Ecuador. Y luego, hace unos 4 años atrás, un recorrido por Sudamérica. "Chile, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y la parte amazónica de Brasil", detalla. Fueron 18 meses de viaje, 20.000 kilómetros pedaleando, cantando y tocando.
Expresa que viaja porque le apasiona hacerlo, pero también "porque soy músico, me gusta componer, y es muy difícil encontrar un espacio en el circuito que existe en Mendoza y Argentina. Es difícil encontrar un lugar que te permita tocar seguido y poder ganar dinero suficiente como para sostenerse. En cambio al viajar si puede tocando en cualquier lugar donde te encuentres. La gente se interesa más por lo que vos hacés, le interesa tu historia y contar lo que hacen ellos. Es un momento efímero, sin mucha planificación, llegás espontáneamente y encontrás un público que tiene muy buena respuesta. Me da mucha felicidad eso y haber adquirido un oficio con los años y poder tocar en tantos lugares".
El tren llega a la estación. Por el audio que llega desde Cataluña a Mendoza, parece ser una estación cerrada. Los ruidos retumban y la voz de Juan también.
"Viajando pasan cosas maravillosas y tremendas, todo en un mismo día. Llegar a una ciudad, que te preste una casa alguien que no conocés, que te digan ‘venga, acá tiene la llave, que te pregunten '¿ya almorzaste?' y se queden charlando contigo… Eso es maravilloso. Lo difícil quizás es la incertidumbre de cómo te va a ir ese día. Uno no sabe si llegará a un lugar y estará pasando algo, que no se pueda tocar. Pero, en general, toda funciona bastante bien por más que sea duro andar por ahí, trabajando en lugares que no conocés y sin saber lo qué te va a pasar. La vida en la casa tiene cosas bonitas, hay muchas formas de vivirla y esta que he elegido es una distinta", relata el viajero.
Cuenta que las relaciones en los viajes son más intensas. Quizás la brevedad ayude a eso. "Muchas personas aparecen, día a día, cuando estás viajando. Son desconocidos, pero vienen y se convierten en tu mejor amigo de la vida. Te brindan todo, aunque no te conozcan. Y eso es lo más hermoso que te puede pasar. Yo mantengo contacto con mucha gente. En Ecuador hay mucha gente muy querida, en Bolivia, una amiga muy querida en Perú que conocí en Madrid… Son gente que hace todo por vos por más que te conozcan poco", apunta.
Dice que en este viaje "no sé hasta dónde llegaré, creo que hasta que me canse. La zona donde estoy ahora es muy bonita, me gustó mucho. Hay algunos colegas de Mendoza y seguro compartiremos algunas experiencias por un par de meses".
Juan hace lo que la mayoría solo sueña: viajar constantemente, sin rumbo ni destino, viviendo al día y sin urgencias. La mayoría lo sueña, pero Juan lo concreta, día a día. Y se puede seguir su viaje y escuchar su música en las redes.
Hasta los 5 años, los niños solo quieren jugar. Un día, un adulto impiadoso les pregunta: "¿Qué vas a ser cuando seas grande?". De pronto el niño descubre que hay un futuro y que uno debe saber qué se quiere ser, qué se quiere hacer. Yo recuerdo ese momento, esa pregunta que no supe responder. Hasta ese instante mis planes, mis deseos, se reducían al chocolatín del kiosco de la esquina y a que mi padre no llegara muy cansado de trabajar y se sentara conmigo después de la cena a jugar al ajedrez. Cuando fui padre y mi hija mayor tenía 4 años, se despachó con un mortal: "Papá, ¿cómo se hace para ser feliz?". Yo improvisé una respuesta, algo así como "hay que estar con la gente que uno ama".
Ante la obligación de los adultos de lograr definiciones, uno debe pensar qué ser, qué hacer. Muchos habrán soñado con la vida de Juan y habrán dicho que serían músicos y recorrerían el mundo. Y Juan, el niño de antes y el de ahora, solo sueña con seguir andando en bicicleta y la guitarra al hombro. Eso se parece mucho a la felicidad.