El capitalino Ulpiano Suarez intenta que lo suyo no quede envuelto en alharacas, aunque parece saber que tiene que estar en el candelero sin ser pesado ni farolero. Es un radical sui generis que sobresale por su constancia en el ejercicio político. Arma y rearma ese andamiaje mental que lo podría instalar en el futuro como posible figura de recambio, ascender a las grandes ligas y estar en las principales marquesinas.
Es conocedor -al mismo tiempo- de que a la ciudadanía no le gusta que, a esta altura de las cosas y con el país tratando de salir del embrollo populista, empiecen a aparecer posibles candidatos para cosas que van a suceder dentro de tres años y medio. Es faltarle el respeto a la gente.
Sin embargo es más que evidente que en estos meses Ulpiano ha hecho oír su voz y que ha marcado con elegancia algunas diferencias de estilo tanto del saliente gobernador, su tío Rodolfo Suarez, como con el "nuevo" Alfredo Cornejo.
Lo favorece para hacerse conocido el hecho de conducir una Ciudad con ciertas características rumbosas, como que Mendoza es una de las Capitales Mundiales del Vino y sede de una de las fiestas populares más conocidas en el mundo, la Vendimia, además de ser la Ciudad de referencia de quienes vienen de todo el orbe a escalar el Aconcagua.
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Edad crucial
Ulpiano Suarez está casado y tiene dos hijos. Porta 53 años, una edad que para los políticos que quieren ir "a por más" es crucial. A los 24 años se recibió de abogado en la Universidad de Mendoza. Su principal carrera política la cumplió en el municipio de Ciudad. De esa cantera salieron tres funcionarios que llegaron a ser gobernadores: Roberto Iglesias tenía 48 años cuando asumió como gobernador; Julio Cobos también 48; y Rodolfo Suarez, 56.
El abuelo y el padre del intendente que nos ocupa tenían su mismo nombre de pila. Los Suarez de San Carlos componen un familión muy conocido donde la política es como un hilo conductor. Además de ese metejón por la cosa pública, a este Ulpiano le apasiona practicar deportes. Atildado, de barba y pelo siempre cuidado, alto y delgado, pone empeño en burilar ese tipo de características.
Ulpiano Suarez tiene el problema de miles de dirigentes radicales que han puesto en "modo espera" la situación interna de la UCR para tratar de aportar oxígeno crítico a la gestión del ultralibertario Javier Milei. Se supone que una vez repuesta la macroeconomía y que el país se consolide en una senda no populista, podrían los partidos tradicionales empezar a definir su propia agenda.
Lleno de preguntas
¿Los radicales volverán a la senda de las coaliciones? ¿Qué tipo de alianza podría llegar a armar "el radicalismo de los gobernadores"? ¿Qué llegada tendrá Martín Lousteau, titular de la UCR nacional, con su discurso que pide ir a un choque con Milei? ¿La relación de la UCR con los seguidores de Macri y de Bullrich quedó rota? ¿El PRO no macrista de Rodríguez Larreta será ahora el nuevo socio de los radicales? ¿Los acuerdos que puedan hacer son sólo de tipo legislativo? Todas esas son algunas de las preguntas que no tienen por ahora respuestas certeras.
Lo concreto es que Ulpiano Suarez busca -a escala, claro- empezar a sentar precedentes y presencia. Sabe que hasta que Javier MIlei no se asiente política y económicamente eso va a ser bastante difícil y hasta improductivo porque el interés de la mayor parte de la gente está en poder llegar a fin de mes.
Si los intendentes no la tienen fácil, basta imaginar lo que la situación actual comporta para los gobernadores. Si alguna vez Cornejo soñó con que su segunda gobernación iba a ser la posibilidad de concretar lo que no pudo en la primera, eso hay que ponerlo entre signos de pregunta.. Quizás el actual mandatario tenga más posibilidades de lograr en su gestión lo que Rodolfo Suarez no pudo en materia minera.
Hoy la política, tanto a nivel nacional como provincial, gira alrededor del libertario. Y el entramado político es como un artefacto de relojería donde todo tiene que estar en su lugar para que la máquina nos dé la hora. Nos falta llegar a eso, pero mientras tanto los políticos pueden hacer pequeños movimientos, presentar señales, que es lo que estaríamos viendo en Ulpiano.
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