No hay tristeza en la verdad. La verdad es irremediable y no carga con culpas por eso. Simplemente, es así. Lo ha confirmado hasta la propia Poesía y lo han difundido los juglares.
No hay tristeza en la verdad. La verdad es irremediable y no carga con culpas por eso. Simplemente, es así. Lo ha confirmado hasta la propia Poesía y lo han difundido los juglares.
La verdad no arruga. Se planta ante nosotros y nos mira como diciendo: es lo que hay, macho.
Algunos que detestan a Javier Milei podrán insultar a la luna; otros acudirán a la ornitología para mandar a los votantes a revisar no sabemos qué parte de la lora, o se meterán con aspectos íntimos de algunas hermanas de los sufragantes.
Y estarán, claro, los que se sentirán como ante un primer amor, ilusionados, y con la idea de que la decisión popular ha hecho justicia. La casta política ha sido licenciada por un tiempo, se dirán, quizás equivocados, porque Milei será minoría en el Congreso nacional y no tendrá gobernadores propios.
Cuando Aristóteles dijo hace una pila de años que "la única verdad es la realidad" no estaba trabajando para una consultora. El tipo se había roto el coco para llegar a esa síntesis. Y no la puso a consideración de ningún focus group para que le diera el okey. Sabía de qué hablaba.
La verdad, la poderosa y rotunda verdad de este domingo de noviembre, es una sola: Javier Milei es el nuevo Presidente de la Nación Argentina por decisión mayoritaria de la ciudadanía.
Y no ganó por un punto. Triunfó con soltura, por 11 puntos. A la parte de la tribuna que se siente ganadora le gusta usar palabras impiadosas, como paliza; y a los guarangos, otras de tipo sexual, maradonianas.
En la primera vuelta presidencial Milei le ganó a Juntos por el Cambio, que, se suponía, era el tipo de liberalismo republicano que aceptaba la clase media argentina. Y ahora, al peronismo, que iba a corporizar el poskirchnerismo representado por Sergio Massa.
Milei dejó el plumerío en la política clásica y lo hizo con un partido que se empezó a pergeñar hace dos años. Lo obtuvo pese a todos los temores que, con justa razón, despierta este personaje que se vendió como ultra, que lo es, pero que la realidad ha empezado a bajarle el copete. Se cumple otra vez el teorema de Baglini. El acercamiento al poder les modera la lengua a los políticos encabritados.
Si lo que pasó este domingo a la noche no es un sismo de grado 7 u 8 en la política argentina, dígame usted, lector, ¿qué es? Nos levantamos y desayunamos en un país, la Argentina, y cenamos y nos acostamos en otro, Carajo Valley.
Cuando decimos que este domingo los votantes nos han zampado una verdad poderosa, estamos afirmando que el pueblo le ha reconocido a Milei la capacidad para mandar e influir sobre otros, dentro, claro, de un sistema democrático republicano, que eso es lo que todos esperamos que el libertario ratifique que va a respetar.
Cuando afirmamos que ha sido un hecho rotundo, estamos hablando de algo preciso y terminante. Milei Presidente es un dato fortísimo de la realidad, Si nos gusta o no, es algo accesorio. Hay una verdad de base que no va a cambiar por cuatro años.
Ahora lo importante, lo necesario, lo indispensable es, primero, respetar la decisión popular, darle changüí al nuevo gobierno para que se instale y comience a actuar, apoyar lo sensato que realice y debatir o cuestionar lo que la ciudadanía crea perjudicial para el país o para la cultura democrática que hemos armado en estos 40 años de democracia reconquistada.
La Argentina ha logrado convivir con dos hiperinflaciones, la debacle de 2001, la alocada macroeconomía actual, una inflación que nos ha hecho más pobres, y hasta un Gobierno -el actual- de doble comando, y lo ha hecho dentro de un sistema democrático y republicano.
¡Es el sistema, brother! Por eso, junto con el respeto por la voluntad popular, los argentinos debemos resguardar el sistema, que es el que nos ha permitido capear las torpezas de gestión de una clase política que no termina de entender que las cosas han cambiado de una manera brutal.
No es fácil "leer"a un país donde las provincias eligen un gobernador de un signo político y a otro muy distinto para dirigir la Nación, y donde los municipios se permiten la libertad de apelar a terceras opciones. Algo está pasando en una república donde los jóvenes solían comenzar su experiencia electoral votando a candidatos de izquierda y que ahora arrancan favoreciendo a un derechista, algo que también se registra en obreros que han roto lazos con el peronismo.
Bienvenido entonces, lector/a, a lo extraño, a lo incierto, a nuevos cimbronazos políticos. Trate de no pelearse con la verdad. Ella se muestra como es. Supérela con carácter.