Imaginate tomarte unas vacaciones por el interior de Argentina pero que no sean los lugares clásicos que visitan todos. Imagina un pueblo envuelto en un valle de árboles milenarios, ideal para exploraciones mineras cargadas de emoción. Y también acompañado por una sabrosa gastronomía.

Con una oferta turística prácticamente exclusiva en Argentina, este modesto pueblo en el sur de la provincia de Misiones se mantiene en el olvido para la gran mayoría, aunque su integración de tesoros naturales deja impactados a los pioneros que la recorren. Sobre todo, porque fomenta prácticas de alto impacto en un marco que parece de fantasía.

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La minería es el gran fuerte de este pueblo en Misiones.

La minería es el gran fuerte de este pueblo en Misiones.

El pueblo minero y gastronómico

En la provincia de Misiones se ubica Wanda, un pueblo que en la actualidad suma alrededor de 8.000 habitantes. Su principal joya es la Mina Wanda de piedras semipreciosas, un escondite preciado para los nómadas que persiguen vivencias que desafían lo habitual. Este enclave se ha erigido como un atractivo para aquellos que anhelan terrenos exóticos y rachas de euforia.

Wanda está enclavada en la selva subtropical misionera, a unos 50 kilómetros de Puerto Iguazú, la ciudad más cercana. Esta aldea no le tiene que envidiar nada a yacimientos gemológicos de renombre internacional, como los de Brasil o Madagascar, por su abundancia mineral y su encanto selvático.

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Las minas surrealistas que ofrece el paisaje de este pueblo de Misiones.

Las minas surrealistas que ofrece el paisaje de este pueblo de Misiones.

El mayor hechizo de Wanda radica en su mina de gemas, un prodigio subterráneo del noreste argentino. En este paisaje, los exploradores se entregan a actividades audaces como excavaciones guiadas en busca de amatistas y ágatas, senderismo por senderos selváticos o tours en jeep por la jungla que disparan la adrenalina.

Este destino misionero no sólo cautiva por su riqueza geológica, sino también por su tradición culinaria guaraní, con sabores como chipá o surubí a la parrilla, maridados con mate cocido. El acceso a la mina discurre por rutas sombreadas de ceibos y yates, con vistas a cascadas ocultas que hechizan a los forasteros.

Este pueblo misionero teje geología, riesgo y raíces indígenas, consolidándose como una alternativa sublime para quienes atesoran lo inaudito. Su mina reluciente, su paladar silvestre y sus panoramas exuberantes elevan a Wanda a la categoría de enigma que exige ser desvelado.

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