Recambio institucional

El radicalismo recupera los cargos más altos de la Corte mendocina

La Sala Tercera, que maneja el personal y el presupuesto, estará integrada desde el miércoles por Dalmiro Garay, Pedro Llorente y José Valerio

Tres supremos claramente identificados con la Unión Cívica Radical estarán al frente, desde este miércoles, del organismo habilitado por ley para disponer de los recursos técnicos, humanos y económicos del Poder Judicial de Mendoza: la Sala Tercera de la Suprema Corte de Justicia.

Se trata de Dalmiro Garay, Pedro Llorente y José Valerio, presidentes de la Corte y de las Salas Primera y Segunda, estos dos últimos a cargo de los asuntos civiles y penales respectivamente.

Durante el último año, la Sala Tercera -también llamada Sala Administrativa- había estado integrada por una mayoría peronista conformada por los supremos Julio Ramón Gómez y Omar Palermo bajo la presidencia del radical Garay, quien se hizo cargo en julio de este año como consecuencia de la súbita renuncia de Jorge Nanclares.

Dice la ley provincial 4969 sancionada en 1984 que, para funcionar, la Suprema Corte de Justicia se divide en tres salas: Primera, Segunda y Tercera y que ésta útima tiene diversas atribuciones.

Entre otras: "Pasar anualmente a la Legislatura y Poder Ejecutivo una memoria sobre el movimiento y estado de la administración de justicia y proponer proyectos de reforma de procedimientos y organización, como así, proponer al Ejecutivo el presupuesto anual de gastos".

Un año con escándalo y todo

La última semana de noviembre de cada año es el momento de los cambios en la composición de las tres salas en las que se divide la Suprema Corte, según la legislación vigente. Y de reelecciones, como ha ocurrido otras veces, en la presidencia del máximo tribunal.

Hace exactamente un año, Nanclares era reelecto presidente de la Corte con mandato hasta noviembre de 2021, al cierre de un cónclave que terminaría siendo histórico por dos hechos: Nanclares se había votado a sí mismo en una elección que terminó 4 a 3 y porque el mandato duró un poco más de seis meses porque dimitió a comienzos de junio de 2020.

En los tribunales ya se decía, hace exactamente un año, que la reelección de Nanclares, conseguida gracias al autovoto más el apoyo de los peronistas Gómez, Palermo y Mario Adaro, significaría el comienzo del fin de su larga carrera como supremo, iniciada gracias a Felipe Llaver a fines de los ´80.

Al cierre de aquella reunión de Corte se conformaron las tres salas y la Tercera quedó integrada por Gómez (presidía la Sala Primera) y Palermo (la Sala Segunda) con la presidencia de Nanclares.

En los tribunales se respiraba un aire caliente, temperatura que nada tenía que ver con los registros veraniegos sino con una serie de cambios y traslados de personal de la Justicia Civil a la Justicia de Familia.

Todo era impulsado desde la Sala I con el apoyo de la Sala II y la venia de Nanclares. Así se cocinaba la rebelión de los jueces civiles, que en febrero de este año no acudieron al histórico acto de inicio del año judicial y a quienes Nanclares trató de "hijos díscolos". Así sobrevino "la acordada de la discordia" y más tarde la definitiva marcha atrás.

A esa hora, la figura de Nanclares perdía peso específico en la estructura judicial más allá de que seguía siendo el presidente de la Corte. Su salida estaba al caer.

Se fue en junio, en plena pandemia de coronavirus. "Tiempo cumplido para mí", dijo a Diario UNO. Le dejó el sillón a Teresa Day -su designación sigue en el ojo de la tormenta- y la presidencia del máximo tribunal a Garay.

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