El hombre compró el teléfono de buena fe y fue hasta una empresa para solicitar un chip. Una vez que lo encendió, desde la compañía le informaron a los investigadores policiales de Mendoza que el celular robado se había activado en San Luis. Le dieron el nombre del titular de la nueva línea.
Cuando los detectives llegaron al lugar, era tarde: Tolosa y Rubbiani se habían ido. Pero no tan tarde como para poder obtener datos. Con la declaración de comprador del celular y de la joven que los alojó, pudieron identificarlos y comenzaron a seguir sus pasos.
Para el 6 de enero, los asesinos giraban por la Costa Atlántica y estaban en Pinamar. En sus redes sociales mostraban actividad casi como si estuvieran vacacionando. De hecho, fueron tan poco previsores que subieron una foto con otro amigo que tenía una campera naranja y violeta, la misma que le habían robado a David Calderón.
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La campera naranja y violeta pertenecía a la víctima del crimen en Ciudad.
No fue la única ciudad balnearia que visitaron. Seis días después lucían en las playas de Mar del Plata. En sus fotos decían los lugares donde estaban y contestaban comentarios de amigos como si nada hubiera pasado.
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Tolosa subió varias fotos en Mar del Plata.
Finalmente, los efectivos policiales lograron detenerlos el 13 de febrero en la zona de Once, Buenos Aires. Pocos días antes, hasta habían logrado hacerse el tiempo para visitar el emblemático Obelisco. La historia tuvo su punto final el jueves pasado, cuando los dos jóvenes admitieron haber cometido el crimen en Ciudad y recibieron una condena a 25 años de cárcel.
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La visita al Obelisco, días antes de ser detenido.