En una de esas jornadas que te recuerdan por qué amamos este deporte, el austríaco Stefan Brennsteiner se llevó el Gigante de Copper Mountain casi por un segundo de diferencia y festejó, a los 34 años, la primera victoria de su carrera en la Copa del Mundo de esquí.
Y sí, parte de la sorpresiva victoria vino por algo que casi nunca ocurre: un error de Marco Odermatt, el suizo que hace rato es referencia absoluta en el GS y que rara vez deja pasar oportunidades como esta.
Brennsteiner abrió la jornada con el dorsal número 1, y tuvo una bajada muy prolija y plantado en cada cambio de ritmo. No dio la sensación de ser un gran tiempo, pero la montaña tenía otros planes: nadie pudo bajarlo en la primera manga. Incluso, la pista se cobró víctimas que parecían favoritas: 13 corredores quedaron afuera, entre ellos el propio Odermatt, el noruego Timon Haugan y su compatriota Stefan Babinsky. La nieve estaba traicionera, y cualquier desajuste mínimo significaba quedar afuera.
En la segunda manga, la historia se volvió repetitiva: varios arrancaban fuertes, marcaban parciales competitivos, pero el desgaste del trazado y los desniveles los iban apagando en la parte baja. Brennsteiner, desde la silla, veía cómo uno tras otro se quedaban cortos. Y cuando le tocó defender su tiempo, respondió con la madurez de alguien que conoce cada centímetro de un Gigante: sin volverse loco, sin regalar nada, y con la cabeza fría para administrar la ventaja.
El austríaco terminó festejando un triunfo que tardó en llegar, pero que reflejó una de esas jornadas donde la montaña, el clima y el momento se alinean para darle lugar a una sorpresa.
Una copa para Brennsteiner, un tropiezo inesperado para Odermatt, y una fecha más que demuestra por qué el esquí es tan apasionante: porque incluso los gigantes —y los Gigantes— pueden cambiar de dueño en cuestión de segundos.




