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Permite drenar el agua y evita la oxidación: Cuando un candado se utiliza en exteriores, como en portones, casilleros o bicicletas, queda expuesto a la lluvia y a la humedad. El agujerito inferior actúa como canal de drenaje, permitiendo que el agua salga y no se acumule dentro del sistema. Esto reduce el riesgo de corrosión en las piezas metálicas internas.
Facilita la lubricación del mecanismo: Los técnicos también explican que a través de este agujerito se puede aplicar lubricante en aerosol o aceite específico para mantener el candado funcionando correctamente. Así, el mecanismo se conserva ágil, suave y menos propenso a trabarse.
Sirve como válvula de presión en modelos específicos: En algunos candados de seguridad más sofisticados, el orificio permite liberar presión interna si se produce un cambio brusco de temperatura o si el dispositivo permanece cerrado durante mucho tiempo.
Además algunos candados permiten ser abiertos con una llave especial a través de este orificio, como medida de emergencia o desbloqueo técnico.
¿Qué pasa si el agujerito se tapa?
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En caso de que este pequeño orificio se obstruya por polvo, óxido o suciedad, el candado podría comenzar a fallar con el tiempo. Por eso, se recomienda mantenerlo limpio ese espacio y revisarlo periódicamente, sobre todo si el candado permanece a la intemperie.
Aunque a simple vista parece insignificante, el agujerito del candado cumple una función clave en la vida útil del producto. Gracias a él, se evitan trabas, oxidación y deterioro prematuro. Un pequeño orificio que, sin llamar la atención, prolonga la seguridad de todo lo que protege.