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El sufrimiento de los otros presos por culpa de Gil Pereg

Por UNO

Gil Pereg aguarda en prisión. Está encerrado sospechado de haber matado a su madre y a su tía de una manera totalmente aberrante.

En una celda, solo, Gil Pereg recientemente tuvo el rechazo de ser trasladado al penal de Ezeiza. Pero no fue la única negativa. Tampoco lo dejan tener gatos en su celda.

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Él dice que no es un hombre sino un felino y que como tal, se ve en la necesidad de estar con otros gatos. El juez no le creyó.

"Otra solución es mandarme al zoológico y ponerme en una jaula con todos mis gatos juntos. Son mis hijos. No puedo estar con personas. Sí en una jaula con 37 gatos. Quiero estar con ellos. O sino que me envíen otra vez a mi casa con mis hijos y pongan los policías que quieran para custodiarme. Pero ahora, en la celda, que ustedes llaman habitación -y es una celda-, miro la pared me explota la cabeza. No sé dónde están y pienso en ellos", dijo ante la Justicia. La solicitud también recibió una negativa.

Para tres de los cinco peritos psicólogos y psiquiátricos que lo examinaron es un esquizofrénico que debe ser internado en un manicomio. Y que actuó por emoción violenta: sospechan que su madre o su tía le dijeron algo que lo enfureció.

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Pero Gil Pereg no es el único que sufre el encierro. Los demás presos pasan por lo mismo pero también lo sufren a él.

Es que Gil Pereg se cree un gato y cada noche se pone en su celda a maullar, despertando a cada interno cercano e impidiendo que estos puedan conciliar el sueño.

Además, su falta de higiene es notoria y el olor es insoportable para algunos. Incluso algunos se ven obligados a limpiar la celda del israelí.

Una de las leyendas que circuló en torno a él es casi un gag: se dice que un preso le quiso enviar alimento para gatos y que otro intentó meter una rata en la celda aislada.

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Otros presos intentaron atacarlo con fierros, desde un agujero de su celda hermética, pero no llegaron a lastimarlo. Los motivos del odio de los otros reos son claros. En los códigos del hampa argentina no se perdona al que mata a la madre

El túnel secreto al cementerio

A sus abogados le hace pedidos insólitos.

-¿La próxima vez me pueden traer alimento para gatitos? Pero con la bolsa sellada.

-¿Tiene miedo que lo envenen?

-No, si me envenenan, mejor.

-¿Cómo está? –le preguntan sus abogados.

-Mal. Porque soy gato y acá no puedo ser gato.

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Pereg teme a la muerte, pero quiere morir si no puede vivir con sus gatos.

-Son mis hijos. Sé los nombres de todos. Al que más quise se llamaba Bombadil. Me quiero matar, pero al mismo tiempo quiero estar vivo porque quiero mantener el sufrimiento que me aqueja para mantenerme con vida. Por más que quiera evitarlo, mi mano va a querer matarme, quiera o no quiera. ¿Sabían que yo tenía relaciones con mi madre? Buscaba crear una raza híbrida: quería concebir hijos y criarlos como gatos. Y que mi madre fuera madre de esos gatitos y a la vez abuela. Pero ella no funcionaba para tener hijos. También tuve relacione sexuales con las gatas. Nos turnábamos con Badjus. No sé si algún hijito gatito es mío. Los de Badjus eran grises y chiquititos, pero nacían muertos porque Badjus es único.

-¿Para eso iba al cementerio?

-Iba porque me gustaba ver a las criaturas de dos patas muertas. ¡Y pensé que esas criaturas de dos patas muertas ya no pueden hacer más daño a los vivos! Y ahí comprendí el ciclo de la vida y de la muerte. Ellos, los humanos, roban la tierra, la destruyen, hacen daño a la naturaleza, viven matando a la tierra y cuando mueren la tierra los tapa a ellos.

-¿Iba solo al cementerio?

-A veces iba solo. Pero después llevaba a mis hijos, mis gatitos, y les enseñé a pisotear las tumbas, a hacer agujeros con las manos y las patas y hacer pis y caca sobre las tumbas de las criaturas de dos patas muertas. El cementerio es el lugar más sano, el lugar de la justicia. Porque las criaturas no comen más vacas, no comen más pollos, no comen más cerdos, no usan más bolsas de plástico, no usan más cajas de cartón.

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-¿En su casa quería fabricar un cementerio?

-No sé, puede ser. Alquilé esa casa porque estaba frente al cementerio.

-¿Es cierto que pensaba construir un túnel subterráneo para llegar al cementerio?

-(Mirada de curiosidad) ¿Quién le dijo eso?

-Lo declaró un vecino suyo por televisión.

-¿Cómo era ese señor?

-No recuerdo. Sólo dijo que lo vio a usted midiendo los pasos desde su casa hacia el cementerio…

-¡Tiene razón! Pensé que nadie lo había advertido - razona Pereg con sonrisa más infantil que desafiante.

-¿Por qué quería hacer eso?

-Porque quería llegar a los muertos sin que nadie nos moleste. Ellos y yo. Llegar a ellos…

-¿Para qué?

-Para mirarlos a los ojos. Para sentir el verdadero olor de la muerte.

Fuente: Infobae

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