Es el cultivo más polémico, pero cada vez gana más territorio y es una de las principales exportaciones del país que, por ende, es trascendental para que la Nación pueda afrontar en parte el pago de los intereses de la deuda externa. Pero también es cierto que ha generado desmontes masivos y transformándose en un monocultivo que, a la par que le va ganando terreno a otros productos, empobrece el suelo. Esto sin contar que el uso de semillas genéticamente modificadas, que también genera fuertes críticas, ha producido el uso masivo de glifosato como herbicida.

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La soja (Glycine max), el grano y sus y sus subproductos (aceite y harina de soja) se utilizan en la alimentación humana, del ganado y las aves.

En los últimos 50 años la producción de soja en la Argentina creció diez veces, de 27 a 269 millones de toneladas. El área total destinada a soja cubre actualmente más de un millón de km2, equivalente al área total combinada de las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, La Pampa, San Luis y Mendoza.

En Latinoamérica, el área dedicada al cultivo de soja es de 46 millones de hectáreas. El crecimiento más rápido en los últimos años en el mundo fue en Sudamérica, donde la producción creció el 123% entre 1996 y 2004.

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Un informe de Carlos Reboratti, licenciado en Geografía de la Universidad de Buenos Aires e investigador principal en la carrera de Investigador Científico de Conicet, hace un repaso de la historia de este cultivo en el país, además de analizar el panorama general de esta producción.

También difundido por el sitio Infocampo, el informe cuenta que las primeras plantaciones de soja en Argentina se hicieron en 1862, pero la iniciativa no prosperó en ese momento.

En 1925, durante la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear, el ministro de Agricultura Tomás Le Breton, trajo nuevas semillas de soja desde Europa y trató de difundir su cultivo. Por esos años se la denominaba “arveja peluda” o “soja híspida”.

En los años 50 aún la soja no estaba aceptada como alternativa de cultivo y, debido a que los que la habían sembrado habían fracasado, se la consideraba un cultivo “tabú”.

Pero en 1962, bajo la breve presidencia de José María Guido, la Argentina exportó el primer cargamento de soja. El buque Alabama partió el 5 de julio de 1962 hacia el puerto alemán de Hamburgo, llevando 6.000 toneladas.

Hasta fines de los 80 la producción agropecuaria argentina estaba basada en los cultivos clásicos de maíz, trigo, girasol y la producción de carne vacuna. La cosecha se había mecanizado, pero casi no se utilizaban fertilizantes. El volumen de producción y los rendimientos crecieran despacio, y en ese sentido, el país había ido perdiendo preeminencia en los mercados internacionales, pero el uso mesurado de los recursos y una cierta alternancia entre diferentes cultivos y la ganadería, había preservado en buena medida la calidad de los suelos.

Fue en ese marco que comenzaron a llegar el uso de nuevas variedades más productivas y la aplicación de agroquímicos, que aumentó la producción de trigo y maíz. Además apareció una variedad de trigo de origen mexicano, de ciclo más corto que los tradicionales, que comenzó a hacer que se pensara en un uso más intenso del suelo, especialmente a través de la producción de dos cosechas anuales, una de invierno y la otra de verano.

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Fue allí cuando la soja apareció, especialmente en la región pampeana, como una alternativa adecuada para cumplir el segundo rol, un cultivo que se podría sembrar en los campos donde recién se había cosechado trigo, pero que requería el uso de fertilizantes en suelos que estaban ya en su límite agronómico de productividad natural y que, además, casi no tenían descanso a lo largo del año.

Para mejor en ese tiempo los precios internacionales se mantuvieron altos, con una tendencia al aumento, y en el mercado internacional apareció un comprador, China, que se transformó rápidamente en el cliente más importante de los productores sojeros, un comprador que estaba dispuesto a aumentar continuamente sus adquisiciones (dedicadas a alimentar los cerdos) y que no ponía reparos en cuanto al origen tecnológico del producto. Después apareció un mercado para los biocombustibles que afianzó aún más el precio de la soja, que solo experimentaría una caída en 2008.

Además se comenzaron a generar espacios para almacenar los granos y se formó una densa red de puertos privados, pequeños y muy eficientes por la adopción de modernas tecnologías de embarque, ubicados muy convenientemente para las áreas productoras.

La soja significó la reducción o estancamiento de la superficie dedicada a otros productos agrícolas y el reemplazo de las dedicadas a la ganadería.

Así fue que el trigo y el maíz se mantuvieron aproximadamente con las mismas áreas que antes, pero por un notable aumento de su productividad eso no se tradujo en una disminución del volumen producido: muy por el contrario, este aumentó. En cambio otros cultivos, como el girasol, redujeron fuertemente su superficie. Pero donde realmente la soja suplantó agresivamente a otra actividad fue en las áreas dedicadas a la ganadería, tanto vacuna como ovina.

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Desde el punto de vista de la organización territorial, la soja simplemente en la región pampeana se superpuso a la ya existente estructura, basada en una red densa de transportes y centros urbanos pequeños y medianos.

Estos fueron los más favorecidos por la expansión sojera, al albergar por una parte a los propietarios que decidieron alquilar sus tierras y, por otra, al desarrollarse una cantidad de servicios agrícolas de base urbana.

Hacia mediados de los 90 el efecto del aumento del precio de los arriendos rurales (y por lo tanto del precio de la tierra) fue tal que muchos productores pampeanos comenzaron a buscar nuevas tierras y, fue entonces, que se produjo una expansión del tipo de "frontera agraria" hacia los campos de las provincias del norte.

Aquí la expansión significó al mismo tiempo el reemplazo de los cultivos más tradicionales (algodón en el Chaco, poroto en el noroeste) y la deforestación del bosque original, hasta ese momento utilizado para ganadería extensiva y la extracción de madera.

En el norte del país la expansión de la soja ocupó en pocos años más de 1,6 millones de hectáreas (a lo que suma una mayor producción de trigo y girasol que cubrieron otras 577.000), superficie que fue en parte sustraída de las producciones tradicionales (casi 500.000 hectáreas) por una reducción en el número de vacunos (cerca de un millón) y de la deforestación, que llegó entre 1995 y 2005 a no menos de un millón de hectáreas.

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Una de las características más notables de la expansión sojera es que generó en los productores agrícolas una nueva capacidad de adopción de tecnología en un medio que hasta el momento había mostrado una actitud relativamente conservadora al respecto. Estos cambios tecnológicos se centraron en tres aspectos: el uso de semillas transgénicas y el glifosato, la labranza cero y siembra directa y los sistemas de almacenamiento.

En su informe Carlos Reboratti concluye que “todo indica que la soja llegó a la Argentina para quedarse y que en el futuro su predominio se extenderá aún más. Por ejemplo, la prolongada sequía entre 2008 y 2009 redujo las posibilidades de siembra de trigo, lo que lleva a los productores a volcarse todavía más a la soja.

Por otra parte, después de la caída de precios por la crisis internacional, los correspondientes a la soja han aumentado en forma sostenida, y China se mantiene como un comprador muy activo. La crisis política alrededor del "conflicto del campo" no ha resultado en ninguna medida para limitar la producción de soja y los grandes productores parecieran afianzarse en su posición.

Si bien la expansión en Paraguay y Bolivia fue promovida en un principio por productores brasileños, hoy en día es común que productores argentinos cultiven campos en esos países y ahora también en Uruguay y que se generen joint ventures entre productores brasileños y argentinos con vista a una expansión aún más rápida del cultivo. Desde el punto de vista territorial, todavía en la región pampeana la soja podría avanzar considerablemente sobre las tierras ganaderas y existe una reserva importante de tierras en el norte, si bien aquí la expansión podría generar conflictos tanto de tipo social como ambiental. El reinado de la soja, que ha puesto a esa república virtual al tope de las áreas productoras mundiales de alimentos, pareciera no tener límites”.

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