En el extremo sudoeste de la provincia de Buenos Aires hay un pueblo que casi nadie ubica si no es de la zona. Para llegar hay que llegar casi hasta Bahía Blanca y luego seguir 45 kilómetros por un camino de tierra bien mantenido que cruza campos de trigo y girasol. El paisaje es tan plano que se ve el humo de la locomotora a 20 kilómetros de distancia.
El pueblo tiene unos 400 habitantes. Las casas son de ladrillo, con techos de teja colonial y veredas anchas. Hay plaza con tilos centenarios, una estación de tren que todavía funciona 2 veces por semana, una escuela agropecuaria y 2 o 3 almacenes de ramos generales. El viento sopla fuerte todo el año y en verano el calor es seco y pesado.
El pueblo de Buenos Aires con salinas
El lugar se llama Salinas Grandes de Hidalgo o, simplemente, Salinas del Medio, aunque en los carteles dice Hidalgo. Lo que lo hace especial es que a solo 8 kilómetros del casco está la enorme salina de 450 hectáreas que, según la época, puede estar cubierta de agua rosada o de una costra blanca durísima. Cuando llueve poco y se seca, la sal forma un espejo perfecto donde se refleja el cielo, cuando hay algo de agua, llegan cientos de flamencos que tiñen todo de rosa.
En los últimos años se convirtió en un destino fotográfico curioso: muchos llegan desde Bahía Blanca o Sierra de la Ventana solo para caminar sobre la sal, sacar fotos al atardecer o hacer sesiones de fotos de bodas y quinceañeras. Hay un guía local que lleva en camioneta hasta el centro de la salina y explica cómo se formó hace miles de años cuando la zona era un mar interior. También se puede visitar la pequeña planta donde todavía algunos vecinos extraen sal artesanalmente para vender en la ruta.
Los fines de semana largos aparecen food trucks y artesanos en la plaza. En enero se hace la Fiesta de la Sal con carreras de ciclismo sobre la costra y música en vivo. El resto del tiempo el pueblo vuelve a su ritmo lento: mate en la vereda, partidos de bochas en el club y el tren que pasa silbando a las 6 de la mañana.
Salinas Grandes de Hidalgo no es grande ni famoso, pero esa salina blanca y rosada en medio de la nada se convirtió en su orgullo. Quien la ve una vez entiende por qué la gente del pueblo dice que tienen “el mar más cerca que Mar del Plata, pero sin olas”.






