Historias

El joven de 14 años que salvó a su pueblo al construir un molino para generar electricidad

Un joven de un pueblo esencialmente agrícola, tras dejar la escuela por falta de recursos, se dispuso a crear una solución al problema que vivía su comunidad

En 2002, William Kamkwamba, protagonista de esta historia, era un joven de 14 años que vivía en aldea rural del pueblo de Masitala. Esta pertenecía a Malawi un país esencialmente agrícola del sudeste de África.

Al provenir de una familia pobre, el joven se vio obligado a dejar sus estudios porque sus padres agricultores no podían pagar los gastos escolares de 80 dólares debido a la sequía. Sin desanimarse, el joven decidió aprender solo. En sus largas horas en la biblioteca, y de forma autodidacta, descubrió cómo salvar a su pueblo generando electricidad.

William Kamkwamba

El joven de 14 años que salvó a su pueblo al construir un molino para generar electricidad

Mientras la sequía avanzaba sobre el pueblo de Masitala como una sombra inevitable, William Kamkwamba buscaba respuestas en el único lugar donde aún parecía haberlas: la pequeña biblioteca de su aldea. Quedarse sin escuela no fue para él un punto final, sino una puerta lateral, de esas que se abren cuando la vida empuja demasiado fuerte.

Entre manuales de ciencias, diagramas incompletos y libros donados por organizaciones extranjeras, el adolescente encontró una idea que parecía imposible para el contexto que lo rodeaba. Se trataba de construir un molino de viento capaz de producir electricidad.

William Kamkwamba (2)

En un país donde el 85% de la población rural vivía sin acceso a la energía, aquella intuición tenía la fuerza de una revelación. William comenzó a recolectar piezas de desecho: un ventilador viejo, un amortiguador oxidado, trozos de madera, cables desprendidos. Cada objeto servía. Cada intento fallido marcaba un nuevo camino. Mientras el pueblo perdía cosechas y esperanza, él ensamblaba su máquina como si el futuro dependiera de ese gesto mínimo.

Cuando el molino finalmente giró, una bombilla se encendió por primera vez. No iluminó solo una casa, iluminó una idea de posibilidad. William Kamkwamba no solo llevó electricidad a su familia, llevó una narrativa distinta a su país, una prueba silenciosa de que el ingenio también es una forma de resistencia.

Su torre, hecha de árboles delgados y reforzada con tornillos reutilizados, se erigió paso a paso. Lo que parecía un montón de desechos terminó convirtiéndose en viento convertido en luz.

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