El debate es la mejor instancia para que los candidatos contrasten sus ideas y su visión del país y –eventualmente- sus propuestas concretas para el futuro. Hay distintas maneras de encarar y lograr ese contraste, aunque la manera más pura es que se puedan enfrentar entre ellos sin mediaciones, sin terceros que opinen o intervengan. No es tiempo de escuchar periodistas sino de escuchar a los candidatos.


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“Se ponen el casette”, "no contestan lo que la gente quiere”, “mienten y nadie les puede retrucar”, “Apenas tienen 14 minutos cada uno para hablar de todos los temas”. Y sí, es el formato del debate. Hay otras instancias –la entrevista periodística, por ejemplo- para que los candidatos polemicen con la prensa; hay cinco candidatos que recorrieron todos los medios planteando sus puntos de vista y uno –el presidente- que por ahora no dio entrevistas en TV.

Cada candidato tiene en total apenas 14 minutos para hablar de los 4 temas elegidos más presentaciones y cierres. Dura dos horas y cuarto, incluyendo cortes. Ampliar tiempo para que expongan los periodistas implicaría restarle tiempo a los eventuales cruces entre los candidatos. ¿Se podría dar tiempo de discusión libre para que se interrumpan entre sí? Es lo ideal, pero muy difícil siendo 6; ¿Se podría dar un espacio para que se pregunten entre ellos? Sí, hubiera sido ideal y posible pero los candidatos no quisieron, a excepción de la izquierda.

También hubiera sido bueno que los presentadores pudieran explicar brevemente el tema a discutir. Tampoco hubo acuerdo en eso: para unos, por ejemplo, el problema de la economía es el déficit; para otros, es el estancamiento económico. No había forma de formular el tema sin que uno de los dos se enoje.

Pero es el debate posible en un país imposible; en que nunca hubo debates. En la medida que se avance en esta tradición (si es que se avanza) se podrá innovar en otros formatos: periodistas preguntando, el público preguntando, preguntas y respuestas cruzadas…

Llega el segundo debate y el desafío que tienen los candidatos es todavía mayor. Porque ahora la gente va a prestar atención a cosas que la primera vez no prestó. Eso obligaría a repensar ciertas estrategias para no repetir los errores del debate anterior o para reestructurar discursos en función de las nuevas estrategias que puedan tener el resto de los competidores.

Sin dudas, el mayor cambio de estrategia se verá en el equipo de Roberto Lavagna. La evaluación sobre el desempeño del candidato puertas adentro fue muy negativa. Incluso el propio Lavagna reconoció en el coloquio de Idea: "Mi manejo de cámara no es precisamente.... (risas y aplausos)… Sería terrible que no lo reconociera. Seguiré diciendo cosas aburridas como la del hambre o la ciencia y tecnología. Y bueno, si eso es aburrido, soy aburrido". Sus asesores prometen que esta vez estará más picante.

En el bunker de Alberto Fernández están chochos con el desempeño de su jefe. La celebración en “bambalinas” el último domingo fue a todo trapo y con muchos cantos. Aunque en los últimos días hubo alguna reflexión en torno al tono (¿agresivo? ¿pedante?) que ostentó contra Macri. En principio no habrá cambios pero…

En el Gobierno están satisfechos con cómo se manejó Macri y van a profundizar la estrategia. Al principio hubo algunas dudas, pero finalmente el recurso del “dedito acusador” se impuso. Creen que esa fue una batalla ganada.

En Juntos por el Cambio siguen existiendo dos visiones de lo que puede pasar la semana que viene en las elecciones. Hay quienes todavía están esperanzados: insisten que la fiscalización fue “gravemente defectuosa” en las PASO y que con eso pueden recuperar “3 o 4 puntos”. Sumado a los votos de aquellos que no fueron a votar sería una masa crítica que los pondría a tiro del balotaje. Claro, dan por supuesto que todos ellos los votarían. Fue el discurso que circuló entre los más duros en el Coloquio de Idea de Mar del Plata, cada vez que algún empresario se acercaba a darles el pésame.

Otros funcionarios, en cambio, mucho más realistas están pensando en el 28 de octubre y en que las elecciones se desarrollen en paz, sin denuncias y con un recuento rápido. La grieta de Cambiemos se vivió en el coloquio. En el medio, el vidalismo en pleno, oscilaba entre la necesidad de sostenerse en campaña y la búsqueda de trabajo en el sector privado. Todos coinciden en que van a seguir respondiendo a “la jefa”.

Aunque las cartas parecieran estar echadas, algo más se dejó entrever en política en el Coloquio de Idea, donde confluyen los máximos empresarios de la argentina con dirigentes políticos, sociales y sindicales. A lo largo de los 3 días pasaron 3 de los principales dirigentes de Cambiemos: María Eugenia Vidal, Gerardo Morales y el mendocino Rodolfo Suarez, sucesor de Cornejo.

Vidal dijo que seguirá trabajando por la provincia de Buenos Aires y que su trabajo no se limita a una elección; Morales y Suarez ratificaron que el espacio seguirá junto después del 28 de octubre (“aunque habrá que rediscutir el rol del radicalismo”, dijo uno de ellos en off).

De confirmarse la tendencia la Argentina volvería al virtual bipartidismo que alguna vez supo tener. Aunque para las elecciones falta una semana; y eso en la Argentina es mucho tiempo.