Gabriel Roa, un hombre chileno que llevaba años en silla de ruedas, cumplió su sueño de ver el amanecer desde lo alto de la montaña en 2011. Luego de 10 años, volvió a hacerlo caminando. Esta es su historia de vida.
Gabriel Roa, un hombre chileno que llevaba años en silla de ruedas, cumplió su sueño de ver el amanecer desde lo alto de la montaña en 2011. Luego de 10 años, volvió a hacerlo caminando. Esta es su historia de vida.
Hace 12 años, el joven que llevaba cinco años en una silla de ruedas, le confesó a sus amigos un profundo deseo: "Mi sueño es ver el amanecer desde una montaña". Allí comenzó la aventura que implicó una compleja logística, que incluía la construcción de un trineo especial para transportar a Gabriel y estar preparado para cualquier eventualidad climática.
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El 2 de octubre de 2011, alcanzaron la cumbre del volcán Antuco, ubicado a 600 kilómetros al sur de Santiago de Chile. Pero la emoción del momento lo obligó a decir: "¡Que se repita!". Así fue.
Diez años después de ese emocionante acontecimiento, el chileno cumplió con su palabra. En la madrugada del 7 de octubre de 2021 inició nuevamente la ascensión al volcán Antuco, caminando.
Gracias a diversos tratamientos, Gabriel pudo caminar: aunque lo hace en cortas distancias y a una velocidad menor, quiso hacerlo a pie. De hecho, por eso mismo 10 años después, él fue el responsable de llevar el ritmo de todo el grupo, porque en la montaña el más lento es el que dicta cómo deben ir todos.
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"Nací sin ningún problema, fui un niño sano, activo, me gustaba mucho el fútbol. Hasta que empezaron algunas molestias en los tobillos y en las rodillas", explicó el chileno hace unos años a la BBC. Al principio pensaron que era un lesión, pero después le empezaron a doler las manos y las caderas. Lo llevaron a un especialista, quien le dijo que padecía artritis reumatoide juvenil.
Se trata de una enfermedad autoinmune que afecta principalmente a las articulaciones. Con el pasar de los años, si no se lleva un tratamiento adecuado es muy invalidante, porque causa mucho dolor e inflamación.
En 2011, cuando ya llevaba al menos cinco años en silla de ruedas, trabajaba en una compañía donde sus colegas eran todos montañistas. Todos los lunes compartían las fotos de sus salidas a la montaña el fin de semana y é pensaba cuánto le gustaría ir.
Un día, entre copas, les dijo que lo llevaran. "Lo que más deseaba era ver el amanecer en una montaña. La idea se fue volviendo cada vez más real, y nos pusimos como desafío un volcán, el Antuco", contó.
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Durante tres meses, Gabriel comenzó a proyectar su gran sueño. Debían planear cómo llevarlo en silla de ruedas a una cumbre, porque nunca se había hecho. "No habían experiencias similares en el mundo", cerró. Diez años después repitió la hazaña, pero ya sin la silla a cuestas.