Hay vidas que se construyen como los buenos whiskies: con viajes, decisiones que maduran a fuego lento y una dosis innegociable de paciencia. Matthew Alan Brook, nacido en Brisbane en octubre de 1971, lo sabe bien. Llegó al mundo junto con su hermano gemelo Michael y, sin saberlo, empezó un recorrido que lo llevaría muy lejos de su Australia natal: hasta Mendoza, donde el amor, la familia y un sueño inesperado lo anclarían para siempre.
El australiano que eligió Mendoza: la historia de Matthew Brook, el hombre que convirtió su vida en whisky
Nació en Brisbane, llegó a Mendoza por amor y creó una destilería que fue elegida dos veces la mejor del país. Con 51 medallas, cuenta cómo su whisky narra una historia
“Conocí a mi esposa Cecilia en Santiago, el 4 de mayo de 2003. Había terminado de trabajar en un proyecto aurífero en Ghana y mi jefe estaba en Perú, pero la ingeniería se hacía en Santiago. Cuando llegué, me registré en Match.com y, tras un par de citas no muy exitosas, apareció ella: Cecilia Suárez”, recuerda. De aquel encuentro, Matthew guarda una frase que todavía siente verdadera: “Dicen que el amor es como respirar cuando es verdadero, y así fue y sigue siendo cuando estamos juntos”.
La historia podría haber transcurrido en cualquier país, pero terminó apuntando hacia Mendoza, aunque Matthew no lo imaginara al principio. Antes de cruzar la cordillera, había sido un apasionado del tango y había viajado varias veces a Buenos Aires para tomar clases. “Estaba emocionado de venir a Mendoza. Me encantó el lugar. Creo que me encantan las montañas, además de la cultura relajada de aquí. Me gustó el enfoque en la familia y las reuniones familiares. Ese tipo de unión familiar es más fragmentada en Australia”.
Durante esos primeros meses, Matthew viajaba entre Perú, Santiago y Mendoza, mientras la relación con Cecilia se afirmaba. Sin embargo, el destino iba a empujarlo un poco más. “En 2006, se cerró un proyecto y me di cuenta de que necesitaba un lugar donde vivir por si alguna vez me quedaba sin trabajo. Decidimos construir una casa en Mendoza”. Más adelante, en 2014, otro proyecto –esta vez en Colombia– se cerró y la decisión fue rotunda: regresar a Argentina y asentarse definitivamente.
Un país que lo adoptó, como a su wisky… y tres hijos argentinos
Hoy, Matthew es australiano por origen, mendocino por elección y padre de tres hijos argentinos. Cada uno de ellos cuenta, además, con doble ciudadanía, un reflejo de esa vida entre dos mundos. Cuando se le pregunta qué parte de sí quedó en Australia y cuál nació aquí, él hace una pausa antes de contestar.
“Amo mucho a mi país, pero llega un momento en la vida de un hombre en que tiene que decidir viajar, emprender un viaje y ver hasta dónde puede progresar profesional y personalmente. Lo mejor que aprendí al montar una destilería en Mendoza es que emprender un negocio aquí pone a prueba tu resistencia mucho más allá de lo que imaginaba. Muchas veces pensé en renunciar, pero nunca lo hice. Quería demostrarle a mi esposa e hijos que se puede emprender y tener éxito”.
Esa resistencia fue clave. Hoy, cuando se sirve un trago de sus propios whiskies, siente una mezcla de orgullo y gratitud: “Argentina tiene materias primas increíbles: granos de la pampa y agua de los Andes. Mis whiskies cuentan historias, pero es la historia de Argentina”.
El whisky como filosofía de vida
Matthew suele decir que elaborar whisky es una escuela espiritual. “No es para personas con TDAH (es decir, personas que no pueden esperar). Esas personas elaboran ginebra o cerveza”, bromea. “Desde que empiezas a elaborar whisky, es una semana de esfuerzo y luego está en manos de los dioses durante años. Pasan entre 3 y 4 años antes de que obtengas un buen producto. Ser padre también es así. A menudo, las decisiones que tomás en la infancia tardan muchos años en dar frutos”.
La paciencia, entonces, es un puente entre su oficio y su vida familiar en Mendoza. Una forma de entender el tiempo: sin apuros, sin esquinas que cortar.
De experimento personal en Mendoza a destilería premiada
Su destilería en Perdriel se convertiría en una sorpresa incluso para él mismo. Los primeros pasos no fueron gloriosos: “Mis primeros whiskies eran pésimos. Me llevó un año experimentando con whisky malo y mil horas leyendo todo en internet para empezar a hacerlo bien”. Pero insistió. Probó, falló, corrigió. Y con el tiempo, algo empezó a surgir: una voz propia.
A diferencia de muchos productores argentinos, Matthew creó 48 tipos diferentes de whisky. No habla de combinaciones comunes ni de recetas heredadas. Habla de innovación pura. “He creado varias recetas que no existen en ningún lugar del mundo. Muchos de estos whiskies inusuales han ganado medallas de oro y doble oro”. Hasta hoy, acumula 51 medallas.
Su destilería fue elegida dos veces la mejor de Argentina. Y, sin embargo, sigue sintiendo que el camino recién comienza.
La anécdota que más lo marcó tal vez sea la de una cata en Brisbane, cuando tenía 22 años. “La organizaba James Jameson, de la famosa destilería irlandesa. Le pregunté en broma si no era el tataranieto del Jameson original. Me dijo: ‘En realidad, soy yo’. Algunas destilerías se convierten en negocios intergeneracionales y espero que esto suceda, aunque mis hijos parecen tener otros destinos”.
El legado y el futuro: un brindis que viajará en el tiempo
La idea de la continuidad lo conmueve. Sabe que trabajar en grandes compañías muchas veces obliga a las personas a asociar su identidad al trabajo de manera tan extrema que, al retirarse, sienten que mueren un poco.
“Muchos hombres con vidas profesionales desafiantes mueren a los dos años de dejar sus carreras. Si tienes un negocio como una destilería y te gusta, nunca terminás. Estoy seguro de que el mejor whisky que haré lo probarán mis hijos y quizás mis nietos después de mi muerte. Quizás algún día, cuando ya no esté, puedan probar whiskies que preparé con mis propias manos y brindar”.
Tiene incluso su brindis favorito: “Que llegues al cielo 10 minutos antes de que el diablo sepa que estás muerto”.
¿Por qué un proyecto en Argentina y en Mendoza?
Si alguna vez sus hijos le preguntan por qué eligió vivir, amar y crear en Argentina, la respuesta ya está masticada: “Creo que Argentina tiene un gran futuro. Chile y Perú progresaron mucho en 30 años gracias a la minería. Argentina está en el inicio de ese auge. Creo que el presidente Milei está dando los pasos correctos hacia la prosperidad”.
Pero no es solo economía.
“Elegí vivir aquí por la excelente comida, el excelente vino, mi hermosa esposa y un gran ambiente familiar. Jamás imaginé que fundaría una destilería ni que ganaría medallas. Pero el whisky que elaboramos es increíble. A veces me siento un espectador, porque todos los ingredientes, excepto las barricas de roble francés, son argentinos. El producto final tiene un poco, o más que un poco, del cariño y el amor australianos”.
A eso le suma una convicción profunda: que crecer en un entorno bilingüe y bicultural es un regalo invaluable para sus hijos. “Sinceramente, creo que Australia atraviesa una época económica muy difícil y que el futuro de los jóvenes australianos tiene menos potencial del que se imaginan en Argentina”.
El hombre que destila dos patrias: Australia y Argentina
Matthew no dejó Australia atrás: la lleva consigo en cada receta, cada decisión y cada recuerdo. Pero en Mendoza encontró un ecosistema perfecto: naturaleza, familia, calma y la oportunidad de crear algo que antes no existía. Entre barricas y montañas, diseñó un puente entre dos mundos.
Hoy, con 51 medallas, una destilería bicampeona y tres hijos que representan esa unión de geografías, Matthew Alan Brook vive una certeza que destila con cada botella: que las grandes historias, como los buenos whiskies, necesitan tiempo, amor y un territorio que las abrace.






