Editorial Mendoza
Ahora todo pasa por WhatsApp, incluso el resultado de cómo se maneja al ritmo de mensajes de audio y texto.

El tránsito... ¿y nosotros?

Por UNO

Dicen los especialistas que la gran mayoría de los accidentes viales suceden por fallas humanas evitables.

Y agregan que los conductores son presa fácil de una gran cantidad de factores distractivos que están ahí, dentro de la cabina, disponibles, pero que terminan jugando un rol preponderante durante el manejo de los automotores.

Uno de estos es el celular. O mejor dicho, la utilización de esta y otras tecnologías en el momento menos oportuno y del modo más desaprensivo.

Y si a esto le sumamos que somos poco afectos, cada vez menos, a respetar las normas de tránsito, el combo se vuelve terriblemente peligroso para quien maneja y para los demás, léase otros conductores y peatones.

Dicen los especialistas que a bordo no hay que llevar objetos sueltos que en caso de una frenada brusca terminen siendo un búmeran para los pasajeros que pueden terminar golpeados y/o heridos. Sin embargo, en la margen superior derecha de esta página puede verse a un pequeño gato sobre el torpedo de un auto en marcha. ¿Y si el animalito terminara dando contra la humanidad del conductor y lo hiciera perder el control del volante? Bueno, para casos como estos la ley ha dispuesto que las mascotas viajen atadas con arneses. Pero, como ya hemos dicho, somos tan poco apegados a las leyes vigentes...

Reza la normativa vigente que las luces de stop deben ser activadas en caso de detención del rodado, sin embargo las encendemos aun cuando seguimos rodando por el solo hecho de haber disminuido la velocidad. Grave error.

Las luces de giro (o guiñes) sirven para anunciarles a los demás la maniobra inminente, pero también hemos perdido esa conciencia social: doblamos y que Dios ayude a los que vienen atrás, si es que el accidente no sucedió.

Y el celular... Menudo tema. Antes se hablaba mucho mientras se conducía. Ahora, como todo pasa por WhatsApp, la mensajería escrita o grabada se ha convertido en la reina madre, ya sea en tramos cortos e intensos, como en el Gran Mendoza, o en las rutas. Y detrás de esos conductores ¿qué? El desconcierto absoluto entre los demás, que se ven obligados a seguirles el ritmo de circulación codeándose con el alto riesgo de un accidente.

En fin: somos nosotros los responsables de tanto desbarajuste y desaprensión. Pero hay una esperanza: los únicos que podemos torcer esta historia también somos nosotros.

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