Son casos distintos cuyos autores tenían un accionar similar. Uno era un ex presidiario y el otro, un uniformado. Su participación se confirmó con el banco genético de ADN.

Esclarecen los robos y ataques sexuales de un reo y un policía

Por UNO

Dos depredadores sexuales que en los últimos meses atacaban a sus víctimas abusando de ellas y robándoles sus pertenencias fueron finalmente atrapados y sus ataques, esclarecidos.

Se trata de dos casos distintos en los que los detenidos jamás actuaron juntos, no se conocen y, como si fuera poco, uno siempre caminó la vereda del delito y el otro, la de ley.

Uno de ellos es ex presidiario y el otro, aunque cueste creerlo, un policía en actividad. Ambos tenían modus operandi rutinarios. Ambos asaltaban a sus víctimas y abusaban sexualmente de ellas.

El primero atacaba a ancianas solas en sus domicilios. El segundo cazaba jóvenes veinteañeras en callejones solitarios en plena vía pública.

Ambos fueron atrapados, no sólo por las tareas investigativas realizadas por la División de Delitos contra la Integridad Sexual de la Policía de Mendoza, sino además por la intervención crucial del banco genético de ADN que el Ministerio Público Fiscal montó en el último año y permitió dar con pruebas científicas.

Tras los abusos, los forenses pudieron obtener de las víctimas los ADN de los atacantes. Con esas muestras fueron hasta el banco genético y para su sorpresa los resultados fueron positivos.

El archivo de muestras genéticas contiene 18.200 ADN, casi todos de delincuentes condenados, ciudadanos bajo proceso penal y también del personal policial y penitenciario.

Cuando los investigadores enviaron las muestras, los expertos de laboratorio se encontraron con otras dos totalmente compatibles que revelaron las identidades de ambos. Ahí confirmaron que uno era el ex presidiario y el otro un policía.

Por eso, el procurador de la Suprema Corte y máxima autoridad del Ministerio Público Fiscal, Alejandro Gullé, salió personalmente en rueda de prensa a destacar la puesta en marcha del banco genético, la capacidad de los profesionales que están a cargo y la implacable utilidad que tiene para echar luz sobre el accionar delictivo.

Esclarecidos ambos casos, se informó que el reo que atacaba a ancianas fue identificado como Abel Maldonado, de 25 años.

Su ADN había quedado archivado en el banco genético el año pasado cuando fue detenido por un robo simple. Por la característica del delito, que es excarcelable, recuperó la libertad pero cuando su marca genética fue identificada en el caso de los abusos se libró la orden de captura y fue detenido esta semana.

Además de dos robos, a Maldonado se le imputan otros dos asaltos, en los que las víctimas fueron una mujer de 70 años y otra de 60 años, quienes fueron violadas por el delincuente.

También se lo investiga por el asalto a una mujer mayor que terminó en homicidio. La fiscalía intenta establecer si está vinculado a ese hecho pero por ahora no descarta esa posibilidad.

El segundo caso es el del policía que en su horario de trabajo se comportaba como un defensor de la ley y cuando estaba fuera de servicio salía de cacería a sorprender a mujeres jóvenes, a las que primero asaltaba y luego atacaba sexualmente. De hecho, está comprobado que a una de ellas pudo violarla mientras que en otro caso perpetró un abuso sexual que no se concretó en una vejación y en tres ataques restantes intentó abusar de sus víctimas pero no lo consiguió.

Se trata de Franco Ojeda, de 26 años. Llevaba cuatro años en la fuerza policial y sus ataques llamaron la atención porque varias víctimas afirmaban que las había asaltado y abusado un policía.

Efectivamente, los investigadores descubrirían después que en al menos dos o tres oportunidades Ojeda perpetró sus movimientos con su uniforme policial o parte de él.

Sorprendió la prolija rutina que desempeñaba: actuaba en la tarde noche, cerca de zonas vinculadas a la jurisdicción policial donde prestaba servicios. Siempre atacaba solo, en callejones oscuros y poco concurridos. Sus víctimas eran mujeres jóvenes que no pasaban los 22 años. Incluso actuaba en un sector bastante preciso, tanto que a los investigadores les permitió acercarse a él mucho antes de llegar a la prueba de ADN.

En ese sentido, los descuidos de Ojeda dan cuenta del grado de impunidad con el que se movía y de lo confiado que se sentía.

El policía atacaba con su propio auto. Las víctimas dieron cuenta de un Peugeot 206 o 207 color blanco. Y dieron detalles sobre su aspecto que coincidió en todos los identikits -se movía a cara descubierta- como también en la zona donde circulaba.

Tanto fue así que los investigadores lo visualizaron rondando esa zona en más de una oportunidad, por lo que pudieron identificar el auto. Cuando fueron al registro confirmaron que el vehículo era de un policía.

Más aún: Ojeda le robó el teléfono celular a una de las víctimas y se lo entregó a su hermano. Este le sacó el chip y lo usó en su propio aparato, lo que les permitió a los investigadores rastrear el número de la víctima, que seguía operando.

Así llegaron a su portador, que, descubrieron, estaba vinculado al policía. La muestra de ADN fue el golpe final.

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