Hay personas que atraviesan épocas enteras y dejan una huella imborrable. Klaus Obermeyer es uno de ellos. Nacido en 1919 en los Alpes bávaros, cumplió 106 años este martes y sigue siendo una presencia activa en Aspen, donde vive desde los años 40. Su historia, más que épica, es un repaso del desarrollo del esquí tal como lo conocemos hoy.
Su relación con la nieve arrancó a los tres años, cuando improvisó sus primeros esquíes con cajones de naranja. Su familia estaba ligada al deporte y él rápidamente empezó a competir. Pero en paralelo crecía el nazismo en Alemania, algo que marcó su vida para siempre.
Obermeyer decidió escapar del país esquiando. Vestido de blanco y con una mochila mínima, intentó cruzar la montaña. Dos oficiales de la SS lo vieron, hubo disparos y uno lo alcanzó. Cayó y se fracturó la pierna. Lo encontraron en la nieve y una enfermera suiza lo escondió en un hospital hasta que pudo recuperarse. Esa decisión lo salvó.
Con su pierna curada, emigró a Estados Unidos con apenas unos dólares. Tras un paso breve por Nueva York, se instaló primero en Sun Valley y luego en Aspen, donde encontró el lugar que se volvería su hogar. Empezó como instructor de esquí y rápidamente se integró a la comunidad local, que en ese momento estaba dando sus primeros pasos como destino de montaña.
En el día a día, Obermeyer veía que el equipamiento no acompañaba. Faltaba abrigo, faltaba protección, faltaba tecnología. Y ahí empezó su aporte más grande: diseñar productos que resolvieran esos problemas.
A lo largo de los años desarrolló o popularizó elementos hoy básicos para cualquier esquiador como anteojos espejados, parkas de pluma más funcionales, bastones de aluminio, protector solar de altura, camperas ajustables para chicos que acompañan el crecimiento, guantes precurvados, entre otros.
Sport Obermeyer creció sin perder su objetivo: funcionalidad, durabilidad e innovación. Con los años sumaron también una mirada ambiental, incorporando materiales reciclados y colecciones fabricadas con desechos recuperados del océano.
La empresa decidió no patentar muchas de sus ideas, lo que permitió que varias mejoras se volvieran estándar en toda la industria. Desde parka acolchada hasta sistemas de ajuste infantil, hoy es difícil imaginar el esquí moderno sin estos aportes.
A pesar de la edad, Obermeyer sigue siendo parte de la rutina de la empresa y continúa practicando aikido, estirando todos los días y manteniéndose en movimiento. A los 100 empezó a nadar diariamente. Su filosofía: tratar bien a las personas y respetar la montaña. Para él, la naturaleza es un regalo y el esquí, una forma de vida que mantiene cuerpo y mente activos.







