Acto de solidaridad

Penitenciarios apadrinan a chicos de una escuela albergue

Agentes del servicio penitenciario de Mendoza decidieron hace tres años apadrinar los chicos de una escuela de La Paz, cubriendo necesidades y llevando alegría

Una vieja canción del fallecido folklorista Horacio Guarany se titula "Estamos prisioneros carcelero", y retrata fielmente la situación que vive un preso y su carcelero, donde ambos comparten un espacio, un tiempo, cada uno en su "vereda" pero unidos por una circunstancia. Los agentes penitenciarios mendocinos comparten con los internos vivencias y penurias, y por ello los uniformados, sabedores de las muchas falencias del sector social de quienes deben custodiar, decidieron tender puentes y dar una mano a los más necesitados, convirtiéndose en padrinos de un escuela albergue en La Paz y visitando por lo menos una vez al año a los chicos con regalos y elementos básicos, como alimentos, útiles, y vestimenta.

El Grupo Especial de Operaciones Penitenciarias (GEOP) de Mendoza supo por uno de sus integrantes de las muchas necesidades de los niños que concurren a una escuela albergue de Las Chacritas, la N° 8-135 Francisco Capdevila, en La Paz, y desde hace tres años se organizaron y se transformaron en una especie de protectores de los niños de aquel paraje rural del Este mendocino, donde asisten a los chicos mediante visitas donde comparten un día de visita, y les llevan donativos de ropas, zapatillas, útiles y mercadería para hacerles la vida un poco menos pesada.

"Esto nació hace tres años, gracias a la iniciativa de uno de nuestro compañeros, el suboficial Sergio Guzmán, que es oriundo de La Paz, tiene unos parientes que trabajan en la escuelita y conoce a varias familias que mandan los chicos a estudiar ahí", contó el jefe del GEOP, Carlos Castro, sobre el génesis de la loable iniciativa.

"Comenzamos a trabajar en septiembre del 2018, pensando en el Día del Niño y llevarles cosas a los alumnitos. Tiramos la idea acá en la mesa donde nos reunimos, y ya nos pusimos a trabajar, juntando cosas, haciendo folletos y coordinando a muchísima gente que quiso colaborar desde fuera de nuestra institución. De acá participaron las jefaturas de todos los complejos, muchos particulares, y hasta negocios, como la gente del depósito del Vea", enumeró el jefe del grupo creado en el año 2.000, tras el recordado motín vendimial en la cárcel de calle Boulogne Sur Mer.

"Ahí se vio la necesidad de los chicos, y además quisimos demostrar que detrás de las veces que tenemos que hacer represión y que detrás de un uniforme, también hay un hijo, un padre, un abuelo, y que tenemos arraigada la solidaridad, como parte de esta sociedad donde hay mucho sufrimiento", explicó el penitenciario.

"Uno de los motivos por los que elegimos esta escuelita y por una cuestión de pertenencia, solidaridad y sentimientos, y sin querer ningún tipo de publicidad, nos contactamos con los docentes y directivos, todos muy amables y comprometidos con la escuela. Ellos nos dijeron que ahí habían chicos con los padres privados de la libertad, así que nos sentimos más reconfortados por poder ayudar", recordó Castro, que agregó: "Es algo maravilloso sentir la satisfacción de poder ayudar con este tipo de acciones, y donde la devolución es inmediata, al poder ver la felicidad de los chicos, que son nuestro futuro".

No sólo se involucraron en lo social y afectivo los penitenciarios, sino que a esta acción solidaria le sumaron lo familiar. "Los dos primeros años que hicimos esto, como no había pandemia, llevamos a nuestra familias a compartir ese día hermoso de nuestra visita, y nuestro hijos jugaron y se hicieron amigos con los niños de La Paz. Fueron cosas emotivas, y no podías evitar que se te cayeran las lágrimas", recordó Carlos sobre las vistas del 2018 y 2019.

"Este año, por culpa de la pandemia no podíamos ir a ver a los chicos de la escuelita, pero igual seguimos haciendo la colecta de mercadería, y le sumamos unas cuchetas, unos televisores, ropa y hasta unas cajas navideñas. ¡No podíamos dejar solos a los niños, somos los padrinos, y no íbamos a fallar justo ahora en un año tan difícil como fue el 2020!, concluyó Carlos Castro, el jefe del grupo especial de penitenciarios que se sacaron el uniforme y se pusieron el overol de los que ayudan a la comunidad en los lugares más vulnerables.

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