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La ex presidenta Cristina Kirchner fue distinguida con un doctorado Honoris Causa.
Muchos recordaron esas palabras de Suar cuando esta semana la vieron exponer "magistralmente" a Cristina en la Universidad del Oeste, en Merlo, como si no fuera una condenada por corrupción, como si el populismo kirchnerista no hubiese dejado al país en estado terminal o como si no hubiera tenido nada que ver con ese presidente tenebroso llamado Alberto Fernández.
La estadista
Tal vez ella cree que ese doctorado de utilería le ayudará a disipar las controversias sobre su título universitario de abogada, dudas que trajo de vuelta a la palestra el propio presidente Javier MIlei en su reciente visita a Mendoza. "Cris nunca accedió a mostrar su diploma", insistió el libertario ante un auditorio de ejecutivos de finanzas.
Durante esas alocuciones de Cristina todo está estudiado y bajo control: su apostura, sus tonos firmes de voz, una modulación que es marca registrada, el dosificado humor canchero, el empleo oportuno de silencios para darle cabida a los aplausos, los mohines desgastados y esos otros gestos que casi siempre quieren decir ¡Ja, a mí me la van a venir a contar! conforman parte de una armadura que ha empezado a chirriar por todos los costados.
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Cristina Kirchner y Javier Milei se chicanearon en X y el Presidente hasta le dedicó la clase de economía que dio en Mendoza.
No sólo las viejas canciones peronistas están desgastadas, como nos ha enseñado el propio gobernador Axel Kicillof, sino que los trajes y abalorios del kirchnerismo son hoy adornos desvencijados por las festicholas populistas.
Con tanto "honoris" Cristina debe estar convencida de que es una estadista consumada, una especie de Angela Merkel de las pampas, pero de izquierda obvio. O un Felipe González con faldas. Tal vez ella se piense con la arrogancia de un Miterrand mezclada con el pintoresquismo sudoroso de Hugo Chávez,
Esta misma dama, que cree ser la reencarnación de una arquitecta egipcia, asegura que el pueblo ya la absolvió de cualquier imputación o delito que le quiera adjudicar el "el partido judicial" y el maldito lawfare.del que se promociona como víctima número uno.
El látigo
Nuestra reiterada doctora "honoris causa" está convencida de que la división de poderes del republicanismo liberal ha caducado. Y lo explica así: "Cuando se planteó el constitucionalismo moderno no existía la luz eléctrica". Ella quiere modificar la Constitución para poder bajarle el copete a los jueces y para poner en caja a la prensa.
Ya fracasó en ambas causas. La ley de Medios con la que buscaba disciplinar a los medios de difusión independientes fue rechazada al igual que la supuesta "democratización de la Justicia", que bajo una aparente buena intención intentaba colonizar la Justicia
Ergo: a ella, según esa lógica, no le disgustaría -aunque sabe que es imposible- tener en la Argentina el poder de un Vladimir Putin o de un Xi Jinping, y por eso bancó a tanto autócrata latinoamericano -llámese Maduro o Correa- o intentó pactar con la dictaduras de los ayatolás de Irán a pesar de dos atentados espantosos urdidos en ese país contra la Argentina.
Ella hubiera querido que el país que gobernó fuera como La Rioja o Formosa, feudos vergonzosos donde sus gobernadores manejan los tres poderes de la provincia. Esa concentración de poder -como lo ratifican las dictaduras o autocracias- es la que produce mayor atraso y pobreza
Cristina no puede soportar que un presidente tenga poderes limitados por leyes y que se ejerzan controles democráticos sobre esa magistratura. Ella explica que la banda y el bastón de mando son hoy pura simbología. ¿Qué tal un látigo?
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