*El siguiente relato fue extraído del expediente del noveno juicio por delitos de lesa humanidad durante la última dictadura militar*

Algunos días iba a una escuela para dar clases de arte decorativo. Otros, se quedaba en su casa de Guaymallén haciendo manualidades que luego vendía. Esas jornadas de trabajo doméstico solía estar acompañada por su dos hijos y una niñera, quien también era su amiga.

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Esa era la situación cuando moría ese 17 de mayo del '78. Carlos, el padre de familia, no estaba en esa casa de calle Remolcador Fournier. Tal vez cuando sonó el timbre, la niñera pensó que era él.

Pero no. Se encontró con cuatro civiles. Con una credencial de dudosa procedencia, se identificaron como policías federales. Abrió y se encontró con la palma de una mano que le cacheteó la cabeza. "No mirés", le ordenaron.

Los secuestradores entraron y redujeron a la niñera con los pequeños. "Nos venimos a llevar a la piba", le dijeron. La piba era Margarita Rosa Dolz. Y esa fue la última vez que fue vista con vida aquella docente idealista, que militaba en el Partido Socialista Popular de Mendoza.

En vano fue la búsqueda de esposo. Lo pasearon por todos los organismos de seguridad. En la Policía le decían que fue el Ejército. En el Ejército, que fue la Fuerza Aérea. En la Fuerza Aérea, que fue la Federal. En la Federal, que fue la Policía. Círculo vicioso intencionado.

El nombre de Margarita no sólo quedó plasmado en un verde boulevard que se construyó en San José. También quedó vivo en cada juicio que sentó a los secuestradores en el banquillo de acusados.

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