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La pirámide visible hoy es en realidad la tercera construida en el mismo sitio, y cada versión más reciente fue edificada sobre la anterior.
En 2010 arqueólogos encontraron una segunda pirámide dentro de El Castillo, de aproximadamente 20 metros de altura, y una aún más antigua en el núcleo. Esto reveló que la pirámide no solo es un monumento, sino también una cápsula del tiempo que resguarda la evolución de la ciudad sagrada.
El cenote oculto bajo la pirámide
Otro hallazgo sorprendente es la existencia de un cenote bajo la base de la pirámide, descubierto en 2015 por un equipo de geofísicos mexicanos. Este cuerpo de agua subterráneo pudo haber tenido un gran significado ritual para los antiguos mayas, quienes creían que los cenotes eran portales al inframundo (Xibalbá).
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Se especula que la ubicación de El Castillo no es casual: pudo haber sido construida deliberadamente sobre el cenote para potenciar su carga simbólica y espiritual.
Además, aunque no se han encontrado tesoros tradicionales dentro de la pirámide, el acceso a las cámaras interiores ha revelado escalinatas ocultas, templos internos y posibles cámaras rituales. Estas habitaciones, todavía en estudio, podrían haber servido para ceremonias religiosas dedicadas al dios Kukulkán, la serpiente emplumada.
El descubrimiento de elementos como tronos en forma de jaguar rojo y restos de ofrendas fortalece la idea de que el interior de la pirámide fue usado con fines religiosos. Cabe destacar que el templo en la cima era utilizado exclusivamente por sacerdotes que realizaban rituales sagrados a una altura que los acercaba a los dioses en el cielo.
La pirámide de Chichén Itzá no es solo una maravilla arquitectónica; es un complejo símbolo de poder, religión y ciencia antigua. Cada nuevo hallazgo dentro de El Castillo refuerza su lugar como uno de los tesoros más importantes del patrimonio cultural de la humanidad.