Un volcán que se creía dormido para siempre, el Taftán, en el sureste de Irán, comenzó a dar señales de que algo en su interior se mueve. Después de 700.000 años de silencio, este gigante de casi 4.000 metros de altura presenta una actividad inusual que capta la atención de especialistas en todo el mundo y nos recuerda que la naturaleza siempre tiene la capacidad de sorprendernos.
La quietud del volcán Taftán se interrumpió. Datos satelitales recientes muestran una elevación de aproximadamente nueve centímetros en su cumbre en un lapso de solo diez meses, entre julio de 2023 y mayo de 2024. Este pequeño abultamiento, aunque imperceptible a simple vista, es una señal inequívoca para los científicos de que la presión en las profundidades de la montaña aumenta, un indicio de que su corazón de roca y fuego late de nuevo.
Señales desde el espacio
Los científicos a cargo de la investigación utilizaron datos de los satélites Sentinel-1, que emplean una técnica de radar conocida como InSAR. Este método les permite medir con una precisión asombrosa los más mínimos movimientos del suelo desde el espacio. Así detectaron la sutil hinchazón del terreno cerca de la cima del volcán, un fenómeno que no disminuye y sugiere que la presión interna todavía no encontró una vía de escape.
El equipo, liderado por Pablo J. González del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, analizó las posibles causas. Descartaron factores externos como lluvias intensas o terremotos cercanos. El patrón de ascenso y estabilización del terreno encaja perfectamente con procesos internos propios de un sistema volcánico que despierta. La ubicación remota del Taftán y la falta de instrumentos en tierra hacen que la vigilancia satelital sea la herramienta principal para mantenerlo bajo observación.
Este seguimiento constante es crucial, ya que muchos pueblos y ciudades se encuentran en las faldas de la montaña. La tecnología espacial se convierte así en los ojos de la ciencia en lugares inhóspitos, permitiendo vigilar a un gigante que pocos visitan pero cuya actividad podría afectar a miles de personas. La historia nos enseña que un volcán puede pasar de la calma a la furia en cuestión de meses, y cada dato, por pequeño que sea, es una pieza fundamental del rompecabezas.
Las mediciones son más importantes que las etiquetas. La deformación detectada es un dato concreto, no una simple clasificación. La palabra "extinto" a veces puede ser engañosa cuando se habla de estas estructuras geológicas. El Taftán, con sus fumarolas que emiten gases, siempre mostró que su sistema interno se mantenía con vida. El seguimiento continuo y detallado es la única forma de anticipar los próximos pasos de una posible erupción.
¿Qué sucede bajo el volcán?
El despertar del volcán tomó por sorpresa a los científicos.
Los modelos elaborados por los científicos sitúan el origen de esta presión a una profundidad de entre 490 y 630 metros bajo la superficie. Esta escasa profundidad sugiere que el problema no es el ascenso de magma fresco, cuyo reservorio principal se encuentra a más de tres kilómetros de profundidad. Más bien, todo apunta a una acumulación de gases dentro del sistema hidrotermal del volcán, donde el agua caliente y los gases circulan.
Una de las hipótesis es que el gas se acumula en las fracturas y rocas compactas. A medida que la presión del gas aumenta, el terreno se eleva ligeramente, y la zona de la cumbre es la primera en responder a este empuje. Otra posibilidad es que un pequeño pulso de roca fundida en las profundidades liberara gases volátiles que se filtraron hacia arriba, aumentando la presión en los poros de las rocas más superficiales.
Ambas ideas encajan con la poca profundidad del fenómeno y su desarrollo en el tiempo. Los datos también muestran que el ritmo de la elevación disminuyó a medida que el gas encontraba algunas vías de escape. Esto no significa que una erupción sea inminente, pero sí exige una atención constante, porque esa presión acumulada necesita una ruta para liberarse, y el camino que elija es determinante para el futuro.
El principal riesgo a corto plazo no son los flujos de lava, sino las explosiones freáticas. Estas son explosiones de vapor que ocurren cuando los fluidos calientes se convierten violentamente en gas cerca de la superficie, capaces de lanzar rocas y gases sin previo aviso. "Tiene que liberarse de alguna manera en el futuro, ya sea violenta o más silenciosamente. Este estudio no pretende producir pánico en la gente. Es una llamada de atención a las autoridades de la región en Irán para que destinen algunos recursos a investigarlo", advierte González. El mensaje de los científicos es claro: prepararse ahora, mientras la montaña susurra, es la mejor estrategia.






