La vida de María Isabel Lazcano, a quien todos conocen como Chavela, nunca fue sencilla. A sus 59 años, viuda y con una salud frágil marcada por la diabetes, la hipertensión y la obesidad, sostiene como puede a una familia numerosa en una vivienda humilde del asentamiento El Molino, también conocido como San Expedito, en El Challao, Las Heras. Cuando parecía que las carencias materiales ya habían tocado fondo, una nueva amenaza irrumpió en su casa de manera silenciosa pero devastadora: una invasión de chinches.
Una invasión de chinches dejó sin colchones a una familia de El Challao que necesita ayuda
Una familia de El Challao enfrenta una grave infestación de chinches de cama que la obligó a quemar colchones y muebles. Qué son y por qué erradicarlas es tan difícil
Las chinches llegaron sin aviso y se instalaron en colchones, camas, muebles y rincones impensados. De noche, mientras la casa intentaba descansar, aparecían las picaduras, la picazón intensa y el miedo. “Esto me pasó el año pasado también y tuvimos que desinfectar en forma privada. Y hace tres meses empezó todo de nuevo. No tenemos colchones en condiciones”, contó Chavela a Diario UNO.
Las llamadas chinches de Castilla no son un insecto extraño ni exclusivo de viviendas precarias. Se trata de la chinche de cama, cuyo nombre científico es Cimex lectularius. No vuelan ni saltan, pero se esconden con facilidad en colchones, somieres, grietas, madera, enchufes y muebles. Salen de noche para alimentarse de sangre humana y pueden sobrevivir meses sin hacerlo, lo que las convierte en una de las plagas urbanas más difíciles de erradicar.
Las picaduras de chinches provocan ronchas y tres familiares son alérgicos
Las consecuencias no tardaron en sentirse en la familia de Chavela. Las picaduras provocan ronchas rojas, muchas veces en línea o agrupadas, con una picazón intensa que no deja dormir. En algunos casos generan reacciones alérgicas severas, con hinchazón e incluso ampollas. En esta familia, el problema fue aún más grave: tres integrantes son alérgicos. “Dos de mis hijos y una nieta tuvieron que salir volando al hospital”, relató la mujer, visiblemente angustiada.
Además del daño físico, las chinches provocan insomnio, estrés, ansiedad y una profunda sensación de desesperación. El miedo a acostarse, a volver a ser picados, se vuelve cotidiano. A esto se suma un sentimiento injusto pero frecuente: la vergüenza. Sin embargo, especialistas advierten que la presencia de chinches no tiene relación con la higiene. Pueden aparecer en cualquier hogar y suelen ingresar a través de ropa, colchones usados, muebles o incluso después de una visita a un hospital, colectivo o casa ajena.
La infestación fue tan severa que Chavela se vio obligada a tomar una decisión extrema: quemar colchones, camas y muebles. “La cama grande ya no la tengo, porque tuve que quemarla. También un ropero y otras cosas. Los colchones que nos quedaron están en muy mal estado”, explicó. La quema fue la única manera que encontró para evitar que los insectos siguieran reproduciéndose. “Se incrustan incluso en la madera. Y en todos los colchones”, agregó.
En la casa viven cuatro nietas, Helen, Amira, Lucía y Luna, junto a sus hijas, que son las madres de las niñas, y otros hijos. En la construcción de al lado, otro de sus hijos vive con su familia. Todos se ayudan como pueden para sobrevivir, en una vivienda que todavía está en obra, con partes de material y otras más precarias.
Colchones deteriorados y una necesidad urgente
El impacto económico de la plaga es enorme. La fumigación común no alcanza para erradicar las chinches y se requieren tratamientos específicos, repetidos en el tiempo. Chavela llamó al municipio de Las Heras, pero finalmente tuvo que pagar una desinfección privada. En 15 días deberá volver a hacerlo. “El año pasado juntamos dinero y compramos colchones, pero ahora otra vez estamos en cero”, lamentó. Vive únicamente de la pensión de su marido y no puede trabajar desde hace años por su estado de salud.
Mientras tanto, la familia intenta reorganizarse para dormir como puede, sin camas suficientes y con colchones deteriorados. “A ningún vecino esto les afectó tanto como a nosotros”, dijo Chavela, convencida de que la plaga encontró en su casa un lugar ideal para expandirse.
Las chinches de cama no transmiten enfermedades, pero su impacto en la calidad de vida es profundo. Contaminan colchones, somieres, muebles y ropa, se reproducen rápidamente y, si no se actúa a tiempo, obligan a descartar gran parte del mobiliario del hogar. Erradicarlas implica lavar ropa y sábanas a altas temperaturas, aspirar profundamente, sellar grietas y, en la mayoría de los casos, recurrir a control profesional especializado.
Cómo ayudar a la familia con camas, colchones y sábanas
En este contexto, la Nochebuena encontrará a la familia unida, pero atravesada por carencias materiales urgentes. Hoy, la necesidad más básica es volver a tener un lugar digno donde dormir. Quienes deseen colaborar con camas, colchones, sábanas o ropa de cama pueden comunicarse a los teléfonos 2617 55-3078 o 2613 01-3535.
La historia de Chavela no es solo la de una mujer que lucha contra una plaga, sino la de una familia que enfrenta, una vez más, una adversidad inesperada. Una plaga silenciosa que no solo pica la piel, sino que deja al descubierto las profundas desigualdades que existen cuando un problema sanitario golpea a quienes menos tienen.









