Entrevista

Perla Suez: "La literatura puede abrir a las preguntas que las noticias y las redes no hacen ni pueden hacer"

Tres años después y tras Complot, Perla Suez volvió a atender al programa La Conversación de Radio Nihuil para charlar de La entrega

La súbita desaparición de una adolescente en un pueblo entrerriano dibuja un escenario donde Perla Suez se sumerge, con ritmo cinematográfico, en el opaco mundo de la trata de personas.

Pero su novela La entrega va más allá. Bastante más allá, pese a su brevedad.

Habla de vínculos familiares rotos, de la complicidad silenciosa del entorno comunitario, de la violencia que atraviesa hoy a todos los sectores sociales.

Habla, en suma, de lo difícil que es separar verdad de mentira en la vida misma, donde “nadie es santo”.

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Perla Suez presenta su libro La entrega.

Perla Suez presenta su libro La entrega.

Tres años después de haberla entrevistado por otro título suyo, Complot, Perla vuelve a atender, desde Córdoba, su provincia, al programa La Conversación de Radio Nihuil.

-Hola Perla, buen día.

-Hola, un gusto hablar con Mendoza, la tierra de Antonio Di Benedetto. Soy gran admiradora de su obra.

-Se te nota, porque tu prosa, tan limpia, tan escueta, tiene algo de Di Benedetto, ¿no?

-¡Oh, qué piropo! Ojalá, porque él era un grande, en los cuentos, en todo lo que escribió, desde Zama en adelante, con una austeridad y una profundidad increíble. Increíble, realmente. Una delicia.

-Vos sos una cordobesa rara, porque naciste en Córdoba y has regresado a vivir a allí, pero tu alma sigue anclada en Entre Ríos, no puede salir de ahí.

-No me escapé de acá, sino que a los seis meses mis padres se mudaron a Entre Ríos.

-¿Por qué motivo?

-Mi padre era médico en el pueblo de Basavilbaso, muy cerca de Concepción del Uruguay. Y yo hasta los quince años viví ahí. Aunque nací en Córdoba y volví a Córdoba, porque mi papá pidió el traslado de su trabajo como médico del ferrocarril.

-¿Cómo te cayó el regreso?

-Lo que pasa es que, como ya me estaba poniendo grande, mis padres querían que estudiara y no me querían dejar sola, bueno, nos volvimos. Pero en la escritura es muy difícil moverme de esa tierra donde yo juntaba bichitos de luz, donde andaba en bicicleta sin problemas.

Los chicos leen más de lo que creemos.

-Tiempos soñados de la juventud.

-Pero, claro, esa no era la realidad. Y la prueba está en que, en la novela, la historia es bastante dura.

-Vos evocás a los bichitos de luz, como muchos de nosotros que tenemos una cierta edad. Pero hoy ya no aparecen luciérnagas ni en nuestros jardines ni en nuestras plazas. ¿Por qué?

-Lo que pasó es que los agroquímicos en las grandes plantaciones de soja terminaron con ellos. O sea, hay lugares, en las Sierra de Córdoba, en donde a veces hay y no lo puedo creer. Pero es muy raro verlos. Han matado a las luciérnagas y a los bichitos de luz.

-Tu amor por esa tierra de infancia te llevó a escribir la Trilogía de Entre Ríos, compuesta por las novelas Letargo, El arresto y Complot. ¿Por qué ahora, para contar en tu nuevo libro la historia de Evelin, la chica que es raptada, volviste a esa geografía?

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-Es impresionante. Todos me dicen: ¿pero vos no vas a escribir nunca de Córdoba o plantada en Córdoba?

-¿Y?

-¡No puedo! O sea, la primera imagen que tuve de la novela fue la de una niña escapando en un matorral, a la hora de la siesta, en verano, con un guardia apuntándole y disparando tiros al aire.

-¿Qué había ahí?

-Como una casa entre los árboles y dije: acá hay un burdel.

-¿Qué tipo de personaje se te había dibujado?

-Al arrancar esa imagen me pregunté quién era esa niña y dije: no es la típica niña pobre, como cuando un padre, que no tiene un peso, la vende. Es todo lo contrario. La violencia está pasando en todas las clases sociales.

-¿En dónde la ubicaste, entonces?

-No quiero espoilear, pero dije: la voy a poner en clase media, más bien alta, con un padre que tiene un aserradero. Le va mal. Pero, bueno, por más mal que te vaya, ¿vos cambiarías a un hijo por un auto o por otro objeto? No.

-No. Está clarísimo.

-Y es lo que de alguna manera me movió a escribir esto y a hacer aparecer un personaje siniestro que lo convence para que se la dé. Y ahí, desde el secuestro, en realidad arranca la problemática.

-Que va bastante más allá del secuestro en sí.

-Tiene que ver más con los afectos, por lo menos para mí, en el trabajo de la escritura. Yo quería ver cómo se mueven los vínculos familiares en una sociedad que se está cayendo a pedazos. Y era en el 2001.

-Vos decís que al padre lo convencen. Más bien, el tipo siniestro lo aprieta y él, que no tiene mucho carácter, arruga y entra en pánico.

-Tal cual, tal cual, porque eso hace a la complejidad del personaje también. No es que se trate de alguien malo. ¡No! Está sufriendo. Pero no tiene agallas para pararlo al tipo o ir a denunciarlo. No sé, mil cosas. Pero se siente impotente y después empieza la gran simulación de él con la familia. Entonces ahí es cuando la familia empieza a caerse a pedacitos.

-¿De dónde te viene todo esto?

-Debe estar pasando, porque si lo tengo en el inconsciente y se me aparece a mí, debe ser que pasa algo de todo lo que uno escucha y de lo que imagina también. Siempre digo que la ficción un poco adelanta la realidad. Y a veces es la única que puede decir la verdad porque todo lo demás, todo lo que se mueve a nuestro alrededor, puede ser verdad y mentira al mismo tiempo. Es muy complejo.

-A vos te llama la atención la violencia implícita o explícita que hay. Y, justamente, cuando entrevistamos hace unos días a Paula Winkler, que hizo una novela en torno a Santa Brígida de Suecia, nos decía que, para ella, escribir sobre mujeres santas y monjas beguinas era un acto de rebeldía ante la pornografía de la violencia que expone este mundo.

-Y sí, porque al final, para mí, tanto escribir como leer van juntas. Pero en la escritura uno realmente está excavando en lo que no tiene explicaciones dentro de una sociedad violenta y donde desaparecen niños, mujeres, hombres; desaparece gente todo el tiempo y cada vez más.

-Violencia de amplio espectro.

-No solo violencia de género sino la violencia que genera también una sociedad que te pide que consumas pero que, en realidad, no te da ninguna posibilidad para consumir. Entonces eso destruye la condición humana, destruye a la persona.

-¿Cuál fue tu manera de abordar esta violencia?

-Yo trabajé intentando, al menos, humildemente, construir personajes contradictorios, complejos. La madre tampoco es ninguna santa, no es un ángel. O sea, la busca a la hija. En eso sí es muy buena madre. Pero también le pasan cosas. Y me costó un montón llegar hasta un final que no fuera romántico, de encuentro con la familia. No hay más encuentros.

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-Vos decís que la mujer no es una santa, pero ya no quedan santas sobre la tierra, como en la época de Santa Brígida, ¿no?

-(Sonríe) Yo también creo que no. Nadie es santo. Ni uno que escribe sobre santos, porque también tiene maldades para poder hacer lo que hace, por ejemplo, en esta novela.

-¿De qué manera te ha repercutido su escritura?

-Hay gente que me dijo: ¡Dios mío!, ya al final casi me da un infarto, ¿por qué me hiciste eso? (ríe).

-Te pasan factura los lectores.

-Es que yo no se lo hice. Se lo hizo la historia, la ficción. La capacidad que tiene la ficción es fuerte.

-Te confieso que por este lado hemos sentido lo mismo. La trama hace sufrir. ¿Hasta dónde va a llevar a su personaje esta hija de su madre de la escritora?, era la pregunta.

-(Sonríe) Sí, me han insultado. Y yo acepté los insultos porque es lo que buscaba.

-¿Qué buscabas?

-Eso mismo, porque al llegar a determinado momento, la podría haber salvado a la chica, podría haber vuelto a la trata, etcétera. ¡Ay, ay, no!, ¡la van a agarrar! ¡No, no, no, no puedo seguir!, decía la gente. Y no podían dejarla.

-Quedaban hipnotizados...

-Me he encontrado a un grupo de gente joven en Buenos Aires. Se hacen llamar Los Lectores Criminales. Son setenta y tres y se me aparecieron en el stand de Edhasa, en la Feria del Libro. Eran cincuenta y tres en ese momento. Cada uno me pidió que le firmara una dedicatoria.

-Les firmaste a todos, ¿no?

-Les dije: ¿por qué se llaman Los Lectores Criminales? Primero, me dijeron, porque nos gusta mucho el género policial. Pero esta novela no es policial, les respondí. Sí, es cierto. Pero es cruel. Entonces, estamos acá y nos gustó (ríe).

-Ese mano a mano con tus lectores debe ser estupendo.

-Es maravilloso porque la lectura tiene que ser eso, abrir la posibilidad a que vos también la interpretes, ahondes en los personajes, te hagas preguntas. Me parece que cuando se crea una sospecha en la novela, cuando se crea un asesinato, ahí vienen las preguntas: ¿por qué? La historia te va llevando.

-¿Cuál fue tu modo de llevarla?

-Yo quería que tuviera un ritmo vertiginoso porque es el ritmo que estamos viviendo. Estamos corriendo todo el día. ¿A dónde vamos? Y es la sociedad toda.

-Lo que pasa es que acá, en tu historia, hay un "tempo" distinto porque se desarrolla en un pueblo, no tiene el ritmo de la gran ciudad.

-Es verdad.

-Pero también es cierto que se trata de una novela policial.

-Ah, ¿para vos sí?

-Sí.

Hay gente que me dijo: ¡Dios mío!, ya al final casi me da un infarto, ¿por qué me hiciste eso?

-Digamos, hay un asesinato, pero no alcanza. Policía y detectives no hay.

-Ok, pero hay unos personajes malos, una chica raptada, una pesquisa de la madre que, en un momento, se transforma en detective; hay otro tipo malo, pero que la ayuda...

-¡Qué buena esa lectura! Y, bueno, son las influencias de los grandes. Por dos lados me golpea ese tema de la cara policial que vos le ves. Por un lado, el cine. Para mí la imagen es muy importante. Y las grandes lecturas de todo ese malón de escritores que ya están muertos que escribieron maravillas, desde Faulkner en adelante; las mujeres del sur norteamericano, Dashiell Hammett, qué sé yo, autores que realmente a mí me marcaron como el cine.

-Sin duda. Te han delineado un camino.

-Y donde uno va buscando. Uno trabaja también con el deseo de contar una historia que al otro lo convoque para que quiera seguir leyendo, pero con dureza.

-En ese sentido, la locación es importante. Tu relato se desarrolla en el pueblo de Villaguay, en Entre Ríos. Vos en algún momento trazaste una perspectiva con el caso Loan. Pareciera que cuando ocurren estas cosas en zonas periféricas resultan más impactantes.

-Tenés que construir un mundo con personajes, desarrollar cada uno de ellos. Por ejemplo, a Becerra, el personaje siniestro, vos lo tenés al comienzo. Desenvuelve la historia y no aparece nunca más. Sin embargo, es fundamental para que explote todo.

-Sí, la cosa va de menor a mayor.

-Al comienzo parece toda una familia muy tranqui, muy armoniosa, que después se va deshaciendo.

-Por eso mismo, al suceder en un pueblo chico, la reacción es mayor.

-Claro. Además, porque es un mundo que vos podés controlar desde la escritura. Pienso en Onetti, por ejemplo, cuando construye Santa María. Son lugares en donde a los personajes pareciera que te los encontrás todo el tiempo, una cosa que en la ciudad no sucede. Es decir, necesité un lugar, un ambiente, un espacio que vos puedas controlar.

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La escritora Perla Suez y su obra La entrega.

La escritora Perla Suez y su obra La entrega.

-Una necesidad muy atada al carácter de tu historia.

-Tengo una admiración grande por esos escritores que pueden abarcar espacios tan enormes. Yo necesitaba sentir como si conociera a los personajes, como si los encontrara caminando en la calle... como si los conociera desde siempre, digamos.

-Una gran cercanía, se entiende.

-Y no son los personajes de la infancia ni tampoco son nostálgicos, porque yo creo que cuando la literatura cae en la nostalgia ya no es más literatura, ya no es más ficción.

-Ahora bien, teniendo en cuenta tu conciencia y tu ojo cinematográficos, a tu pueblo de Villaguay lo podemos emparentar con títulos muy emblemáticos. Uno corresponde a una serie que hizo historia, Twin Peaks. Y el otro nos lleva a los escenarios de los hermanos Coen, con sus protagonistas perdedores como en Fargo. Aquí califica Juan, el padre apocado de tu novela.

-Tengo una gran admiración por los hermanos Coen. Has clavado la aguja justo ahí. Como Tarantino, también, aunque es otra cosa.

-¿Qué cosa tenés de Tarantino?

-Eso de la acción, que te lleva, te lleva, te lleva. Intenté un estilo muy tarantinesco porque el lector, hoy, necesita que le cuenten algo rápido y que haya todo el tiempo acción, pero con contenido, no simplemente ir por la velocidad en sí. Por eso la acción era muy importante. Cambio. A ver…

-Cambio y fuera.

-Pasamos a otra cosa. ¿Qué va a pasar? Que haya mucho, mucho problema, pero también hay un lugar de remanso en la novela, que son las mujeres de Rosario, las putas. Son ellas las que van a cuidar de Evelin, la van a proteger. Es el único lugar de protección que hay en la novela. Y el río.

-Como corresponde a una entrerriana...

-Para mí el río es fundamental. Se trata de la admiración que tengo por el Paraná, por el Uruguay, donde pasé mi infancia. Y cada vez que paso no termino de admirarlo. También es un lugar donde ella se puede bañar y sacarse toda esa mugre, metafóricamente hablando. Pero también es un lugar donde podés enterrar gente.

-Acá cabe otra relación. Las prostitutas que le dan una mano a la protagonista en apuros de tu novela se comportan de manera casi similar en el nuevo libro de María Dueñas, Por si un día volvemos.

-¡Mirá qué bárbaro! Como si uno a veces pudiese llegar a escribir la novela del otro. Claro, porque yo creo que hay en el inconsciente colectivo un derecho que tenemos ahora en la escritura de poder exponer a las prostitutas, a todo lo que estaba callado antes; poderlas exponer y también verles el aspecto humano y de lo que son capaces porque han sufrido y sufren tanto y su vida es tan limitada.

-De ahí su solidaridad.

-Como tienen los días contados siempre, son las únicas que pueden llegar a entenderla y a cuidarla.

-A partir de ahí, la historia te exigía una definición, ¿no?

-Todo eso me llevó un montón de tiempo porque no le encontraba la vuelta. No era fácil llegar sin caer en lo ya dicho, en lo que ya sabemos. No era el caso de Marita Verón ni el de Loan ni el de Susana Trimarco. Yo quería contar otra cosa, lo que no está contado todavía.

-Igual, todo ese contexto pesa.

-Obviamente que, de alguna manera, en el inconsciente nuestro está. Por eso el lector sufre: que no vaya a pasar esto, que no la vayan a agarrar de nuevo, ¡seguro la agarran! Estas cosas me las han dicho mucho. Y es lo que buscaba.

-Otra vez: te gusta que te insulten, ¿no?

-(Ríe) Un poco de morbo, de eso se trata. Pero, en la escritura. En la realidad, no me gusta que me insulten.

-Los casos reales que pusiste como parámetro terminaron teniendo una gran cobertura mediática, lo cual derivó en su trascendencia nacional. En cambio, tu historia sucede encapsulada en un paraje chico, no sale de ahí. Y llama mucho la atención el silencio general del pueblo. Todos sospechan lo que sucede, pero miran para otro lado. No hay un solo gesto solidario hacia la familia afectada.

-Yo lo busqué. Era muy consciente de eso. Como la madre de la amiga de la hija, que prácticamente les da vuelta la cara. Y después hay un gran silencio. Y están muy solos.

-¡Justamente!

-Todos están solos ahí. Todos están solos. Y caminan por la vida creyendo que no se van a equivocar y, bueno, se tropiezan todo el tiempo y terminan mal. Pero también busqué el crimen perfecto.

-¿Por qué?

-Porque cuando Mirta vuelve de buscar a su hija, entra a un vivero y se compra un arbolito, una planta que le gusta, vos decís: alivio. Llegó el alivio. Pero yo tenía eso armado para después tapar lo que sabía que venía.

-Otra trampa al lector.

-Está todo vinculado para que haya un clima en donde nadie sabe nada, pero todos sospechan. La sospecha sembrada todo el tiempo. Es decir, nadie se compromete. Y en los pueblos la gente se conoce, sabe quién es quién. Pero no hay definición, porque es también el mundo que vivimos hoy: un mirar para otro lado. Mirar para otro lado. Es terrible.

-Al consultar a la IA de Grok sobre Perla Suez, traza un extenso y pormenorizado semblante. Y en un momento alude a tu compromiso ético y social. Dice, textualmente: "Su compromiso político y social se refleja en su elección de temas que exploran las heridas de la exclusión y la marginalidad".

-¡Qué bueno!

-¿Cómo definís tu compromiso político y social?

-Mi compromiso político y social está siempre en la ficción.

-¿En qué sentido?

-Yo creo que la literatura no va a cambiar el mundo, pero puede abrir a la interpretación, a las preguntas, a mucha gente, algo que las noticias, que las redes, no lo hacen ni lo pueden hacer. Al contrario. Te envuelven para que entres como en una somnolencia respecto de la situación que se está viviendo.

-¿De qué manera opera la cosa, según vos?

-Cada uno te da una opinión, no sabés qué es verdad y qué es mentira. Y los análisis políticos son totalmente subjetivos, relativos y, a veces, mentirosos. En cambio, me parece que la ficción tiene el poder, por suerte, de involucrar al lector con un compromiso y tomar partido. Finalmente, ¿de qué lado estás?

-Lo cual tampoco es sencillo.

-Bueno, acá no podés tomar partido por nadie, pero de alguna manera te para y sirve para preguntarte dónde estamos parados. Por ejemplo, la novela transcurre en el 2001, pero podría tranquilamente ocurrir ahora.

-De acuerdo.

-Entonces, sí, yo creo que por ahí va la cuestión. Yo creo mucho en el compromiso con la palabra y en el poder de la palabra. Evidentemente es lo que pretendo como lectora. A mí, si un libro no me convoca, a las treinta hojas, como máximo, lo dejo.

-Sobre todo, habiendo tanto para leer. Y hablando de crítica social, Perplexity dice que Perla Suez Suez "utiliza la literatura como herramienta para interpelar al lector, fomentar la reflexión sobre la realidad social y cuestionar las estructuras de poder y violencia".

-¡Qué bueno! La inteligencia artificial está armada por alguien, pero es alguien que ha leído, por lo menos, la novela (sonríe).

-Y te ha leído bien, se ve.

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La escritora Perla Suez.

La escritora Perla Suez.

-Fijate que Furia de invierno es otra historia y nada que ver, y es un hombre y nada que ver, pero también interpela para averiguar qué pasa con los que no son nadie en este mundo, ¿no? Son carne de cañón. Por lo tanto, sí, esa preocupación está en mí y es fuerte, es fuerte.

-Para finalizar, Perla, nos corremos de tu nueva novela y ahora viene una pregunta al bulto como autora de literatura infantil. ¿Los chicos leen o no leen hoy en día?

-Por supuesto que leen. Leen más de lo que creemos.

-¿Cómo es eso? ¿Por qué?

-Primero, porque hay padres que no pueden comprar un libro, pero las bibliotecas populares son muy importantes y hay dónde buscar material. Y hoy los docentes están mucho más involucrados porque hay mucha formación en torno al libro.

-No es la impresión general.

-Por supuesto que también hay un área que es tierra de nadie. Pero se publica un montón, también para adultos, que es directamente absurdo, ridículo.

-¿Por qué lo decís?

-Porque hay libros con unas portadas maravillosas para niños, pero adentro están vacíos.

-¿A qué obedece, entonces?

-Se publican porque, bueno, la gente mira la tapa, se engaña y compra. Pero los chicos son los primeros en abandonar esos libros. Si no les plantean una temática más o menos interesante, los dejan.

-Esto que estás diciendo es una cuestión central.

-Como decía, se lee más de lo que se cree, pero también se publica mucha basura. Pasa también con los adultos, pero uno filtra más. Por otra parte, hay también libros muy peligrosos para los niños.

-¿De qué tipo?

-Grupos de sectas que están proponiendo cosas. Los adultos tenemos que estar mirando muy bien qué les acercamos, qué les leemos a los chicos.

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