femicidio sidney loofe
La última foto que subió la mujer antes de ser víctima del femicidio.
Cita y femicidio
Sydney Loofe era una chica extrovertida, trabajadora y con un espíritu aventurero. En ese momento, trababa como cajera en una tienda. Era abiertamente lesbiana y usaba Tinder para conocer mujeres, buscando conexiones genuinas en un mundo cada vez más digital.
Días antes de su desaparición, había chateado con una usuaria llamada "Bailey", cuya identidad real era Bailey Boswell, de 23 años. Las conversaciones eran coquetas y prometedoras: le envió fotos sugerentes y propuso una segunda cita en un pueblo cercano. Ella, emocionada, aceptó sin sospechar nada.
El 15 de noviembre, Sydney Loofe salió del trabajo alrededor de las 21. Su última llamada fue a su madre. Nadie la vio viva después de eso. Al día siguiente, 16 de noviembre, no se presentó a su trabajo.
Sus amigos y familia, alarmados, reportaron su desaparición a la policía de Estados Unidos. La investigación comenzó de inmediato: revisaron su teléfono y encontraron los mensajes de Tinder. Las autoridades rastrearon la cuenta hasta un apartamento en donde Bailey Boswell vivía con su novio, Aubrey Trail, un hombre de 51 años con un historial criminal por estafas.
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Los acusados de cometer el femicidio en Estados Unidos.
Inicialmente, negaron cualquier involucramiento. Sin embargo, las evidencias digitales los contradecían: el teléfono de la sospechosa se ubicó en la zona de la noche de la cita, y cámaras de seguridad captaron a la pareja comprando herramientas de corte -como una sierra y cortatubos- horas antes del crimen.
Además, el ADN de Sydney Loofe fue hallado en una sábana ensangrentada en su departamento y rastros de sangre en el piso.
La condena por el femicidio
Tres semanas después del femicidio, un conductor encontró bolsas de basura a lo largo de una ruta a unos 100 kilómetros. Eran los restos desmembrados de Sydney Loofe, que había sido cortada en 14 partes con una sierra.
El 11 de junio de 2018, los sospechosos fueron acusados por el femicidio. Primero apuntaron a un juego sexual que salió mal, luego a un ritual satánico. Sin embargo, ambos terminaron condenados a prisión perpetua.