Ayer hubo marchas en todo el país por el Día de la Memoria. La lucha de varios miles recobra valor a la luz de historias de los desaparecidos y de quienes los buscaron y los recuerdan

Margarita, Sacha, Élida y la llama encendida desde marzo de 1976

Por UNO

Mantener ardiendo una llama durante 42 años sólo se explica desde la historia de aquellos que la han alimentado con paciencia y tozudez durante todo ese tiempo. Ayer a la tarde, miles marcharon por las calles céntricas de las ciudades del país avivando ese fuego. También en Mendoza. Pero detrás de las pancartas, del ruido, hay algunos (algunas) que han alimentado la llama, día a día, sin descuidarla un instante. Que han ardido ellos (ellas) mismos para que siga prendida, para que jamás se apague, para que nunca se olvide. Durante 364 días de cada año, ese empecinamiento amoroso pasa casi desapercibido para la mayoría, pero hay un día, uno como el de ayer, en que el fuego les calienta la piel a todos, por más que haya todavía algunos que intenten ignorarlo.Margarita"Yo tenía tres años y medio y mi abuela Margarita ya andaba por los 50. Nos tomamos el tren y fuimos a Buenos Aires, a recorrer todos los lugares adonde ella suponía que nos podían decir dónde estaba mi padre. Ese viaje lo hicimos sistemáticamente cada tres meses durante los años siguientes", dice aquel niño, hoy metido en el cuerpo de un hombre dedicado al teatro, reconocido artista, escritor y dramaturgo. El nieto es Sacha Barrera Oro. La abuela es Margarita Guerrero de Barrera Oro, una de las insignias de las Madres en Mendoza.

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"Mis abuelos me criaron (la madre había muerto cuando Sacha tenía un año) y siempre me dijeron la verdad. Pero yo era muy chico y para mí ir a Buenos Aires me parecía un viaje de vacaciones", dice Sacha.Aún así Sacha recuerda esos viajes, aún antes de que las Madres llegaran a la Plaza. "Nos juntábamos en el Jardín Botánico, en el Zoológico...".Esa abuela, que caminaba de aquí para allá con su nieto de la mano, buscaba a Jaime Barrera Oro, un médico que había sido detenido por un grupo de tareas el 12 de octubre de 1976 en una clínica de Palermo y que, hace no tanto, se supo que estuvo encerrado en el centro clandestino de detención El Vesubio, en La Tablada (legajo Conadep 8.204)."Ahora Margarita tiene 83 años y hay días en que le cuesta levantarse de la cama, por eso a veces no va a la marcha de los jueves", cuenta Sacha.Dice que su vocación por el teatro "nace desde un lugar de mucho silencio. Internamente, desde niño, yo trataba expresarme. Mi necesidad de expresión era y es más grande que el recipiente".Cuenta que a Margarita "los 24 de marzo, estas marchas, le vuelven a dar la fuerza original y la hacen marchar, como en aquellas marchas de la primera época", cuando eran "las locas de la Plaza", según los represores. "El ritual de la marcha hace que se traiga nuevamente la presencia de aquellos que no se ven", dice Sacha.ÉlidaTiene 94 años y, por primera vez, puede mirar la foto de su hijo colgada en un lugar público. Élida Orlandi de Leroux es la madre de Alfredo.

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El 20 de noviembre 1976 en Cañadón Negro, San Juan, Armando Alfredo Leroux (legajo Conadep 7,151) fue ametrallado. Su esposa, Marta Elida Saroff (legajo Conadep 4718/5209), fue detenida y desaparecida. Eran de San Martín, donde esta semana y por primera vez en estos años se expusieron sus fotos junto con otras 14 de los asesinados o desaparecidos de la zona Este.Élida habla muy suave. "Yo le decía a mi hijo que se cuidara, que lo iban a matar. Pero él no me hacía caso y seguía trabajando en los barrios, porque ahí había gente que estaba muy mal y necesitaba ayuda", dice.Élida camina lento, se mueve lento, con dificultad. Sonríe levemente. Todavía no tiene verdad ni justicia, pero finalmente ha vencido al olvido.Marchan, siempre marchanOtra vez, como cada 24 de marzo, como cada jueves desde hace más de 40 años, las Madres y las Abuelas han marchado. Como siempre y desde hace más de 40 años, la mayor parte de la sociedad las ha acompañado multitudinariamente.Rodolfo Walsh escribía: "Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de los hechos anteriores...".Y así será, ahora y siempre.

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Yo le decía a mi hijo que se cuidara, que lo iban a matar. Pero él seguía en los barrios porque había gente que necesitaba ayuda Élida Orlandi de Leroux (94) mirando la foto de su hijo Alfredo
Yo le decía a mi hijo que se cuidara, que lo iban a matar. Pero él seguía en los barrios porque había gente que necesitaba ayuda Élida Orlandi de Leroux (94) mirando la foto de su hijo Alfredo
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Tenía 3 años y medio y mi abuela Margarita andaba por los 50. Íbamos a Buenos Aires, adonde suponía que nos podían decir dónde estaba mi padre Sacha Barrera Oro, artista y dramaturgo
Tenía 3 años y medio y mi abuela Margarita andaba por los 50. Íbamos a Buenos Aires, adonde suponía que nos podían decir dónde estaba mi padre Sacha Barrera Oro, artista y dramaturgo