Relatos desde la prisión

De Mendoza a las fauces de Maduro: un año sin la voz de Nahuel Gallo

Crudos relatos de sus compañeros de celda y de María Alexandra, su mujer. Narran condiciones inhumanas en las cárceles de Venezuela. Cómo se atraviesa adentro y afuera

La única forma de saber algo sobre Nahuel Gallo es escuchar a quienes fueron sus compañeros de celda. No hay otra información ni dato que se escapen desde la cárcel donde lo tienen preso: es parte de la tortura. Como esta semana se cumplió un año de que fuera capturado, algunas voces ayudaron a reconstruir su historia. Lo vieron, hablaron con él. Lo escucharon. Esto es lo que llegó a Mendoza.

“¡¡¡Pase y número!!! ¡¡¡Pase y número!!!” La voz estalla en el pasillo de El Rodeo I, centro de detención chavista. Son las 5.30 y con ese alarido que desgarra el sueño, los despiertan. Así, todas las mañanas. En el chapón de cada habitáculo hay un huequito rectangular. Tras él hay que poner la cara y recordar quién es uno, para decírselo a los guardiacárceles: nombre y país de procedencia. No hay venezolanos en ese piso.

Así lo relata Renzo Huamanchumo Castillo, un peruano que vive en los Estados Unidos y pasó un año junto a Nahuel Gallo. Lo acusaron de ser un comando preparándose para asesinar al presidente Nicolás Maduro y lo encarcelaron junto a su novia, que a diferencia de él, nunca más volvió a salir. “Tú eres un Rambo”, le decían, acusándolo de infiltrado. El 21 de julio vio al gendarme por última vez.

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Nahuel Gallo, María Alexandra y Víctor.

Nahuel Gallo, María Alexandra y Víctor.

“A las 6 llega el desayuno. Algunos comen y otros no. Y eso es todo. Después son 24 horas de celda. Algunos pocos tienen 45 minutos para salir al patio, pero el patio es otra celda, sólo que más grande”, suma.

¿Es posible la felicidad ahí adentro?, le preguntamos. Aunque sea en un momento de distracción. Dijo que no sabía si se habían reído o sido felices. Que creía que no. Pero que sí había momentos que Nahuel Gallo y él hablaron de lo que era estar enamorados; de que llegaron a Venezuela por amor (Gallo a buscar a su mujer e hijo y Renzo a pedirle matrimonio a su pareja) y terminaron ahí. “También tenerlo a Mario Burló cantando ‘Volare’, o al “Duque de Malta, Yaco Araya, que estaba con Nahuel… no, no nos reíamos. Pero teníamos momentos. Eso sí”, cuenta.

(Mario Burló es un empresario italiano oriundo de Turín y se sabe que está preso en Venezuela. Estaba detenido con ellos, según se desprende de las palabras de Huamanchunomo Castillo).

Renzo habló de muchos intentos de suicidio adentro de la cárcel. “Toman lejía (lavandina) y algunos han intentado ahorcarse con sábanas, por eso no teníamos sábanas. Otros se tiran de cabeza al piso. Yo mismo quise matarme dos veces. No quería darles el lujo de que me maten ellos ni tampoco seguir así. Pero los compañeros me sostuvieron y me ayudaron a seguir”, relata. Entre esos compañeros está nombrando a Gallo. No me animé a preguntarle si Nahuel Gallo también pasó por algo así.

Nahuel Gallo, desde Mendoza hasta la prisión de Maduro

El 5 de diciembre de 2024, Nahuel le envió a María Alexandra la última foto que se sacó en Mendoza: está en el complejo Los Libertadores, a punto de cruzar a Chile. Si bien es oriundo de Catamarca, pasó años en nuestra provincia como parte del Escuadrón 27 de Gendarmería Nacional, en Uspallata.

Casi todo su Instagram -el que escanearon dos policías de Táchira antes de supuestamente considerarlo un espía- está plagado de postales mendocinas. Imágenes de él corriendo la Maratón Internacional Mendoza, otras en el dique Potrerillos con su hijo o la última que subió, en las Termas de Cacheuta.

“Así es. Esa es la última imagen suya trabajando en el paso”, confirma su mujer a Diario UNO. “Nosotros nos mudamos a la provincia el 4 de julio de 2023, si mal no recuerdo. Y vivimos en Luján de Cuyo”, dice.

El resto de la historia se difumina: el viernes 6 de diciembre llegó a Chile en su auto particular y lo estacionó en Santiago (tiempo después su familia pudo recuperar ese vehículo, con las cosas que dejó Nahuel dentro).

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La última foto de Gallo en Mendoza. Se la mandó a María Alexandra el 5 de diciembre del año pasado.

La última foto de Gallo en Mendoza. Se la mandó a María Alexandra el 5 de diciembre del año pasado.

Hizo una videollamada con María. Le habló de él y de su bebé, Víctor, yendo a la playa días después, y saliendo a correr juntos. Cortó y se cree que abordó un vuelo a Bogotá para de allí tomar un taxi que atravesó el Puente Francisco de Paula Santander, hacia la localidad venezolana de Ureña.

Ahí termina su libertad: lo frenaron, lo bajaron del vehículo y le exigieron su teléfono. Terminó en la otra punta del país, en la temible, presumiblemente pútrida, cárcel de El Rodeo I.

Cómo es Rodeo I, donde está preso Nahuel Gallo

“Vivíamos enfermos de constantes diarreas. Porque había un hueco para defecar y todos lo hacíamos ahí. Comíamos en la misma celda y estaba todo esparcido de bacterias. Nahuel Gallo estuvo mucho más enfermo que yo: 20 días con una diarrea constante”, recuerda Edwin Colmenares, colombiano liberado el pasado 24 de octubre y amigo del gendarme.

“El olor era putrefacto. Todo el tiempo era putrefacto. Imagínese a 600 hombres (todos los de la prisión) haciendo sus necesidades y miccionando ahí”, narra a Canal Siete. De acuerdo a distintos relatos, sólo les daban un trozo de jabón que debía durarles 2 semanas (siempre se les terminaba antes), un cepillo de dientes y papel higiénico. Y todo ocurre en una celda de “4 pasos por 3”. Así es narrada: “Si caminas un paso, ya puedes tocar la pared de enfrente”.

Gallo fue trasladado al menos una vez adentro de la cárcel. Hay 3 edificios: A, B y C. Un interno nos contó que una mañana llevaron a Gallo a la torre C y le asignaron la celda número 2. ¿Seguirá ahí todavía? ¿Con el tal “Duque de Malta” del que habla Renzo Huamanchumo? No se puede saber, pero ahí lo conocieron.

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"Es mentira que tenían una novia aquí. Ese señor tenía una esposa en Argentina", dijo Maduro. Aseguró que había planes de atentar contra su vicepresidente, Delcy Rodríguez.

Le preguntaron si él sabía algo sobre ellos, si había escuchado sobre su detención. Cuando se está aislado del mundo la información es un bien delicioso. Pero no, Gallo no los conocía, ni ellos a él tampoco. Sólo afuera eran famosos.

“Los guardiacárceles muchas veces nos pedían perdón por lo que estábamos pasando. Pero nos decían que era su trabajo. Nosotros, Nahuel Gallo incluido, ni siquiera teníamos chances de lo que se llama ‘paquetería’, que es cuando te llevan fotos, cartas y esas cosas. No podíamos acceder. Hicimos huelgas de hambre, pero nos mentían para que comiéramos y luego tampoco aparecía nada”, asegura en la nota a Nihuil.

Un cementerio de hombres vivos

Colmenares aporta una versión que ratifican otros: que las imágenes de Nahuel Gallo con ese traje celeste, caminando con unas gradas detrás, fue armada. Aseguran que lo sacaron para filmarlo y fotografiarlo y que le pusieron al lado a los otros dos prisioneros que se ven retratados. Según estos datos serían venezolanos. O sea, ni siquiera eran compañeros de pabellón. “Él ahora está distinto, porque después de esas tomas, nos raparon a todos”, cuentan sus amigos de celda.

Son días en que Corina Machado, enemiga del régimen, recibe el Nobel en Oslo. Y en que Donald Trump inquieta con su posible invasión. Esto último no deja tranquilos a los prisioneros. “Cuando Trump ganó las elecciones festejábamos. Con Gallo rogábamos por una intervención”, afirma, palabras más o menos, Edwin Colmenares. Pero también saben que si llegan tropas o pasa algo similar, todos ellos pueden ser escudos humanos, y los primeros en sufrir las consecuencias.

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"Lo sacaron de la celda para tomarle esa foto", cuenta uno de los presos que estuvo con Gallo.

El Rodeo I no es una cárcel. Es un cementerio de hombres vivos”, sostienen familiares de los italianos detenidos a la agencia ANSA, de ese país. Cementerio de hombres vivos. La primera parte es devastadora, pero la segunda, no. Están vivos: hay esperanza de que vuelvan a ver a sus familias y de que Nahuel Gallo pueda alzar a Víctor, por ejemplo.

Vivos y lo hacen saber. Una noche, cuenta Renzo Huamanchumo, 40 presos de distintas nacionalidades, cantaron cada uno el himno de su país. Los otros escuchaban con respeto. “Quiero que sepan, todos los argentinos, toda la República Argentina, que cuando a Nahuel Gallo le tocó, cantó su himno, el argentino, con muchísimo orgullo. Y con mucho poder”, destaca.

Es estremecedor imaginar esa noche de los himnos. Los guardias haciéndolos callar (también lo aporta Huamanchumo), pero ellos gritando igual y cada vez más fuerte. Oyendo a sus hermanos de pabellón. Hasta que le toca a Nahuel Agustín Gallo hacer tronar el nuestro.

Hace más de un año que nadie puede oír su voz. Pero es fácil imaginársela cantando esos versos, que justo claman tantas veces la palabra libertad.

Y los libres del mundo, ¿responden?

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