Análisis y opinión

Los discursos del 1 de mayo en Mendoza y sus lazos ocultos con el teatro japonés del medioevo

Todos los años, un gobernador visita la Legislatura y hace un balance de su gestión. La oposición responde y los periodistas escriben o hablan. Pero no por trillado el libreto deja de tener sus encantos

A los mendocinos les gustan los rituales. La reina de la Vendimia, el elogio del vino -aunque en general no se sepa mucho de vinos- y el discurso del gobernador el 1 de mayo. Rituales: todos saben más o menos lo que va a pasar, pero hacen como si no supieran, cumplen su rol y a lo mejor hasta lo gozan.

Visto desde afuera tiene un aire exótico. Un hombre investido de autoridad llega -ha hecho pis antes de salir de su casa, como todo el mundo-, se planta ante otros que son policías, los saluda con voz varonil y luego entra con paso firme en la Legislatura, donde departirá largamente sobre cosas que intentará hacer pero todavía no son seguras.

¿Qué sentido profundo tiene eso? Quien escribe estas líneas lo ignora. Sin embargo toda la situación recuerda a un pequeño escandalete vinculado al teatro japonés. Parece absurdo, sí. Pero no lo es.

El 15 de agosto de 1975, el periodista Enrique Raab publicó en el diario La Opinión su análisis de "Constancia", una obra que protagonizaba en calle Corrientes la por entonces ya madura Mirtha Legrand.

Raab comparó esa puesta con el arte dramático japonés durante la era del clan Minamoto (siglo XII). En esa época fue furor un teatro callejero en el que las actrices se mostraban y decían cosas, aunque en el fondo lo que dijeran no era el eje de las escenas: los espectadores disfrutaban de simplemente de verlas ahí.

Raab explicó que se trataba de "un teatro gestual, sin más sentido racional que el mero ejercicio de la grafía física (...). La mujer se sentaba en medio del escenario, simulaba tomar el té o un vaso de sake, se abanicaba, recibía a las amigas (...) y producía rápidos gestos con las manos, los antebrazos, las piernas y el cuello".

Agregaba Raab que expertos occidentales, como Emile Dujois, veían en esa invención oriental "una clara tentativa de conjurar, mediante el vértigo de los gestos, una vieja angustia de la Humanidad: el horror al vacío".

Y es más o menos lo que pasa en Mendoza, cada 1 de mayo, con los discursos de los gobernadores cualquiera sea su signo político. No es del todo lógico que la costumbre les exija -incluso en épocas de pandemia- leer parrafadas interminables ante los legisladores.

Pero si no lo hicieran, todos nos sentiríamos raros. Es como en las escenas de aquel teatro japonés, donde lo que importaba era el gesto. La presencia.

Por cierto: en la madrugada del 16 de abril de 1977 -menos de dos años después de aquel artículo sobre Mirtha- Enrique Raab fue secuestrado por un grupo de tareas de la dictadura. Hasta el día de hoy se encuentra desaparecido.

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Enrique Raab nació en Viena en 1932 y tuvo que huir del nazismo. Desapareció el 16 de abril de 1977 en Buenos Aires.

Enrique Raab nació en Viena en 1932 y tuvo que huir del nazismo. Desapareció el 16 de abril de 1977 en Buenos Aires.

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