El "triángulo de hierro" de aquellos años lo integraron, además de Néstor y Cristina, el entonces desconocido Lázaro Báez, un empleado del Banco de Santa Cruz que ya se había mostrado permeable a algunos mandados del gobernador Kirchner y que fue adoptado y transformado, de la nada, en un empresario top de la construcción. Báez empezó a ganar "milagrosamente" todas las licitaciones de la provincia de Santa Cruz y, el matrimonio Kirchner, a recibir dividendos.
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Néstor y Cristina Kirchner en su mejor momento.
Ese latrocinio, investigado y comprobado en todas las instancias judiciales, y conocido como la Causa Vialidad, no fue el único, Después vendrían otros vicarios de la trampa como Cristóbal López, Fabián de Sousa y Osvaldo Sanfelice. Y vendrían también las otras causas que están pendientes de juicio como "La ruta del dinero K" y la causa "Cuadernos" ¿Les suena Alto Calafate, Hotesur, Los Sauces? Todos atajos para disimular la ilicitud de los fondos con que se levantaba ese emporio.
Todo que ver
Nestor Kirchner fue el sostenedor de una enseñanza de vida bien chévere: "Para hacer política se necesita plata". Plata del fisco. Y mucha. ¿Cómo no recordar cuando Hebe de Bonafini repetía con fruición -y hasta con picardía ladina- dicho apotegma de Néstor. Intentaba así justificar el fraude con fondos públicos que ella y Sergio Schoklender llevaron a la práctica como almas mater del proyecto de viviendas Sueños Compartidos, sostenido con plata del Estado.
El personaje central de "Cristina presa" solía repetir la frase "todo tiene que ver con todo". Ella la usaba para denunciar las conexiones e intereses existentes entre sus variados detractores. Ese mismo hilo argumental podría utilizarse para aludir al entramado de corruptelas en las que se envolvió este matrimonio político. A ellos también les cabe (y holgadamente) el "todo tiene que ver con todo".
El historial de estos dos ex presidentes "del campo popular" muestra que la provincia de Santa Cruz fue un laboratorio de pruebas. El "pingüino" (como él mismo se autodefinía) imaginó a la política como un mundo "contante y sonante". Un mundo que se lograba con una "habilidosa" mezcla de política y de negocios particulares con fondos públicos.
Néstor fue intendente de Río Gallegos, gobernador de Santa Cruz y, pese a salir segundo en las presidenciales de 2003, terminó siendo Presidente de la Nación porque Menem, que salió primero, "arrugó" de ir a un balotaje con el sureño. En cada uno de esos puestos políticos probó las zonas oscuras y siempre se animó a más.
Néstor, un hombre de una audacia tumultuosa, barrió con el menemismo, le dio una patada en el traste a Eduardo Duhalde, ex presidente temporario y mentor de su candidatura presidencial, y nunca reconoció que Duhalde le había dejado un país menos crispado y más ordenado que aquel otro que "el Cabezón" enfrentó a comienzos del 2002 tras la renuncia de Fernando De la Rúa y de los 7 días del puntano Adolfo Rodríguez Saá cuando dejamos de pagar las deudas con el mundo.
Imparables
Cuando llegó a la Rosada, Néstor ya era un experto en tejemanejes. Ejercía de brioso dirigente, de hacedor compulsivo. Cristina, en cambio, se mostraba como una política profesional con amplia pericia legislativa. La sociedad político-conyugal fue imparable.
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La sociedad político-conyugal Néstor y Cristina Kirchner fue imparable.
Él y ella criticaban al viejo peronismo encarnado por Duhalde, al que llamaban "el pejotismo". Cristina se lanzó incluso a demoler a las peronistas "que viven colgadas del apellido de sus maridos" en directa alusión a Chiche Duhalde. Proponían en cambio un nuevo tipo de poder no tan de conurbano sino transversal, con el radicalismo y otros partidos populares. De esos metejones "transversales" nació el Julio Cobos vicepresidente y el Alfredo Cornejo asesor que comprobaron que el pecado lleva implícita la penitencia.
La gestión de Néstor arrancó favorecida por el viento de cola que generaron los fabulosos precios de las materias primas (como los granos) en todo el mundo. Él tuvo la habilidad de imponer una sensación de nuevo rumbo económico y político en la Argentina.
Ese creciente nivel de ingresos al Estado y la ductilidad ejecutiva que mostró Néstor permitieron en la etapa 2003-2007 reducir los niveles de pobreza, indigencia y desempleo. Y tirar señales de civilización al renovar la integración de Corte Suprema con juristas de peso o al restablecer relaciones con el mundo, rotas tras el aplaudido default de 2002; o pagar de un saque lo que se le debía al FMI.
Debajo de ese entramado de aristas virtuosas, donde Néstor decía efectuar un control diario de los ingresos y gastos del Estado ("como un almacenero"), se tejía un paciente y constante manto de estafas y rapiña. Néstor marcó ese rumbo. Cristina lo prosiguió, poniéndole maquillajes aquí y allá.
Néstor impuso su marca con ese mismo tono de frenesí político que hoy impone Javier Milei y en los años '90 Carlos Menem. En sus dos presidencias Cristina no cuestionó esa matriz, sólo trató de darle un barniz más ideologizado y ornamental a sus gestiones para que todo no pareciera "tan de La Matanza".
Había (y hay) un kirchnerismo para mostrar. Y otro, vergonzoso, para esconder bajo siete llaves. Eso es lo que condensa la saga de los Kirchner, desde las precuelas hasta la temporada actual de "Cristina presa".