Pero para que esto no solo quede en un manifiesto ideológico de mi parte, en esta nota hay voces autorizadas que dan cuenta de que lo que digo no parte de una visión subjetiva sino de una realidad.
En diálogo con Diario UNO, la socióloga Claudia Anzorena advirtió que el problema va mucho más allá de la ausencia de talles: tiene que ver con cómo el mercado construye la idea de cuerpos “normales” y “anormales”. A su vez, el psiquiatra Juan Reboredo aportó que, si bien las consultas por trastornos de percepción corporal parecen haber disminuido, todavía persisten casos vinculados al mandato social de encajar en un molde.
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Las mujeres no entramos en la ropa porque jamás se respetó el SUNITI (Sistema único normalizado de talles para la indumentaria argentina)
Dibujos: El ropero off
Un problema que no se resuelve con una tabla de talles
El objetivo de la ley de talles parecía claro: estandarizar talles de indumentaria en base a un estudio antropométrico del INTI y, con ello, evitar la discriminación por tipo de cuerpo y asegurar que todas las personas pudieran acceder a la ropa.
Pero la promesa nunca se materializó del todo. Las prendas siguen respondiendo a un patrón hegemónico que excluye a gran parte de la población. Los talles que se comercializan no se corresponden con las medidas reales que arrojó el relevamiento nacional —un promedio de 87 cm de cintura y 100 de cadera— y, en consecuencia, la ropa que debería ser para todas continúa diseñada para unos pocos cuerpos.
En definitiva, es el mercado el que construye la idea de que hay cuerpos normales y cuerpos anormales. Cuando una persona no encaja en la ropa que ofrecen las marcas, no es la prenda la que está mal diseñada: es el cuerpo el que aparece como defectuoso.
La trampa de la simplificación
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"El modelo imposible" según una encuesta de la organización Anybody, el 82% de las mujeres no encontró el calce de pantalón que buscaba.
Dibujos: El ropero off
La socióloga también destacó que, incluso en la Ciudad de Buenos Aires, donde rige una ley de talles propia, el abordaje estatal ha sido cuestionado por su carácter simplista.
“Se cree que con una tabla de talles se resuelve un problema que en realidad es mucho más complejo, porque está relacionado con cómo las mujeres perciben sus cuerpos en función de un mercado que impone un ideal de belleza hegemónico”.
Así, el Estado interviene pero a medias: genera normas que, en el papel, buscan garantizar derechos, pero en la práctica quedan desdibujadas frente a la fuerza de las marcas. Organizaciones como Anybody han señalado reiteradamente estas contradicciones y denuncian que la falta de controles convierte a la ley en letra muerta.
La cuestión excede a la moda. Se trata de políticas públicas que, al no reconocer la dimensión cultural, simbólica y emocional del problema, terminan ofreciendo soluciones técnicas para conflictos que son profundamente sociales.
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En Argentina, el talle más común es el que menos se encuentra.
Dibujos: El ropero off
Cómo influye la percepción del cuerpo en la salud mental
En este escenario, el mercado se alimenta de la frustración y las inseguridades. La falta de acceso a ropa que se ajuste a las medidas reales genera una sensación de “desajuste” personal. Ese desajuste no es menor: impacta en la autoestima y, en muchos casos, abre la puerta a trastornos alimentarios o a una relación conflictiva con el propio cuerpo.
El psiquiatra Juan Reboredo, también consultado por este medio, explicó que en los últimos años nota una baja en las consultas por trastornos alimentarios y percepción corporal distorsionada, aunque el problema persiste.
“Hoy hay más información y más espacios de visibilización, pero todavía existen casos en los que la imposibilidad de aceptar el cuerpo propio lleva a situaciones de sufrimiento. No se trata solo de una cuestión estética, sino de salud integral”.
Su mirada aporta un matiz: si bien la visibilidad de los debates sobre diversidad corporal ha tenido un efecto positivo, todavía las presiones sociales y comerciales moldean los parámetros de lo que se considera aceptable.
El mercado como juez de "lo normal"
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El probador es un "drama colectivo", por esto, el problema nunca puede ser el propio cuerpo.
Dibujos: El ropero off
La contradicción es evidente: mientras el Estado crea una ley para garantizar el acceso igualitario a la indumentaria, las marcas continúan reproduciendo estereotipos de belleza que excluyen y generan malestar. De este modo, la ropa deja de ser un derecho de consumo básico y se transforma en un dispositivo disciplinador de los cuerpos.
Las políticas públicas, cuando no se aplican con una mirada integral, terminan legitimando la idea de que existe un cuerpo correcto y otros que se apartan de esa supuesta normalidad. La consecuencia es que las mujeres —y también varones y diversidades— carguen con la culpa de no encajar, en lugar de que las empresas asuman la responsabilidad de diseñar ropa para todos los cuerpos.
El desafío pendiente es doble: que el Estado no se conforme con medidas técnicas y que el mercado deje de lucrar con la inseguridad corporal. Mientras eso no suceda, la ley seguirá siendo un avance truncado y los cuerpos seguirán midiendo su “normalidad” frente a un espejo que nunca devuelve lo real.