El mainstream económico (buena parte de la profesión, analistas y periodistas dedicados a la economía) consideran al IPC como inflación, un error que deviene de la escuela neoclásica que buscaba, traspolando los métodos de las ciencias naturales sobre todo la física y la termodinámica, medir magnitudes y agregados como forma de dar un viso “científico” a la economía.
Para ellos, sólo lo que se puede medir es importante dejando de lado los aspectos teóricos del análisis, esto es, lo que se puede medir es científico. De ahí, a querer jalar proposiciones permanentes hay un paso muy breve. Lo grave es que ese paso ha sido dado por buena parte de la profesión.
La pretensión del conocimiento
El premio Nobel en Economía 1974 Friedrich von Hayek denominó precisamente así su discurso de recepción de dicho premio, haciendo alusión directa a la “pretensión” de que, sólo es posible “conocer” si es posible “medir”. Quizás esa idea provenga del fundador de la econometría que fue Sir William Petty, quien se nutrió del aroma existente en su época (fue colega de Isaac Newton en la Real Sociedad Británica) muy cercano a la física.
Hayek señalaba en aquel discurso el gran daño que esta idea le había infligido a la economía en su camino a ser ciencia. Si bien es verdad que la intención primaria de los creadores de esta escuela como el caso de Pareto no era llegar a datos numéricos de precios y cantidades, la tentación era muy fuerte. Aquellos precursores de la verdadera ciencia económica, los escolásticos tardíos, señalaban que son tantas las cosas que se coordinan para llegar a un precio o una cantidad, que no hay posibilidad humana de saberlo. “Sólo Dios lo sabe” decían.
Si bien Hayek se detiene en su discurso a la relación potencial existente entre desempleo y demanda de bienes y servicios, como ejemplo para argumentar este absurdo (lo llega a llamar “superstición”), sin lugar a duda se puede aplicar al intento de “medir” variaciones de precios, y más grave aún, llamar a dicho intento “inflación”.
Lamentablemente la escuela monetarista, surgida en la Universidad de Chicago, abonó a tal desafortunada visión, al querer demostrar que “el nivel de precios” seguía muy de cerca al crecimiento de la oferta monetaria, como fundamento empírico a la teoría de que, la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario.
Mi gran amigo y profesor Juan Carlos Cachanosky, nos enseñaba que la idea de meterse en el “idioma matemático” de los neoclásicos y keynesianos, era para mostrar sus inconsistencias lógicas y matemáticas (como sucede por ejemplo con el nefasto modelo de competencia perfecta) y no para ser de aval a la teoría austríaca, lo cual sería una contradicción.
La inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario no observable
Al presidente Milei le gusta repetir la frase de Milton Friedman sobre la inflación, pero en lo personal me inquieta la idea que se pueda asociar a algo medible y termine por no servir a la causa principal, esto es, la inflación es producto de las distorsiones monetarias generadas por los gobiernos al querer manejar oferta y demanda de dinero. Es por eso que a dicha frase le agrego lo de “no observable”.
En el preciso momento que queremos asociar matemáticamente oferta y demanda monetaria a precios, se corre el alto riesgo que dicha correlación no exista o al menos no exista en la magnitud, tiempo, forma y si se quiere, precisión, que una frase sin cifras lo señala.
La realidad es muy cambiante, lo cual, trae aparejado que el impacto de la relación entre oferta y demanda monetaria con precios sea real pero indirecta. El principal impacto del aumento de la oferta de dinero en tiempo real por encima de su demanda en el mismo momento (dicho sea de paso, la verdadera definición de inflación es esta), es que distorsiona las señales de la economía, entre ellas los precios, cambiando la toma de decisiones de los agentes económicos que no repararon en ello.
Es irrelevante si el IPC se tarda 18, 24, 36, etc. meses en converger a una cifra cercana a cero, algo que además no es observable (aquí me permito disentir con el presidente); idea que surge de hacer comparaciones de “planes de estabilización” de países, un absurdo que no tiene en cuenta circunstancias, agentes económicos y momentos diferentes, no sólo en países sino en medidas y herramientas utilizadas.
Ningún plan de estabilización realizado en algún otro país, paró de forma literal la emisión monetaria física como el actual esquema armado por el gobierno argentino; digo física porque aún queda por eliminar el quinto grifo de emisión monetaria que es el sistema fraccionario de encajes del sistema financiero. Por lo tanto, cualquier comparación es por lo menos inservible y no tiene nada de científico.
Ni hablar de la historia devaluatoria que tiene Argentina, lo que hace que la demanda de dinero sea extremadamente sensible a cualquier cambio en su oferta o en las condiciones del mercado.
Analicemos lo observable
Lo único observable a duras penas, es la estructura del sistema de precios relativos (no el nivel de precios como pretenden los neoclásicos, keynesianos, monetaristas y demás yerbas matemáticas). Si observamos lo ocurrido desde julio en adelante, podemos ver que los agentes económicos, ante la duda por el resultado de las elecciones en AMBA y las nacionales, comenzaron un proceso muy fuerte de compra de dólares, lo cual implica obviamente una baja similar en la demanda de pesos.
Aquí hay que hacer una salvedad teórica, se entiende por demanda de dinero, lo que técnicamente es demanda de saldos reales, es decir, liquidez. Si alguien coloca pesos en un plazo fijo no está demandando pesos, como suelen creer también estas escuelas económicas, está haciendo una inversión en esa moneda.
Los agentes económicos compraron alrededor de U$S19.500 millones entre julio y octubre del 2025, esto implica un 42% del M2 transaccional privado (una medida algo cercana a la demanda de dinero). Nunca antes el mercado había comprado tamaña magnitud de dólares antes de una elección, si bien siempre se dolarizaba. Esto implicó una baja en la demanda de dinero también de una magnitud muy alta.
Los agentes económicos no se están desprendiendo de sus posiciones en dólares con la misma rapidez con la que entraron, en lo que va desde la elección nacional a esta parte. Si a esto sumamos que los precios de los servicios, denominados “precios regulados”, son los que más han subido, producto de la reestructuración de precios relativos que aún está vigente y seguirá por lo menos hasta finales del 2026 (atraso en los precios de la energía, gas, agua, comunicaciones, etc., heredados del gobierno anterior), más algunas situaciones puntuales como es el caso de la carne, que ha subido mucho por una combinación de aumento de exportaciones y caída de la oferta doméstica que ha obligado incluso a usar “madres” para abastecer al mercado (lo que implica que el precio seguirá subiendo hasta que se amplíe nuevamente la inversión en “madres”), generaron un IPC más alto desde julio en adelante, incluido el dato de noviembre recién publicado.
Si miramos precios relativos, esto es, cómo se comportaron los precios por sector en relación al nivel general desde noviembre del 2023 a noviembre del 2025, los precios no regulados han subido por debajo del nivel general, es decir, han bajado en términos relativos; mientras que los precios regulados han estado por encima del nivel general, acorde con la reestructuración de precios relativos que lleva a cabo el gobierno desde que asumió.
Todavía existe una muy importante distorsión de precios relativos, la cual estimamos que irá disminuyendo hasta desaparecer hacia fines del 2026, siempre y cuando el gobierno no desacelere el proceso atenuando subas en regulados. La cifra de 2,5% de noviembre no luce tan preocupante ante lo expresado anteriormente, sobre todo si se mira de dónde viene la historia reciente: 211% de suba de precios en un año (2023) y con precios controlados, tarifas congeladas y tipo de cambio atrasado con alta brecha con el blue o el CCL.
Hoy los precios son libres, casi no hay brecha entre el tipo de cambio del MULC y el blue o el CCL, y las tarifas están mucho más cerca del equilibrio entre el precio final y su costo, con un anualizado que está en 31,5%. ¿Habrá más bajas de precios en lo sucesivo? Contestar eso sería hacer “astrología económica” y de la mala (como hace la mayoría del mainstream como si fuera una tómbola).
Si miramos lo observable, emisión monetaria congelada, demanda de dinero que muy lentamente deja de bajar, salida de reformas económicas, más una economía que está recibiendo inversiones en el cierre del 2025 con buenas perspectivas para el 2026/2027; daría la sensación que sí. Pero no hay que esperar con ansiedad índices agregados bajando (que además no toman en cuenta los descuentos, el 2x1, el 3x2, el segundo al 70%, etc., lo que haría que el “índice” fuera más bajo).
Muchos precios bajarán y otros subirán, como en cualquier economía que se va lentamente normalizando, y todo va a depender de la situación particular de cada persona en cuanto al impacto que ello tenga. Aprender a ejercer de consumidor es y será la clave para sacarle el jugo a cada momento.






