Análisis y opinión

El impensado volumen político que han adquirido los gobernadores

Las necesidades que genera la realidad política les han dado a los gobernadores una importancia que era impensada en la primera etapa del mileísmo, aquella donde el presidente decía sentir asco por la política

Los gobernadores siempre han sido toros en sus rodeos, pero al mismo tiempo bastante desconocidos más allá de sus provincias. Ahora casi todos ellos se han transformado en "políticos populares" en el país, por detrás, claro, de Javier Milei y de algunos de sus ministros.

Las necesidades de la realidad les han dado a esos mandatarios un volumen político que era impensado en la primera etapa del mileísmo, aquella donde el León decía sentir asco por la política de "la casta" y, muy particularmente por las "ratas inmundas" del Poder Legislativo, ámbito donde justamente se agrupan buena parte de las tropas que responden a esos dirigentes de provincias.

La pregunta ante esta novedad es si dicho refulgir de los gobernadores es mérito político de ellos o si lo que les ha subido el precio son las necesidades acuciantes del presidente, obligado a acordar para poder asentarse mejor en la segunda parte de su mandato tras el inesperado triunfo nacional de La Libertad Avanza el 26 de octubre. La respuesta es que hay un fifty-fifty.

alfredo cornejo diego santilli

¿Quién conocía -antes- el nombre del gobernador de Chubut o de Catamarca? Ahora Nacho Castro, del PRO chubutense, o Raúl Jalil, del peronismo catamarqueño, están casi a diario en los medios. Ya no esperan la bendición de Mauricio Macri o de Cristina Kirchner.

Los tipos negocian, pactan, hablan, es decir, eso que Milei había frizado en su primer año y medio de gobierno. Está claro que no todos ellos acuerdan de la misma manera, pero es indudable que las identidades políticas provinciales tienen por estos días una gravitación que está llamando la atención.

De manera paralela, el mundo real del establishment (léase: desde el Tesoro de los Estados Unidos hasta el FMI) ha obligado a Milei, que era aspaventosamente arisco a la política, a tener que acudir a los acuerdos y pactos. Es una de las condiciones que le han exigido para ayudarlo con dólares. Si no hay gobernabilidad, no hay "filamentos". Nadie le presta plata a un país donde quienes gobiernan no tienen habilidades para negociar con el resto de la clase política.

En 2023 Milei ganó las elecciones sin partido. Eso es factible. Pero gobernar sin partido es imposible. Es lógico que un gobierno quiera tener un rol ofensivo, pero eso no se sostiene por sí mismo. No se puede gobernar sólo con la coacción. Todo político que quiera dejar reformas debe contactar, de alguna manera, con sectores de la vereda de enfrente.

Lo netamente "territorial" es factible que le sirva a un intendente, pero no a un gobernador o a un presidente. Menos a alguien que, como Milei, llegó con la promesa de sanear la economía maltrecha que dejó el kirchnerismo, pero también el liberalismo republicano de Juntos por el Cambio.

milei gobernadores nueva
Javier Milei con parte de su gabinete y la mayoría de los gobernadores del país.

Javier Milei con parte de su gabinete y la mayoría de los gobernadores del país.

Todo ese mambo lo han entendido muy bien los 20 gobernadores que vienen tejiendo algún grado de asociación con el gobierno de Milei. Son los que cazaron al vuelo por dónde iba la decisión popular que ungió a Milei (un dirigente sin historia política, sin partido, y sin anclaje en el Congreso,) para conducir el país. Algunos, como el radical mendocino Alfredo Cornejo, el entrerriano Frigerio (PRO), o el peronista tucumano Osvaldo Jaldo, lo hicieron desde el principio de la gestión libertaria.

¿Quién iba a decir hace 6 meses que hoy un nuevo ministro netamente político, como Diego Santilli, iba a estar recorriendo el país tratando de resolverles a los gobernadores algunos de los variados asuntos por los que venían reclamando? Lo usual era escuchar de boca del propio presidente que lo único que pretendían los gobernadores era pedir plata sin importarles que eso pudiera afectar la política anti inflacionaria.

En efecto, en julio de este año, Milei había dicho que los gobernadores "quieren destruir al gobierno nacional, quieren romper todo". Y cuando se le preguntó si la crítica era para todos los mandatarios por igual, Milei no dudó: "Sí, para todos". Tres meses después, corridas mediante y con las elecciones nacionales encima, el mismo presidente exigía a sus equipos "cuidar a los gobernadores" porque "están ganando en todos lados".

Ahora por lo menos desde la Rosada muestran voluntad política de querer ayudarlos y de hallarles soluciones aunque no siempre sean con billetes (por ejemplo, algunas bajas en retenciones o avales para reprogramar deudas). Los politólogos suelen explicar que siempre el desarrollo "es asociado", es decir: los logros de un gobierno nunca son sólo de un núcleo sino que para ser sustentables debe incluir algún tipo de acuerdo con otros sectores.

Es interesante ver que el repunte político de los gobernadores (prácticamente de todos los signos políticos, ya que hasta Axel kicillof está pidiendo no ser excluido del diálogo) se está dando justo en una gestión presidencial que llegó para aplastar a la casta política y que se jactaba de decir que el Estado era el centro de todos los males.

Si toda esta movida política de los gobernadores logra macerarse adecuadamente, podría convertirse incluso en el germen de algo distinto. Por ejemplo, ninguno de los gobernadores afines a Milei es fanático del León. Lo acompañan por una necesidad política y porque se necesita sanear el basamento macroeconómico, algo que ni peronistas ni liberales habían logrado. Además, al ser un fenómeno tan variopinto, ayudaría a aplacar las ansias hegemónicas y extravagantes del ideario mileísta.