Análisis y opinión

Cinco niñas, un crimen y una Biblia ensangrentada: errores y absurdos del caso que sacudió a Mendoza

El caso de Valeria Suárez, sus hijas y el crimen del artista callejero César Rodas en Guaymallén ¿Cuántos organismos intervinieron alguna vez en esta familia?

¿Cómo se puede borrar una experiencia del horror más absoluto de la mente de un niño? ¿Cómo es posible que cinco niñas hayan vivido en una especie de basurero pasadas de hambre, frío, mugre y descuido, para luego ser arrasadas en su experiencia de vida por un crimen extremadamente cruento cometido por su propia madre?

Parte de la historia de marginalidad que envuelve el caso de la presa domiciliaria Valeria Suárez (40), sus hijas, sus inquilinos, su pareja y ex parejas, y el asesinato absolutamente macabro que cometió el miércoles pasado en Dorrego, ya se conoce. La idea de esta reconstrucción es iluminar las zonas grises de un sistema estatal, judicial, policial, escolar y de minoridad por donde se escurrió un caso patibulario en el que el muerto no fue la única víctima. Había niñas y una adolescente en el medio.

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Adriana Suarez, presa y madre de cinco niñas menores. Ahora, presunta asesina.

Adriana Suarez, presa y madre de cinco niñas menores. Ahora, presunta asesina.

Valeria vivía en Adolfo Calle 1978 de Dorrego, Guaymallén, con cinco de sus hijas, todas menores de edad. La mayor de ellas cumplió 15 años. Hay una más, de 21, que no convive en ese núcleo familiar y es aspirante en la Policía de Mendoza de acuerdo a un prolijo perfil publicado en este diario.

La mujer no era una vecina más. Cumplía prisión domiciliaria por una condena a seis años y diez meses de prisión luego de un robo violento que protagonizó el 14 de enero de 2019 junto al padre de sus cinco hijas menores. Terminaron presos y condenados luego de asaltar a dos adultos mayores en la calle Tropero Sosa, de Carrodilla.

El barrio en que empezaba a desatarse el drama es relativamente tranquilo. A dos cuadras de un par de escuelas privadas, cercana al centro de compras La Barraca y en medio de viviendas de tiempos y bolsillos mejores; la casa donde Valeria alquilaba desde hacía varios años -aunque no pagaba y por eso los vecinos hablaban de “usurpación”- es la que luce más desmejorada.

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La propiedad en Adolfo Calle 1978, en Dorrego, Guaymallén, donde ocurrió el asesinato.

La propiedad en Adolfo Calle 1978, en Dorrego, Guaymallén, donde ocurrió el asesinato.

Uno de los “rebusques” de Valeria era subalquilar piezas en el fondo de la casa. Desde hacía algo más de una semana, uno de sus inquilinos era César Darío Rodas (41). Un artista callejero sin antecedentes penales aunque la policía lo había identificado varias veces. Hacía de payaso en las esquinas. Dicen que era conocido o amigo de Valeria, y que le ayudaba a cuidar de las niñas en alguna ocasión.

En otra de las habitaciones posteriores de Adolfo Calle 1978 vive otro inquilino. Es el padre biológico de la hija mayor de Valeria y ex pareja de la mujer. Ocupa esa habitación con su actual esposa y dos hijos pequeños. No está claro si las relaciones entre toda esta “vecindad” eran armónicas. Los chismes de vecinas hablan de “conflictividad”, y que era frecuente ver a las niñas solas, desabrigadas, o descalzas; escuchar gritos, música alta de madrugada y algún que otro escándalo.

Valeria tenía la idea de que su inquilino nuevo había abusado de su hija menor. Junto a su pareja actual Marcelo “el Porteño” Altamirano -también con experiencia en robos, hurtos, asaltos, amenazas y lesiones- le habrían recriminado a los gritos a César Rodas por aquel supuesto abuso. Y empezó la pesadilla que -después del crimen- descorrió el velo sobre la situación de vulnerabilidad absoluta de esas niñas.

Un crimen macabro

La discusión entre Valeria junto a su novio “el porteño”, enfurecidos con César Rodas, se fue totalmente de control.

Rodas recibió en los pies el primer golpe que le asestaron con mucha violencia, con una pala de jardín. Debe haber sentido un dolor indecible. Cayó y detrás vino la primera paliza. Una tercera persona habría sido testigo del inicio de la agresión, pero se fue y por eso fue liberado ¿Había alguien más? Es motivo de investigación. ¿Las nenas vieron algo? Ese dato es reservado.

A Rodas lo torturaron a golpes y vejaciones durante cinco horas. Le pegaron con una manopla, con la pata maciza de madera de una cama y con una pala, hasta matarlo; aunque aún no estaría completo el informe forense para descubrir la causa exacta y hora de la muerte.

Durante el martirio de Rodas y después de que lo mataron, ocurrieron algunos hechos macabros. Lo habrían penetrado con una botella, por ejemplo. Ese envase de cerveza está secuestrado. Pero no está la parte del cuerpo que haría falta para corroborar ese dato. Se la habrían dado de comer a los perros de la casa junto a otros restos humanos, de acuerdo a fuentes policiales.

Rodas fue obligado a leer fragmentos de una Biblia mientras lo golpeaban. El ejemplar manchado de sangre fue incautado junto a otros elementos, según la reconstrucción que se pudo hacer sobre la base de algunos testimonios.

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César Darío Rodas. El artista callejero asesinado.

César Darío Rodas. El artista callejero asesinado.

Las escenas que siguieron podrían pertenecer a una saga del espanto. Valeria y su pareja metieron el cuerpo de Rodas bajo la misma cama en la que durmieron, y al día siguiente -el miércoles- lo desmembraron para deshacerse de él. No lo consiguieron del todo. No debe resultar sencillo trozar un cuerpo humano. Cerca de las seis de la tarde empezaron a quemarlo y un espeso humo blanco seguido de un olor acre inundó el barrio. Una vecina que habló con Radio Nihuil a través del móvil de Matías Pascualetti contó haber escuchado a esa hora una discusión muy fuerte entre Valeria Suárez y una de sus hijas.

En algún momento del miércoles, Valeria le habría enviado un mensaje con una foto de partes del cadáver a su ex pareja, que además tiene una restricción de acercamiento respecto de su ex mujer y sus hijas. El mensaje decía algo así como “Tengo acá el cuerpo de un tipo que se equivocó con una de las nenas, hice lo que tenía que hacer”. El padre de las chicas mandó a un hermano a averiguar, y fue este hombre quien avisó a la Policía en la Comisaría 44.

Los investigadores pudieron entrar recién pasadas las once de la noche del miércoles, después de que les autorizaron un allanamiento. Encontraron una escena horrorosa. Parte del torso de Rodas estaba dentro de un hogar donde intentaron prenderle fuego. No hubo parrilla. Eso ocurrió dentro de una sala que Valeria y su pareja usaban como habitación. La cabeza de su víctima estaba aparte, dentro de una bolsa plástica. Del resto del cuerpo no hubo noticias.

Valeria y su pareja “El porteño” fueron detenidos junto a otro hombre que después fue liberado. Las niñas y su hermana adolescente aún están internadas en el Hospital Ramón Carrillo, de Las Heras.

Los agujeros negros del sistema

Una cantidad importante de organismos y funcionarios intervinieron en algún momento en el caso de Valeria Suárez y sus hijas, desde 2018 hasta ahora. Pero nadie “vio” lo que pasaba: un contexto de absoluta vulnerabilidad para cinco criaturas. “Estaban sucias, desabrigadas, con hambre, y hacía dos meses que no iban a la escuela”, relató una fuente. Una vecina le contó a nuestro periodista Matías Pascualetti que solían ver a las chicas “descalzas” o solas a cualquier hora.

Dentro de la vivienda, ya precaria, las niñas vivían en un ambiente de basura, suciedad, y heces de los perros que se apilaban hasta casi un metro de alto.

¿Nadie vio todo eso, nunca?

Un juez penal colegiado, los auxiliares, el Ministerio Público Fiscal, la Defensoría Pública, las Asesorías de Niños, Niñas, Adolescentes y Personas con Capacidad Restringida, el ETI de Guaymallén que está en la órbita de la Dirección y Protección y Restitución de Derechos, que a su vez depende del Ministerio de Educación, Cultura, Infancias y DGE de Mendoza, el Servicio Penitenciario, la propia DGE, las escuelas a las que asistían las niñas… y hasta los vecinos del barrio que no denunciaban lo que veían. Todo conspiró para que aún en medio de una cantidad importante de funcionarios, empleados, asistentes, testigos, cinco niñas vivieran en la más absoluta desprotección, hasta que su madre, convicta de un robo agravado, descuartizó y “asó” a un hombre porque creía que había violado a una de las nenas.

Ahora las chicas están a salvo y el Estado busca dónde establecerlas. Su padre biológico -que cumplió la condena por el robo de 2019- habría pedido por ellas. Pero tenía una restricción de acercamiento. Habría otros familiares dando vueltas.

Para entender la falla en la matriz del sistema, hay que intentar reconstruir el camino administrativo y judicial de este caso.

Valeria, la asaltante

Valeria Suárez fue detenida dos días después de un asalto domiciliario ocurrido el 14 de enero de 2019 en Carrodilla. Fue condenada. Para ella era la segunda vez. En 2012 había purgado unos años por otro robo y también había estado presa en un domicilio, primero en Luján de Cuyo y luego en Las Heras.

Pasó un año y cuatro meses presa en una cárcel provincial, bajo el Régimen Abierto de Mujeres. Es el que permite a las presas tener consigo a sus hijos e hijas menores de cinco años.

El 8 de mayo de 2020 y cuando transcurrían los primeros meses de la pandemia de covid-19, el juez del Tribunal Penal Colegiado Número 1 Sebastián Sarmiento le otorgó la prisión domiciliaria. A esta altura, además de la fama de garantista del juez -lo que le ha valido críticas serias desde el Gobierno y un pedido de jury- cabría agregarle una cuota de desgracias: tres personas a las que Sarmiento otorgó beneficios carcelarios cometieron luego sendos asesinatos: las muertes del comerciante Héctor Quiroga en Russell, Maipú, en 2019; la del policía Héctor Pelayes el año pasado y ahora el descuartizamiento de César Rodas tuvieron ese rasgo común. Los primeros dos casos ya forman parte de un pedido de jury de enjuiciamiento presentado por una hija de Pelayes y tramitado por el diputado radical Federico Ambrosini.

Pero no puede achacarse al juez Sarmiento toda la responsabilidad en esta colección de desaciertos. Hay más actores.

La prisión domiciliaria y el juez Sarmiento

Es muy probable que cualquier juez habría otorgado prisión domiciliaria a Valeria Suárez en ese 2020 atravesado por el coronavirus. No había muchos jueces a disposición para trabajar. Hasta en el gobierno donde no lo quieren, admiten que Sarmiento trabaja y mucho. Resolvió una gran mayoría de casos de ejecución penal durante la pandemia, y eso también fue motivo de polémica por la selección de casos y jueces. Como sea, Suárez tenía cinco hijas menores a cargo, la menor de ellas de apenas un año. El problema es todo lo que ocurrió después ¿Debió el juez revocarle la prisión domiciliaria en algún momento de estos cinco años?

Valeria no era una presa “prolija”. Estuvo monitoreada por un sistema de GPS hasta que pudieron colocarle una pulsera electrónica. Es el mismo dispositivo que ahora tiene puesto una condenada famosa: Cristina Fernández de Kirchner. Estas tobilleras son las que envían una señal cuando la persona que cumple prisión domiciliaria viola el perímetro que estableció el juez.

En la resolución de Sarmiento -que circuló mucho en la política desde el día del crimen- el juez ordenó la prohibición de abandonar el domicilio para la presa, salvo las “obligaciones educativas y de salud” de sus hijas, o de circunstancias extraordinarias, urgencias o emergencias que debían informarse. También ordenó la colocación del dispositivo electrónico de control y le dictó al Ministerio de Seguridad la orden de monitorear a Valeria Suárez a través de la Dirección de Promoción del Liberado, con visitas quincenales de las que se debían realizar informes al Tribunal. En esa audiencia no estuvo la Asesoría de Menores. Parece que era habitual en pandemia este tipo de ausencias, pero luego tomaban “vista” de cada caso ¿Se hizo en este expediente? En la Justicia dicen que sí.

Pero tal parece que mantener a Suárez presa en el domicilio fue un problema.

Un trabajo de la periodista de Diario Uno y Radio Nihuil, Soledad Segade, mostró imágenes de la convicta en la puerta de su casa, saliendo con botellas, yendo y viniendo con un hombre. Aunque parezca increíble, esas imágenes fueron registradas por Google Street View en junio del año pasado y están a disposición de cualquiera que busque la dirección de Adolfo Calle al 1978. Según una fuente del caso, estas pruebas eran suficientes para revocar la prisión domiciliaria a Suárez. Pero nunca nadie las descubrió antes ni las envió al tribunal.

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Una de las imágenes de Google Maps que muestran a Valeria Suarez fuera del perímetro de su tobillera.

Una de las imágenes de Google Maps que muestran a Valeria Suarez fuera del perímetro de su tobillera.

En la Unidad de Control de las Personas Privadas de Libertad, en la calle Boulogne Sur Mer de Capital, recibían frecuentes reportes de salidas “extra” de Valeria Suárez. Siete, nueve, diez minutos como máximo cada vez. Al punto que en 2022 el Ministerio Público Fiscal habría pedido una audiencia para revocarle la prisión domiciliaria, y luego los mismos fiscales habrían desistido, por razones que no trascendieron.

Sin embargo, sí se registró una salida que se informó al tribunal, de acuerdo a una fuente oficial. El lunes a la madrugada, un día antes del asesinato, Valeria Suárez estuvo más de tres horas fuera de su casa. Desde las 00:34 hasta las 03:19. A las 02:05 de la mañana mandaron un móvil policial a su casa. Atendió una de las hijas, que no sabía dónde estaba su madre. Cuando lograron interrogarla, Valeria sólo dijo que había ido a casa de una hermana por un “problema personal”.

El martes a las 10:27 de la mañana, el Ministerio de Seguridad envió este informe al Tribunal Penal Colegiado Nro 1. Pero algo pasó, que no hubo ese día ningún procedimiento para revocar de inmediato la prisión domiciliaria de Valeria Suárez, que esa noche cometió un crimen atroz junto a otro hombre y probablemente una tercera persona.

El monitoreo quincenal

El dictado de domiciliaria que le dieron en 2020 indicaba que el Ministerio de Seguridad debía monitorear a la presa cada 15 días y enviar los informes al Tribunal ¿Eso se hizo? Sí. Prolijamente. Los informes están en el legajo del caso. El último tiene fecha del viernes 13 de junio, nueve días atrás. Indicaba el contexto de pobreza extrema de ese hogar ¿Quién lee estos informes, si es que ello ocurre? Los auxiliares que trabajan en los juzgados.

El Estado como tal tuvo otras oportunidades de intervenir. El Equipo Técnico Interdisciplinario de Guaymallén abrió un expediente de esta familia en 2019, cuando hubo que resolver el destino de las niñas con su madre presa. Fueron a dar a la casa de una abuela. También habían intervenido cuando la mujer denunció a su ex pareja por violencia de género. El problema es que el ETI no actúa de oficio, lo hacen ante una denuncia. Tampoco vigilan una situación “a perpetuidad”. Cuando las situaciones terminan o se resuelven los casos se archivan, y a otra cosa.

Lo explicó el viernes en nuestro programa “No Tenés Cara” la responsable de la Dirección de Protección y Restitución de Derechos del Ministerio de Educación, Cultura, Infancias y DGE, Jessica Benítez. Pero admitió defectos en el flujo de información respecto de la situación de las niñas y adolescentes de la familia. “La escuela no avisó. Hay fallas”, afirmó más tarde en la entrevista.

En la Dirección de Escuelas han estado preparando un informe para determinar el ausentismo de las niñas a las escuelas a las que asistían, y si debía o no intervenir el programa PODES (Protección y Orientación del Derecho a la Escolaridad), que revincula a los alumnos de largas ausencias. Este programa es interministerial. Pero sólo tomarían parte cuando las inasistencias superan los 15 días. Fuentes del caso informaron que las niñas llevaban dos meses faltando con asiduidad. Habrá que ver la documentación, y qué explican sus maestras y directoras.

Valeria Suárez y “el porteño” Altamirano están detenidos en ESTRADA, la Estación Transitoria de Admisión a los establecimientos penitenciarios. Afrontarán una imputación gravísima, la de homicidio agravado por ensañamiento. Las cinco nenas están en el Hospital Carrillo en condición de internadas, en buen estado general. Y ahora sobrevendrá una discusión sobre con quién deberán estar ¿Volverán a otorgarle domiciliaria a Valeria Suárez? Difícil.

La última noticia del caso agregó una cuota de absurdo al crimen, descuartizamiento y quema de parte del cuerpo de César Rodas. Afortunadamente, los peritajes sobre las cinco niñas demostraron que no hay sobre ellas signos de abuso físico. Resta esperar por las pruebas psicológicas, que nos remiten a la primera pregunta:

-¿Cómo se puede borrar una experiencia del horror más absoluto de la mente de un niño?

(Nota del autor: si sos testigo o víctima o conocés casos de abuso o maltrato infantil, llamá al 102. Es un centro de atención telefónica de escucha anónima confidencial y gratuita a niños, niñas y adolescentes y a la comunidad en general. Se brinda asesoramiento y orientación ante situaciones de vulneración de derechos de niños, niñas y adolescentes).