Estoy en el Víctor Legrotaglie, Gimnasia acaba de perder la final por penales. El panorama es simplemente desolador. Junto a mis colegas esperamos que nos dejen pasar para ver si conseguimos la palabra de los protagonistas, aunque sabemos que será difícil.
Mientras aguardo, observo. A un lado de la reja que nos separa de los vestuarios me sonríe Kobe Bryant y me dice: "Hay que atreverse a ser grande". Se me ocurre que esa frase resume todo lo que pasó en el Parque.
El Lobo se supo grande desde que empezó el torneo. Ojo, sin promesas de imposibles. Y, en mi humilde opinión, el resultado del proceso no opacó su grandeza.
Todos estábamos ahí con la misma ilusión, aún sin tener el corazón blanquinegro. Todos lo supimos campeón. Porque Gimnasia hizo las cosas bien y murió en su ley, pero de pie.
Es difícil explicar en este momento que no es un final sino el principio de algo lindo, fuerte. Es prácticamente imposible hacer un análisis que llene las expectativas de los dirigentes, del cuerpo técnico, los futbolistas y, sobre todo, los hinchas.
Pero el Lobo, indudablemente, se atrevió a ser grande. Fue uno de los mejores en la primera etapa del interminable Federal A; dejó su sello en la segunda y estuvo cerca (muy) en el Pentagonal.
El camino se hizo largo, hubo altibajos, dudas, temores, hasta que llegó la ansiada final que se sufrió de principio a fin. Porque en la ida se perdió sin merecer y en la vuelta la fortuna le hizo un guiño a los de la otra vereda. Es así, simplemente así.
La desazón tomó lugar y muchos se olvidaron (por un momento, porque la calentura del hincha sólo dura ese momento que parece eterno) de los grandes partidos de Espinosa, Garay, Cucchi, por nombrar algunos. De los que no pudieron terminar, como Nico Arce y Emma García. De la garra del fondo. De los penales "no aptos para cardíacos" que atajó Viola contra Cipolletti. De los goles de Palacios Alvarenga. Y qué decir de Corvalán, que pasó de héroe a villano, sin escalas. Las lágrimas del Lechuga sobre el final resumieron todo.
El pueblo mensana hará balance y verá que el sueño del ascenso fue sólo lo que lo mantuvo con la mirada al frente, sólo el principio de una historia que pretende ser recordada como hazaña.
Porque Gimnasia se atrevió a ser grande. Y su gente, en el fondo, lo sabe.