El turismo doméstico en Argentina representa una de las opciones más apreciadas por los locales para sus pausas de renovación. Los sitios más afamados invariablemente dominan los planes vacacionales. No obstante, visualiza escoger un paraje que, manteniéndote en el territorio nacional, evoque la mística de uno de los ecosistemas legendarios del planeta. Un pueblo envuelto en un bosque seco y espinoso, propicio para exploraciones rebosantes de intensidad.

Con una oferta prácticamente exclusiva en el ámbito argentino, este discreto pueblo en el noreste de la provincia de Santiago del Estero se mantiene en la sombra para la gran mayoría, pero su integración de elementos silvestres fascina a los turistas que la hallan. Sobre todo, porque estimula prácticas de alta exigencia en un hábitat que parece primordial.

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El pueblo de Icaño tiene apenas un puñado de habitantes.

El pueblo de Icaño tiene apenas un puñado de habitantes.

El pueblo lleno de bosques

En la provincia de Santiago del Estero se encuentra Icaño, un pueblo que actualmente suma unos 3.500 habitantes. Su principal tesoro es el Parque Nacional Copo, un rincón velado que seduce a los nómadas en pos de vivencias que desafían lo habitual. Este enclave se perfila como un santuario para quienes anhelan entornos vírgenes y ráfagas de excitación genuina.

Icaño se erige en el Chaco Seco santiagueño, a aproximadamente 250 kilómetros de la capital provincial, Santiago del Estero. Este pueblo no le debe nada a reservas boscosas de renombre internacional, como los bosques secos de África, por su biodiversidad endémica y su aura de intocable.

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El pueblo de Icaño tiene un parque nacional dentro suyo.

El pueblo de Icaño tiene un parque nacional dentro suyo.

El mayor hechizo de este destino santiagueño yace en su bosque chaqueño, un tapiz verde y árido del norte argentino. En este paisaje, los exploradores se entregan a deportes audaces como el senderismo entre los árboles, observación de vida silvestre o travesías en mountain bike que disparan la adrenalina en medio de la naturaleza indómita.

Este pueblo santiagueño también cautiva con su tradición culinaria criolla, con delicias como el asado de cabrito o mates cebados con yerbas locales. La ruta que accede al parque discurre por llanuras salpicadas de quebrachos y palmeras que encandilan a los turistas con su crudeza y su sinfonía de verdes.