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Claudia Crisafulli afirma: "Cada 6 meses renuevo mi ‘visa’ con los controles médicos que confirman que estoy libre de la enfermedad"
Claudia Crisafulli
“Y aquí estoy, libre de enfermedad. Aunque, como me gusta decir, renuevo mi ‘visa’ cada seis meses en mis controles médicos. Soy una sobreviviente del cáncer de mama que aprendió a trascender y, aunque suene a cliché, dejé de preguntarme por qué, y comencé a entender el cómo y el para qué”, reflexiona.
Y no duda en afirmar: “Mi lema es disfrutar, disfrutar y disfrutar. Celebro la vida cada día, sin anclarme en el pasado ni obsesionarme con el futuro”.
Su primer diálogo con la muerte
Aquel primer “diálogo con la muerte”, como define a su diagnóstico de 2014, fue solo el inicio de un proceso que Claudia aceptó sin dejarse vencer. Superó las 16 dosis de quimioterapia, las 33 sesiones de rayos y dos cirugías. En gran parte, asegura, lo logró gracias al apoyo incondicional de su esposo, hijos, amigos, médicos, y su inquebrantable fe en Dios.
“Era una mujer sana, me hacía controles anuales, y de repente mi mundo se puso patas arriba. En esto, no hay prevención, pero sí detección temprana, que es clave en cualquier proceso de recuperación”, señala.
Ahora, convertida casi en una experta en el tema, advierte: “El cáncer de mama detectado a tiempo es curable. Los controles mensuales de autopalpación y la visita anual al médico son fundamentales. No se reemplazan, se complementan”.
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Al centro, Claudia en pleno tratamiento y sin cabello, uno de los duros momentos de atravesar por el cáncer.
Claudia Crisafulli
Pese a su rigor en los controles ginecológicos, en 2018 apareció un tumor infiltrante con las mismas células malignas. Fue sometida a una mastectomía en su mama derecha y, por decisión propia, optó por extirparse también la mama izquierda para prevenir. Ambas intervenciones fueron acompañadas por la reconstrucción mamaria. Una vez más, Claudia enfrentó intensas sesiones de quimioterapia y la total pérdida de su cabello.
“En ese momento, mi pañuelo se convirtió en mucho más que un accesorio; se transformó en mi emblema, en un símbolo de salvación”, cuenta.
Pero el destino volvió a ponerla a prueba dos años después, en plena pandemia de Covid-19. Un control médico en 2020 reveló ganglios inflamados en su axila, lo que requirió otra cirugía para vaciar la cadena ganglionar. En esta ocasión, Claudia sorteó 33 radioterapias y un ciclo de 18 quimioterapias, que toleró mejor que las anteriores y no le causaron la caída del cabello.
“Fue entonces cuando comencé una nueva y hermosa etapa con la fisioterapia oncológica, de la mano de una gran profesional, Andrea Melendi, con quien formé un vínculo inquebrantable”, destaca.
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Mujeres Poderosas
Juntas lanzaron una iniciativa que ha tenido un impacto significativo en la provincia: “Mujeres Poderosas Mendoza”, un grupo de mujeres que transitan o han transitado el cáncer de mama, y que se conocieron en las sesiones de fisioterapia. El objetivo del grupo es brindar apoyo mutuo, compartir información, y realizar charlas de prevención. Muchos de estos temas se abordan en el reciente libro de Melendi, “Guía de fisioterapia oncológica”.
Claudia aclara: “Por supuesto, desde el primer momento tuve apoyo psicológico, una herramienta fundamental que aún hoy sigo utilizando”.
Aunque debe “rendir exámenes” médicos de manera regular, las tres experiencias que ha vivido le han enseñado a manejar la ansiedad y la preocupación. Asegura que su sanación no hubiera sido posible sin el amor genuino de su entorno: sus hijos, sus parejas, hermanos, cuñados, amigos, y una red de contención que la ayudó a abrir su corazón para recibir afecto.
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“Claro que también están la rabia, el enojo, las ganas de llorar y de bajar los brazos, todo eso es parte del proceso, pero hago un esfuerzo consciente por no perder el horizonte y aprender de lo vivido”, reflexiona.
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Durante esta década, Claudia comprendió la fragilidad del tiempo. En un abrir y cerrar de ojos, la vida puede cambiar, y entonces, toca enfocarse en sanar. “Sanar es un trabajo”, reitera.
Por eso vuelve a poner en valor el grupo Mujeres Poderosas, un espacio que siente como propio. “Todas estuvimos en el mismo lugar, por eso sabemos de qué hablamos y coincidimos en que el secreto no es solo ser resiliente, sino salir transformadas de esta experiencia”, asegura.
Cuando habla de gratitud, Claudia tiene una lista interminable. “A Dios, en primer lugar, el sostén de mi vida espiritual. Todos pasamos por momentos difíciles, pero en cada uno de ellos siento la mirada amorosa de Dios”, concluye.
Nada ha sido fácil, afirma, pero asegura que logró capitalizar cada una de las experiencias. Hoy, ya no se preocupa como antes. Ha descubierto la finitud de la vida y vive plenamente en el presente. No se anticipa al futuro y ha decidido ser feliz, disfrutando cada pequeño regalo que la vida le ofrece: el sol en su jardín, una comida en familia y, dentro de pocos meses, el esperado rol de abuela.
También asegura haber aprendido a redescubrirse en medio de los efectos colaterales del cáncer: la inflamación, la caída del cabello, las cejas, y la hinchazón.
“Me reconocí, me vi de otra manera, y me acepté. Y, por supuesto, hice el duelo con la mujer que dejé de ser”, concluye Claudia.