La pregunta parece sencilla, pero la respuesta dista mucho de serlo. Mientras los humanos modernos —todos nosotros, miembros del Homo sapiens— aparecimos hace unos 300.000 años, nuestro árbol genealógico se extiende millones de años hacia atrás. La evolución humana, resulta, es mucho más intrincada de lo que imaginábamos. Y ahí es donde la cosa se complica.
Un rompecabezas para la evolución
Los científicos han identificado más de una docena de especies dentro del género Homo. Algunas, como el Homo erectus, vivieron durante casi dos millones de años y se extendieron por África, Asia y Europa. Otras apenas dejaron rastro en el registro fósil.
Pero, ¿cuál fue la primera? La respuesta oficial apunta al Homo habilis —el "hombre hábil"—, que habitó África entre 2,4 y 1,4 millones de años atrás. Era fabricante de herramientas, caminaba erguido y tenía un cerebro considerablemente más grande que sus antecesores.
Sin embargo, esta certeza se tambalea cuando aparecen nuevos hallazgos.
Tim D. White, paleoantropólogo de la Universidad de California Berkeley, lo explica de manera directa: "La evolución es un proceso continuo, pero las etiquetas que le ponemos son estáticas".
El problema es real. Los fósiles humanos primitivos son escasos y, muchas veces, fragmentarios. ¿Cómo distinguir entre una nueva especie y un ejemplar atípico de una ya conocida? La evolución, después de todo, no funciona con fechas exactas ni certificados de nacimiento.
La situación se vuelve aún más intrincante con el Homo rudolfensis. Este "otro candidato" al título de primer humano presenta características fascinantes: era físicamente más robusto que el H. habilis, tenía un cerebro más grande y rasgos faciales que lo acercaban más a nosotros.
Sus fósiles datan de la misma época —hasta 2,4 millones de años—, pero aquí surge otro inconveniente. Como reconoce el Museo Nacional de Historia Natural Smithsonian: "Solo existe un fósil realmente bueno de este Homo rudolfensis".
Pistas desde África
Rick Potts, quien dirige el programa de Orígenes Humanos del Instituto Smithsonian, maneja información que podría cambiar todo el panorama. Según reveló, existen fósiles africanos aún más antiguos que podrían pertenecer al género Homo.
Los más vetustos datan de 2,8 millones de años. El detalle: son apenas fragmentos. Algunos huesos de mandíbula, unos cuantos dientes. Insuficiente para establecer una nueva especie, pero lo bastante intrigante para mantener a los investigadores en vilo.
Un estudio de 2025 sumó más leña al fuego al encontrar dientes adicionales de 2,59 y 2,78 millones de años que podrían corresponder a esta misteriosa especie temprana.
La evolución humana probablemente comenzó con los Australopithecus —esos "simios del sur" que vivieron entre 4,4 y 1,4 millones de años atrás—. Lucy, la famosa hembra de Australopithecus afarensis descubierta en Etiopía en 1974, podría ser nuestra antecesora directa.
La diferencia clave entre ambos géneros radica en los dientes más pequeños y el cerebro relativamente más grande de los Homo, que les permitió desarrollar el uso sistemático de herramientas de piedra.
Pero White plantea una reflexión reveladora: "Si tuvieras una hembra Australopithecus, no habría un momento del parto en el que hubiera bautizado a su cría como Homo".
Efectivamente. El género Homo emergió gradualmente, en algún momento entre 2 y 3 millones de años atrás. Sin ceremonias, sin anuncios oficiales.
El misterio continúa
Resulta que la búsqueda de nuestros orígenes está lejos de terminar. Como admite Potts: "Hay muchísima expectativa, pero también gran incertidumbre, sobre intentar descubrir más acerca de los orígenes del género Homo".
La primera especie humana podría estar aún esperando ser descubierta, enterrada en algún yacimiento africano. O quizás ya la tenemos, pero los fragmentos son demasiado escasos para confirmarlo.
Lo cierto es que cada nuevo hallazgo reescribe nuestra historia. Y en paleontología, como en la vida, las respuestas simples suelen ser las más esquivas.





